Opinión
Por
  • José Sanmartín Sopena

¿Ni cazar, ni comer carne?

La carne para el mercado chino, clave en la fortaleza de las exportaciones
Carne dispuesta para el consumo.
S.E.

En el actual Gobierno de España hay ministros que, harían bien en callarse, en vez de decir disparates. ¿Cómo se atreve un ministro a decir que no se ha de comer carne? Estarán contentas las personas que trabajan como: ganaderos, granjeros, veterinarios, en mataderos, carniceros, supermercados, hoteles, restaurantes, etc., cuando se les dice que no hay que comer carne. No siendo experto en esas materias ¿Qué asesores le han aconsejado decir eso?

Lo correcto hubiera sido decir que hay que comer carne con mesura. Carne que sea de calidad y bien criada, engordada, sacrificada y conservada. Precisamente esas son algunas de sus funciones, que a los ciudadanos nos lleguen los productos en condiciones. Las palabras de un ministro pueden hacer mucho daño a un determinado sector (en este caso al de la carne), y desviar a los clientes-ciudadanos hacia otro sector. No creo que eso sea función de un buen ministro. Que luego, el Presidente, haya querido quitarle importancia al asunto, diciendo que donde haya un buen chuletón de ternera, en su punto, sobra todo lo demás, no acalla las no muy oportunas palabras del que, todavía, es su ministro.

El hombre pertenece al reino animal (somos animales, unos más que otros). Hay muchas especies de animales (leones, tigres, leopardos, hienas, lobos, etc.,) que solamente comen carne y están sanos durante toda su vida. Si fuese malo comer carne, esas especies ya se habrían extinguido. Los humanos, durante siglos, se alimentaron esencialmente de carne y no se extinguieron. Hay que respetar a las personas que no consumen carne, ni nada que tenga ojos. Pero una cosa es respetar y otra muy distinta es darles la razón. Todo lo que se come en exceso puede convertirse en nocivo para la salud. También hay grupos, que apoyan al gobierno actual, que proponen prohibir la caza en todas sus modalidades y en toda España. Parece que, otra vez más, el verbo prohibir es el único que saben conjugar (pero ellos no se prohíben nada).

Aquí, en La Ribagorza, ya quedan muy pocas cosas a limitar o prohibir: no se podrá cazar, no se puede pescar, ni coger caracoles, ni coger setas, ni tener gallinas y conejos, etc., etc. En los pueblos pequeños, que son la mayoría, viven muchas personas mayores con pensiones muy bajas, de menos de 750 euros al mes. Han cotizado como autónomos o al Régimen Especial Agrario y no les ha correspondido más. Las hay que malviven en sus casas viejas, sin calefacción, con los achaques propios de la edad, con escasa movilidad, sin ayudas. En vez de preocuparse por la forma en que viven esas personas y tratar de ayudarles, les visitan para contarles las gallinas y advertirles de que solamente pueden tener seis y que no pueden vender ni gallinas, ni huevos ni pollos. Esa gente es mayor, pero no idiota, y les han contestado que está bien, que no lo venderán, pero lo pueden regalar (cosa que nadie les puede prohibir). Así que, en esta España nuestra, que algunos predican que va bien, se sigue limitando, imponiendo y prohibiendo cada vez más cosas. Con ello logran hacer más difícil la vida en los pueblos. ¿Es así como piensan arreglar lo de la España vaciada? ¿No estarán completamente equivocados, en su forma de actuar?

Volviendo al asunto de la prohibición de la caza, me voy a referir a una especie: el jabalí. Han proliferado tanto que, de no reducir su número, acabarán comiéndose a las personas.

Hurgan ya junto a las casas habitadas. No tienen miedo de nada, ni de espantapájaros, ni de disparos, ni de la gente. Por las ciudades se han visto ya en TV piaras de jabalíes recorriendo las calles y volcando contenedores para buscar comida. Algunos bosques están ya convertidos en campos (totalmente hurgados) y se podría sembrar patatas allí o usarlos como huertos. Los daños que esos animales producen en los maizales y otros cultivos son incalculables. En las vías de comunicación, los jabalíes, al entrar en forma inesperada, provocan accidentes muy graves (a veces mortales). Los jabalíes van camino de extinguir todas las especies de aves que anidan en el suelo: urogallos, perdices, codornices, etc. Comen sus huevos y sus pollos (y a los padres, si tienen ocasión de hacerlo). Obviamente, para acabar con esta plaga de jabalíes habría que autorizar su caza durante todo el año y además, dar una subvención a los cazadores, por cada pieza abatida.

Limitar, imponer y prohibir no soluciona absolutamente nada. Lo único que logra es hacer más difícil la vida de la gente de los pueblos (que antes obtenían recursos de la naturaleza). Hay que recordar que, si gozamos de una naturaleza exuberante, en esta zona de La Ribagorza, es porque la gente que vive en los pueblos la han respetado durante siglos, no por las actuaciones realizadas (casi todas nefastas), ni por las ayudas y subvenciones otorgadas por los que nos mandan.

Como conclusión inequívoca: comer carne sí, prohibir la caza no.