Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

El alguacil alguacilado como el espía espiado

La directora del CNI, Paz Esteban, a su llegada a la comisión de control en el Congreso, este jueves
La directora del CNI, Paz Esteban, a su llegada a la comisión de control en el Congreso, este jueves
Efe

Está visto que España no es un país para secretos porque al final siempre hay alguien que lo cuenta todo. Lo digo por lo que le está pasando al presidente del Gobierno, que vive sumido de pies a cabeza en un continuo desplome acelerado, empeñado en tratar de resolver los errores de ayer con gestos precipitados que a su vez le van creando los problemas que se encontrará mañana. Desde el principio ha estado pagando con moneda falsa casi siempre a quienes le vendían también mercancía falsa y ahora esta historia abracadabrante de las escuchas y el espionaje telefónico le ha dado el golpe de gracia al nocivo experimento de pactar con los demagogos populistas de Podemos, independentistas desleales y la marca blanca de los terroristas. Aunque unos y otros intenten disimular -porque ninguno tiene a la vista mejor alternativa que seguir adelante- todos saben o deberían saber que, colorín colorado, este cuento se ha acabado. Todos los que han confiado en él han sido estafados de alguna manera y a estas alturas ya no le compra nadie nada. La impecable comparecencia de la jefa del CNI se ha encargado de dejar bien claro que era juicioso espiar a los que proclamaban que volverían a cometer delitos gravísimos, a pesar de que el presidente había decidido apoyarse en ellos para formar una mayoría, lo que es en sí mismo una aberración política que no podía durar mucho tiempo y que Quevedo habría aprovechado para mejorar su sátira del Demonio y el Alguacil Alguacilado.

Sin embargo, Sánchez sigue viviendo con la esperanza de que se produzca un milagro insospechado en algún momento entre ahora mismo y el final de la legislatura, que le llegue una remontada prodigiosa como las del real Madrid, aunque sea gracias a la reforma laboral que lleva tiempo usando como trampantojo. Yo creo que ya es en vano, porque el grado de deterioro de su reputación ha alcanzado un punto irreversible y el horizonte inmediato está lleno de obstáculos contra los que apenas puede hacer nada. Tiene ante si las elecciones andaluzas que según todas las encuestas van a ser un desastre para sus candidatos. Cualquier cosa que haga para implicarse en la campaña no hará más que agigantar su previsible derrota como le sucedió en Madrid. La trampa del “cordón sanitario” sobre Vox ya no puede usarla alguien que acepta alegremente depender de Bildu sabiendo que esa gentuza le salva las votaciones para poder extorsionarle y sacar a más asesinos de la cárcel.

Es probable que el presidente piense que de todos modos, aunque le abandonen las excrecencias con las que ha pactado, él seguirá en La Moncloa porque puede prorrogar los presupuestos. El problema es que ya se hicieron mal cuando no se preveía que estallaría la guerra en Ucrania con las consecuencias terribles que acarrea y que si van a ser contraproducentes este año, sería sencillamente insensato pretender hacer tragar a la economía española dos años dos años seguidos unos presupuestos chuecos que no tienen nada que ver con la delicada realidad que estamos atravesando.

Ya veremos como hace para pasar la cumbre de la OTAN, que debía ser uno de los momentos más gloriosos de su política exterior y que ahora se organiza bajo la sospecha de que España es un país donde el que no espía es espiado y el Gobierno maneja estos asuntos como instrumento político de aliño para salir del paso. Es decir, los independentistas le montan una operación de propaganda y él muerde el anzuelo para salvar su precaria mayoría con la denuncia de que a él también le han espiado, con lo que para intentar resolver un problema se ha creado otro peor. Ahora Sánchez tiene que explicar por qué no lo supo antes o reconocer que ha mentido también en esto y aceptar que es absolutamente necesario descubrir quien le ha infectado el teléfono al presidente del Gobierno de España, le guste o no. En fin, no quiero ni pensar en que sea cierta esta tesis de que todo lo que ha pasado en este asunto tiene que ver con la información que los marroquíes habrían obtenido en esta operación y que estaría siendo usada para poder someterle a un chantaje. En mi opinión, la aventura de Sánchez acabará mal por su propia naturaleza. No hace falta que un déspota coronado amenace con revelar asuntos inconfesables; con lo que ya sabemos de Sánchez hay de sobra. l