Opinión
Por
  • Julia Navarro

El baile

Sanna Marin.
Sanna Marin.
KIMMO BRANDT

En la progresista y civilizada Finlandia la Primera Ministra, Sanna Marin, se ha tenido que someter a un análisis para demostrar que no se droga. El resultado ha sido negativo. Y mientras tanto andan a la greña los defensores de Sanna Marin frente a sus detractores y todo a cuenta de un baile en una fiesta privada que ha sido ‘colgado’ en las redes. Lo que está claro es que ‘alguien’ de esa fiesta, es decir un amigo que ha resultado ser poco amigo o mejor dicho un ‘traidorcete’, ha filtrado el vídeo en que se ve a la señora Marin bailando. La verdad es que, vistas las imágenes, cuesta comprender que se haya organizado la ‘marimorena’ por un baile. Toda esta polémica me lleva a constatar la banalidad de la sociedad global en la que vivimos. Vaya por delante que personalmente me es absolutamente indiferente el baile de la Primera Ministra de Finlandia. Un baile que transcurrió en la intimidad de una fiesta particular, y fuera del horario de trabajo. De manera que no sé dónde está el escándalo. Eso sí, me parecen muy hipócritas los que en nuestro país para defender a Sanna Marin sacan a colación que un día se grabó a Mariano Rajoy bailando con una canción de Raphael. Es un argumento simplón y tonto. Lo cierto es que los políticos son como usted y como yo. Bostezan, bailan, tienen problemas con los hijos, se cansan, discuten con sus parejas, a algunos les gusta tomarse una copa o dos, a otros fumarse un puro, al de más allá la jardinería, al otro jugar al tenis, o simplemente dormir la siesta. Hay de todos porque ya digo que los políticos no son marcianos sino ciudadanos que se dedican a una profesión, la política, como el resto nos dedicamos a otros trabajos. La cuestión es que un Jefe de Gobierno nos representa a todos y por tanto su comportamiento debe de ser ejemplar. Pero ejemplar en el desempeño de su función, es decir no anteponer los intereses generales a los suyos propios y de su partido y no aprovecharse del cargo (ejem, ejem), entre otras muchas cosas. Pero en estas dos se resumen todas las demás. De manera que me parece un desatino desencadenar una polémica porque una gobernante baila, ríe y se divierte cuando está en el ámbito privado. Está en su derecho. Faltaría más. Yo creo que el único problema que tiene Sanna Marin es que entre su círculo de amigos hay uno que no lo es tanto, el que ha filtrado las imágenes del baile. Unas imágenes que lo único que muestran es a una mujer bailando, divirtiéndose junto con otros jóvenes. Quienes se escandalizan se lo debían hacer mirar. Son ellos quienes tienen un problema no Sanna Marin.