Opinión
Por
  • Adriana Auset

La costista ignorada

El Archivo Histórico Provincial de Huesca integrará parte del legado de Joaquín Costa
 Joaquín Costa
G.A.

SOY ARAGONESA y costista de nacimiento, además de una idealista y una pobre ilusa. Normalmente me presento ante la sociedad con un carácter encantador, sin perjuicio de que cuando se me saca de mis casillas y digo basta, puedo resultar la peor pesadilla de cualquiera porque en perseverancia voy sobrada, es decir, que lo mío es para nota. Qué le vamos a hacer… nadie es perfecto. Lo asumo y prometo hacer todos los esfuerzos para superarlo.

Desde muy niña he vivido en Barcelona pero jamás dejé de visitar a mis abuelos, y más tarde a mi padre en Graus (Huesca). Sí, sí… he dicho Graus, también conocido popularmente como el pueblo de Joaquín Costa. De hecho, desde que tengo uso de razón, la figura de Costa envuelve a Graus como ninguna otra figura lo ha hecho antes. Que si la casa de Costa en la que vivió y murió, que si el monumento de Costa, que si homenajes en los aniversarios de su fallecimiento, coronas de flores, etc… y así se seguirá hasta el final de los tiempos, pero eso sí… no se construirá jamás la casa Museo tan implorada por mi familia durante 30 años en la famosa casa en Graus en la que vivió y murió este Ilustre aragonés. Eso también me ha quedado suficientemente claro.

Tengo la suerte de ser nieta e hija de los mayores guardianes de su legado en Graus por nuestra condición de familiares de Costa en la citada Villa. Desde mi más tierna infancia mi abuelo, José María Auset Viñas (1913-2007), sobrino-nieto de Costa y legatario del archivo y de la casa me hablaba de Costa, y no una o dos veces, sino siempre, todas y cada una de la veces en las que iba a Graus a visitar a mis abuelos. Nuestras conversaciones después de cenar, hasta altas horas de la noche, siempre acababan hablando de Costa, y no digamos lo que se intensificaron cuando se me ocurrió estudiar Derecho (aunque estoy convencida de que si hubiera estudiado Medicina o Ingeniería Aeroespacial mi abuelo me habría seguido hablando de Costa), porque una cosa me ha quedado clara… Costa era un sabio. Su mente era tan brillante y avanzada para la época, y su inteligencia tan única, que inevitablemente le condujo a ser considerado una de las figuras más relevantes de Aragón y, por ende, de España. Cuántas y cuántas veces recuerdo con nostalgia aquellas conversaciones después de cenar en la salita de mis abuelos en Graus, pasando por la adolescencia y ya en la edad adulta siendo Abogada en ejercicio, cuando mi abuelo me decía, “ven, siéntate aquí y cuéntame cómo van los pleitos”, para acabar siempre hablando de Costa. Y todas y cada una de las veces el abuelo me dejaba con la boca abierta, literalmente perpleja, porque no resultaba normal una inteligencia tan avanzada y privilegiada como la de Don Joaquín Costa, y no me refiero únicamente a su pensamiento moderno impregnado de libertad, completamente vigente en la actualidad, sino que me refiero a anécdotas de su casa, de su día a día que conocemos de primera mano, pues vivió y fue cuidado por mis bisabuelos, Ramón Auset Celaya y Carmen Viñas Costa, su sobrina carnal.

Por ellos sabemos que cuando Costa se acostaba por las noches dejaba una pluma y unas hojas en blanco que aparecían llenas de anotaciones cuando se levantaba al día siguiente. Que era tan generoso que en Graus no cobraba las consultas de Abogado ni de Notario. Que además de Doctor en Derecho y Filosofía y Letras, aprobó las oposiciones a Abogado del Estado, y que un día, al preguntar cuándo se celebraban las siguientes oposiciones a Notarías, y conocer que celebrarían en Granada en un mes, fue capaz de prepararlas y aprobarlas en ese corto espacio de tiempo y ser el número uno de la promoción. Aquellas conversaciones me encantaban, me permitían conocer a Costa como pocas personas lo han llegado a conocer. Y aún me gustaba más cuando el abuelo me repetía sus icónicas frases, como aquella que tanto me gustaba: “Soy dos veces español porque soy aragonés”. Mis charlas después de las cenas con el abuelo, al que tanto extraño, eran una fiesta constante, tanto para mí como para mis hermanos, por ser unos suertudos invitados y porque el abuelo siempre nos descubría facetas nuevas de Costa. Era inacabable, y si el sueño no nos invadía, le suplicábamos que abriera el mueble donde guardaba la correspondencia más relevante de Costa con personajes de la época. Era sólo una niña y ya me asombraba con cómo figuras de la política o intelectuales coetáneos le remitían cartas pidiéndole opinión, o exponiéndole sus obras. Hemos podido adivinar el carácter de personajes como Unamuno o Rosalía de Castro, o leer la carta manuscrita de Blasco Ibáñez presentándole su última obra Cañas y barro. Había cartas que nos encantaban y contenían anécdotas divertidas, como una de Ortega y Gasset que después de exponerle cuestiones políticas y firmarla escribe “PD: mañana me caso”. Nos hacía tanta gracia que buscábamos el borrador de respuesta de Costa a Ortega y Gasset y comprobábamos que Costa después de darle respuestas políticas y firmar el borrador de respuesta escribía “PD: Deseo que en esa gran lotería que es el matrimonio le toque a Vd. el premio gordo”. También fui testigo durante 30 años de cómo el abuelo escribió y ordenó una ficha de cada uno de los 50.000 documentos que configuraban el archivo de Costa en Graus, en unos años en los que escribir con ordenador se le hacía un reto imposible a un octogenario como él: “Lo hago para facilitar el trabajo a la Institución que adquiera el archivo en un futuro de cara a poderlo digitalizar”.

