Opinión
Por
  • Carlos García Martínez

Lo que podría haber sido y no fue

Un tramo del trazado de la autovía Huesca Lérida.
Un tramo del trazado de la autovía Huesca Lérida.
S.E.

CUENTA Lampedusa en “El Gatopardo”: “Usted, don Ciccio ¿qué votó? Excelencia, sabe que en Donnafugata todos han votado “si” ...Realizado el escrutinio, el alcalde anunció el resultado: Inscritos, 515; votantes, 512; sí, 512; no, cero. De la plaza brotaron aplausos y vivas…Don Ciccio, en dialecto, gritaba: ¡Yo, excelencia, voté que no! Cien veces no!”

Era la Italia premafiosa. En la España predictadura un portavoz postelectoral decía: “Nosotros, los liberales, estábamos convencidos de que ganaríamos las elecciones. Pero la voluntad de Dios ha sido otra. Al parecer, hemos sido nosotros, los conservadores, quienes hemos ganado las elecciones”. En la España postdictadura subsiste cierta neutralidad afectiva con el franquismo, cuando no un aprecio casi militante. En Alemania hubo desnazificación, pero aquí no hubo desfranquización.

Aquello sucedía en España durante la Restauración, tras la Década Ominosa de Fernando VII, sin Parlamento ni elecciones y tras crearse en 1833 las provincias, con un «jefe político» o Gobernador Civil a la cabeza. Al par se habían vendido bienes comunales por la Desamortización de Mendizábal; un desastre social y un desastre natural por la deforestación. Las ventas perjudicaron a los pequeños municipios, que con ese dinero pagaban al médico o al maestro. Una reforma agraria que entregaba las tierras a grandes propietarios y se las quitaba a los campesinos.

Todo ello desembocó en el largo período de la Restauración (1874-1923), durante el cual monopolizaron el poder político los grandes propietarios, la aristocracia, la Iglesia católica y la burguesía conservadora. “Oligarquía y caciquismo” tituló Costa a ese periodo, una forma de dominación que sistematizó las manipulaciones electorales.. La historia de ese tiempo es sobre todo provincial, con los gobernadores civiles como engranaje entre las cúpulas de los partidos y los notables locales y provinciales (caciques). Fórmula mantenida como red administrativa y política fundamental desde 1833 hasta la actual Constitución.

En la provincia de Huesca el caciquismo se mantuvo en la vida pública hasta hace poco. Caciques como Camo y algunos gobernadores civiles fueron ejemplos a nivel nacional. Bajo su control se produjo el aumento de los derechos de importación de los cereales, lo que provocó usos del suelo por los nuevos propietarios que retrasarían el desarrollo español.

Me interesa especialmente, por mi dedicación al tema, relacionar esos antecedentes con las causas y consecuencias del desarrollo de los territorios oscenses: lo que podría haber sido y no fue. Si las comunicaciones carreteras y ferroviarias, por ejemplo, hubiesen sido otras, el norte de la provincia se hubiera desarrollado de otra manera. Y no ha sido solo por las medidas, como aquel proteccionismo agrario, que le afectaron en el auge caciquil, sino por la íntima, aunque no intencionada, asimilación de un centralismo provincial que ha supuesto la preponderancia de los intereses capitalinos a la hora de tomar decisiones que afectan al resto del territorio, aunque le perjudiquen.

Al margen del sistema pactado de la alternancia en el poder, en el tiempo de la Dictadura se tomaron decisiones que también afectaron negativamente a los valles pirenaicos. Tal fue la construcción de los pantanos, creando un vacío entre el Pirineo y la tierra baja. En el caso del río Gállego bastó aplicar la anterior norma caciquil para dejar expedito “El Gran embudo de Monrepós”. Los pantanos cerraron los caminos al norte, menos el del Gállego, que ni siquiera los tuvo, y aislaron el territorio pirenaico.

Cuando les cuente los desmanes que hubo y los que están aún afectando al territorio oscense al abrigo de la inercia caciquil, se van a llevar las manos a la cabeza. El último, por ejemplo, retrasar quince años la autovía directa Lérida-Pirineo a su paso por Huesca, pretendiendo que diese un largo rodeo por el sur