Opinión
Por
  • Carlos García Martínez

Las décadas malditas y lo de después

El río Gállego vertebra la comarca de norte a sur.
El río Gállego vertebra la comarca del Alto Gállego de norte a sur.
S.E.

DESDE 1913, las aguas del Gállego, que fluyen desde la frontera, y las de su afluente, el Asabón, que lo hacen desde el puerto de Santa Bárbara, se confunden en el pantano de la Peña. Las presas que cerraron la foz de la Gorgocha, al elevar el nivel de las aguas, obligaron a modificar el recorrido de los accesos hacia el norte y a construir dos puentes, el del ferrocarril, de acero, camino de Canfranc, que se mantiene en perfecto estado, y el carretero, de hierro, hoy en estado lamentable, que abrió el itinerario internacional Zaragoza-Francia por el Gállego, por el que circuló el autobús regular durante décadas, sin pasar por Huesca.

Creo que se puede dar por hecho que, de no mediar las décadas malditas de aquel principio de siglo, se hubiera construido pronto una carretera desde ese último puente hasta Bailo, propósito que se cumplió en 1943, 30 años más tarde, convirtiendo en ruta nacional, por unos años, la comunicación más corta -y lo sigue siendo- entre el Mediterráneo y el País Vasco.

Pero entre esas dos fechas se vivieron las décadas malditas: La primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918; la revolución rusa de 1917 y la caída de los zares; la Pandemia de gripe de 1918-1920, también llamada gripe española, una de las pandemias más devastadoras de la historia humana, que acabó con la vida de 50 a 100 millones de personas, según las más altas estimaciones. Fueron años, además, de revueltas políticas generalizadas y conflictos coloniales.

En España se sufrían las guerras de Marruecos entre 1907 y 1927, mientras en la península se extendían los conflictos, de los que “La semana trágica” de Barcelona y la declaración del estado de guerra en Palma de Mallorca son solo una muestra. Y no es solo es Barcelona, donde la situación fue amenazadora durante años; en otras ciudades españolas, especialmente en Madrid, se producían enfrentamientos graves. En Zaragoza, sumida en el caos por las huelgas y desórdenes generalizados, el arquitecto municipal José de Yarza, su ayudante y otro ingeniero murieron por los disparos de un anarquista, y una plaga de langosta devoró durante más de dos años los cultivos, llegando a las calles de la capital

Años después, la Guerra Civil española, el nazismo y la Segunda Guerra Mundial conmovieron el mundo. Confiemos, y contribuyamos a superarlas ahora, recordando el pasado, las décadas malditas de este siglo, tan amenazadoras como aquellas.

Como decíamos más arriba, aquellas terribles décadas sucedían a partir de la apertura de caminos hacia el norte pirenaico en 1913, con la inauguración del Pantano de La Peña y de los puentes ferroviario y carretero que lo salvaban. Lo que prometían aquellas obras y se impidió, lo que sucedió después y por qué, será descrito en mi próximo artículo, que tratará de demostrar que no ha sido solo por medidas como el proteccionismo agrario en el auge caciquil, sino por la convicción, no intencionada para muchos, por considerarse como lo más natural, de un centralismo provincial, lo que ha supuesto, especialmente en las comunicaciones de la provincia de Huesca la preponderancia de los intereses capitalinos a la hora de tomar decisiones que afectan al resto del territorio, aunque le perjudiquen. Lo del famoso e imposible túnel del Vignemale como retraso y tapón de cualquier propuesta de TCP que enlazase Burdeos y Zaragoza, y la apertura y sucesivos trazados del paso por los altos de Monrepós son “momentos estelares” de la Historia del “Gran Embudo” oscense. A las pruebas me remitiré.