He sido toda mi vida testigo de cómo mi abuelo, primero, y después mi padre, José María Auset Brunet (1945-2018), han realizado todo tipo de intentos dirigiéndose a cuantas Instituciones y Organismos para la preservación del legado de Costa a través de la adquisición de su archivo personal y creación de un Museo y Centro de Estudios en la casa en Graus en la que vivió y murió. Y he podido comprobar cómo no recibieron más que buenas intenciones, pero decisiones concretas absolutamente ninguna, pues jamás el proyecto ha resultado prioritario para los diferentes Gobiernos a los que durante décadas mi familia se ha dirigido, que es la manera educada de decir que no nos han hecho ni puñetero caso. Ninguno, cero patatero. Y eso es algo que ya en vida de mi abuelo y de mi padre se escapaba de mi comprensión, porque que no hagan caso a alguien que pida un museo por haber tenido una aparición mariana se puede entender, pero con Costa, del que es de sobras conocida su talla intelectual y su altura moral, se escapa de mi raciocinio, sinceramente no me alcanza, no llego.

En 2018 tras fallecer mi padre, repentinamente y sin tiempo para prepararnos, cae en manos de mis hermanos y mías el legado intelectual de Costa y su casa en Graus en copropiedad con los hermanos Teban, primos de mi padre. Así, de la noche a la mañana, nos tenemos que hacer cargo de todo su archivo y de su casa, viviendo en Barcelona. Un honor para esta costista idealista y aragonesa de nacimiento, y un marrón, como vulgarmente se dice, para una Abogada autónoma y madre monoparental que es esta pobre ilusa a la que le ha dado por escribir estas líneas.

Pero yo no podía olvidar a Costa, además mi padre me redactó una dedicatoria en un cuento que me regaló por mi octavo cumpleaños, hace muchos años ya, titulado “Soy Aragonés” que decía: “Aprende a conocer y a amar tu tierra para que tú también hagas Aragón”. Así que de esta forma, y con los brazos en jarra, pues yo no soy tan educada como mi abuelo y mi padre, me planté en febrero de 2019 en Zaragoza a denunciar ante el Departamento de Cultura y Patrimonio de la DGA la dejadez con el tema del legado y la casa de Costa en Graus. Me pasé días después resumiendo por escrito -como no tengo nada más que hacer en esta vida- todos los intentos de mi familia por conseguir la construcción de la casa Museo y Centro de estudios en Graus, remitiendo documentación al respecto y manifestando, que es lo mismo que decir amenazando, que o se hacía ahora o nunca, y que nosotros no íbamos a esperar otros 30 años.

Afortunadamente, sí hemos podido transmitir y vender el archivo personal de Costa en Graus al Ministerio de Cultura el pasado año 2021, con el compromiso verbal de depositarlo en el Archivo Provincial de Huesca, y eso es algo que me hace feliz, porque si algo querían mi abuelo y mi padre, es que el archivo si se vendía no saliera de Aragón. Así que primera misión cumplida, y eso me enorgullece hasta el infinito y más allá de una forma inimaginable. Las relaciones con el Estado en cuanto a la adquisición del archivo han sido ágiles y fluidas, pero con los diferentes Gobiernos de Aragón de las últimas décadas no hay forma en lo que se refiere a construir un Museo y Centro de estudios en la casa de Joaquín Costa en Graus, pues no recibo más que silencios reiterados, o lo que es lo mismo, me siento ninguneada. Siempre hay buenas intenciones pero nunca se ejecuta nada y al final jamás hay respuestas pues no les resulta un proyecto prioritario. Y sigo sin entender absolutamente nada. Soy capaz de entender que gobernar no debe ser tarea fácil, pero que después de que se aprobara en las Cortes de Aragón una Proposición no de Ley en junio de 2016 por unanimidad de los grupos parlamentarios para promover y preservar el legado de Costa en Graus a través de su casa Museo, siga sin hacerse nada y sigamos sin obtener respuesta, no soy capaz de comprenderlo. Esta dejadez ha podido ya con mis fuerzas y de lo único que tengo ganas es de exponer mi impotencia, indignación y decepción a los cuatro vientos y en todos los idiomas. Porque hablamos de Joaquín Costa, no de cualquiera que pasa por la calle reclamando imposibles, así que hasta aquí hemos llegado, la casa se vende y tiramos la toalla.. “désolé” como dicen los franceses, “fed up” como dicen los británicos, así me siento. Y lo peor es que ya no tengo esperanzas, sólo me conforta saber que el archivo quedará unificado en el Archivo provincial de Huesca, y que será digitalizado para alcance y conocimiento de aquellos a los aún interesa el pensamiento y la obra de Costa, que no son pocos. Acabo con una de las citas que más me gustaba de Don Joaquín: “lo que interesa de mí, si es que algo puede interesar, es lo que he hecho y lo que he escrito; y eso, si las gentes lo conocen a nadie tengo que recordárselo; y si no lo conocen, será que no valga la pena, y entonces tampoco parece justificado que se les recuerde”. 

Adriana Auset, descendiente de Costa