Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

La lucha contra los ídolos

El órgano de la Iglesia San Vicente el Real.
El órgano de la Iglesia San Vicente el Real.
S.E.

LA IDOLATRÍA es el pecado más contumaz que acecha al hombre. Ahora mismo puede que estemos en la época en que más ídolos nos acechan y nos alienan; aunque es algo que viene de antiguo, ya en el siglo VIII a.d.C., en tiempos del profeta Oseas (8,4), este describe perfectamente lo que es un ídolo y el salmo 113 lo detalla: “tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, tienen boca y no puede hablar, tienen manos y no tocan y tienen pies y no andan”. No obstante, los ídolos de tiempos de Oseas eran fácilmente identificables, eran figuras o estatuas hechas de oro, plata o madera y por consiguiente eran más fáciles de combatir.

Por el contrario, en nuestra sociedad, los ídolos son de dos clases; tenemos los más fáciles de identificas; el poder, el dinero y el sexo, tanto es así que aun teniéndolos como ídolos somos conscientes de que no nos llenan y por lo tanto se pueden combatir con más o menos dificultad, pero se puede; pero hay otros ídolos mucho más sutiles como son un cantante de moda, un futbolista, un político, un deportista de élite o incluso cada uno de nosotros que puede considerarse un fuera de serie y caer en el narcisismo tan frecuente en nuestros días, que nos pueden tener sorbido el seso y no somos tan conscientes de que están ocupando en nuestro corazón el sitio que deberíamos tener reservado a Dios. Esta situación, a poco que seamos conscientes, además nos arrebata la paz porque no somos felices.

La principal arma para combatir a los ídolos es la misma que en tiempos de Oseas; la Shemá: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, co todo tu ser y con toda tu mente”. El mandamiento nos devuelve la paz y la confianza en el Señor que se refleja en el salmo 22: “El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar o nada me faltará”, ya que la primera traducción es un presente con aspecto de futuro. La palabra salmo, en hebreo Mizmor, proviene del verbo zamar que se traduce por: “cantar, alabar acompañándose de un instrumento”. Es, por tanto, una manifestación de alegría. Este salmo 22 que se atribuye al rey David, nombre que se traduce por: “el bien amado” y así cada uno de nosotros somos David para el Señor; comprender esto es imprescindible para encontrar la paz del corazón. Este salmo que es un himno de alabanza nos describe la solicitud del Señor: “ me haces descansar en verdes praderas, me sofocas la sed, me consuelas y estás conmigo, me acompañas con tu bondad” y ¿por qué nos regalas con tantas cosas? Porque Tú eres mi Pastor y yo la oveja preferida de tu rebaño. Es curioso que siendo nuestro Dios, el Señor de la paz y que continuamente nos lo recuerda, es su saludo a los Apóstoles y es la séptima bienaventuranza: Dichosos los pacíficos, sin embargo en toda la Escritura solo una vez aparecen juntas las palabras Yhwh y shalôm, Dios y paz (Jue, 6, 24), en el pasaje en que Dios se aparece a Gedeón y este para celebrarlo levanta un altar en ese sitio y escribe en él Yhwh- Shalôm.

La desobediencia de nuestros primeros padres les hizo perder la paz y con ello adquirieron la pesadumbre y culpabilidad por su pasado, la incertidumbre del presente y la angustia del porvenir por su condición de mortal y aquí es donde se hace medicina el salmo 22 : El Señor es mi Pastor que hace exclamar a San Agustín: “Oh Dios, bueno y todopoderoso, tu cuidas de cada uno de nosotros en particular, como si te ocupases de uno solo” (Confesiones III, 11) y eso significa que no es un Dios lejano sino que cuida de mí, estando a mi lado: “ Ya no os llamo siervos, sino amigos” (Jn. 15, 15) y este interiorizar en mi conciencia esta relación con el Señor, me permite encontrar la paz que me alejará de los ídolos.