Opinión
Por
  • Antonio Casado

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Emiliano García Page
Emiliano García Page
Efe

Si el desprecio al adversario y las amistades peligrosas del presidente del Gobierno no hubieran confiscado su estrategia para la conservación del poder, ahora estaríamos hablando del paso de Pedro Sánchez por la asamblea general de la ONU, donde se están ventilando las grandes cuestiones que acucian al mundo. Básicamente, la guerra de Ucrania, la amenaza de la inflación sobre la economía occidental y la crisis alimentaria.

Pero a los observadores de la política nacional nos puede el morbo de profundizar en lo que la propia Moncloa reconoce como una estrategia diseñada para desacreditar a Núñez Feijóo en su condición de aspirante a la Moncloa. Sobre todo, si alguien con tanto kilometraje socialista a las espaldas como el presidente de Castilla-La Mancha y secretario general del partido en esa comunidad autónoma, Emiliano García Page, sostiene públicamente que esa estrategia va a perjudicar la marca PSOE en las urnas territoriales del próximo mes de mayo.

Solo el sentido de la disciplina interna impide que otras voces, en la estela discursiva de García Page, denuncien el personalismo de Sánchez, las amistades peligrosas del Gobierno y la agresividad de Moncloa y Ferraz contra el “insolvente” líder nacional del PP.

A esa disciplina apelan quienes han recibido con desagrado las declaraciones en las que Page denuncia la referida estrategia. La reacción de este no ha sido menos contundente: “Yo siempre cierro filas con mi partido, pero no estoy dispuesto a insultar a nadie ni a dejar de decir lo que pienso”, ha declarado después de referirse a Feijóo como alguien del que tiene “un buen concepto en lo político y en lo personal”.

Lo que ha hecho Page es expresar en voz alta lo que otros dicen entre dientes: que el tejido organizativo y político del partido está muy condicionado por el personalismo del líder y que las amistades peligrosas del Gobierno van a perjudicar a cientos de alcaldes socialistas en las elecciones autonómicas y municipales del año que viene.

A pesar de la resistencia del PSOE a dar cuartos al pregonero por sus problemas internos, los mensajes de García Page no caen en saco roto. De hecho, el malestar, aunque larvado, viene de lejos. Lo que está pasando ahora es que barones regionales y cientos de alcaldes socialistas creen que van a pagar en las urnas el desgaste del Gobierno.

Del discurso de Page, que no es ningún recién llegado, se deduce que la causa del PSOE está menos dañada por los “insolventes” que por los “disolventes” de Sánchez. Recordemos que UP se sienta en el Consejo de ministros como objetor declarado del orden constitucional. Y que los independentistas no se sientan, pero también ven el “régimen del 78” como una secuela del franquismo y esperan la ocasión de dinamitarlo.