Opinión
Por
  • Ángel Pérez

Ocho años en la Diócesis de Barbastro-Monzón

La catedral de Barbastro se ha llenado para este acto.
Eucaristía en la catedral de Barbastro.
A. H.

El 27 de diciembre se cumplió el octavo año de mi nombramiento como obispo de la Diócesis de Barbastro-Monzón. Agradezco al Señor las innumerables bendiciones y muestras de afecto y apoyo que a través vuestro me ha regalado. También valoro la ayuda desinteresada que Dios nos ha brindado a través de no pocos amigos comunes de fuera (Diego, Elena, David, José María, Isidro, Luis, Alberto, Carlos, David, Florencio, José Miguel, José, Eduardo, Luis, José Ramón, Emilio, José Juan, Pablo, Concha, Inmaculada, María Victoria, Marcos…) que sintieron como propia la encomienda que me hiciera el Papa y han luchado denodadamente por ayudarnos a resolver con gran profesionalidad y altura de miras los diferentes problemas que han ido surgiendo y que no hemos tratado de rehuir ninguno.

Doy por bien empleado tanto sufrimiento e incomprensión ante la urgente necesidad de reestructurar pastoralmente nuestra diócesis para poder armonizar y coordinar con los efectivos humanos que disponemos las necesidades reales que tenemos. Siento no haber sabido ser en todo momento el pastor de todos que se hace cordero para dar la vida por sus ovejas. Pido perdón a quienes involuntariamente no haya sabido acoger, escuchar, entender, querer, valorar o apoyar como ellos esperaban.

Vamos caminado, pasito a pasito, en este proceso de conversión, acorde con el modelo eclesial propuesto por el Concilio Vaticano II y dinamizado actualmente por el papa Francisco a través de su ‘Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium’. El mapa que marca nuestro rumbo diocesano está recogido en las dos cartas pastorales escritas por los obispos de Aragón: la primera, ‘Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo en Aragón. Las unidades pastorales: instrumentos de comunión para la misión’, y la segunda, ‘La Iglesia en Aragón al servicio del mundo rural. Nazaret era un pueblo pequeño’. Contamos además con el libro de Luis Rubio, ‘Nuevas vocaciones para un mundo nuevo’, fruto de la reflexión que en su momento hicieron los Institutos de Pastoral Vocacional de la Hermandad en la Iglesia.

Y el folleto escrito por él para las diócesis de Aragón sobre ‘El animador de la comunidad cristiana’. Junto a estos materiales nos hemos servido de tres imágenes muy elocuentes: La imagen de la orquesta (Barbastro-Monzón en clave de sol) con la que se visualiza que somos una única y gran familia de familias, con diferentes miembros (instrumentos), cada uno de ellos únicos e irrepetibles, todos necesarios e importantes (con su timbre característico); las barajas donde se visualizan los cuatro ámbitos pastorales (anuncio, caridad, celebración y comunión) y los 92 servicios pastorales diferentes que se están ofreciendo en la diócesis; y la matrioska donde se visualiza que en la comunidad cristiana más pequeña o perdida en nuestra extensa geografía se halla contenido íntegramente el ADN que nos identifica como pueblo de Dios.

El folleto de las ‘Unidades Pastorales’ visualiza los servicios religiosos que se están ofreciendo en el ámbito celebrativo en cada una de las ocho unidades pastorales que integran los 254 campanarios (las antiguas parroquias). El decreto del 1 de septiembre de 2021 no hizo sino plasmar por escrito lo que se venía haciendo en cada arciprestazgo. Cuando presentamos nuestro modo de caminar colegialmente (sinodalmente) hablábamos de un milagro hecho realidad. Y en la nunciatura cuando mostramos el dossier de nuestra diócesis para la visita ‘ad limina’ se mostraron gratamente satisfechos por el esfuerzo que estábamos realizando eclesialmente.

Al terminar el año 2022, a modo de ejemplo, hago un elenco de algunas de las actividades que se han realizado con la única pretensión de dar gracias a Dios por el camino recorrido y pedirle fuerzas a Dios para seguir venciendo todos los obstáculos y resistencias que nos puedan poner: este año hemos sido anfitriones de dos importantes citas nacionales, las Jornadas de Pastoral Gitana y la cuadragésima edición de las Jornadas Nacionales de Patrimonio Cultural de la Iglesia, centradas en el desarrollo local y el patrimonio.

Un patrimonio que nos ha dejado la rehabilitación de la iglesia de San Pedro de Binéfar, que en 2023 se pintará gracias a la acción de voluntarios, la reapertura de la Torre de la Catedral de Barbastro, y la nueva descripción museográfica de nuestra cajita mágica (el Museo Diocesano) con las obras recuperadas de las parroquias aragonesas. En febrero, si Dios quiere, tendrá lugar en Barbastro el VIII Congreso Nacional de Cofradías.

Nuestras 254 comunidades cristianas (antiguas parroquias) se han reajustado en ocho unidades pastorales (una parroquia integrada por varias parroquias) con sus equipos laicales y sacerdotales en clave misionera que las están sirviendo de manera coordinada con los animadores de la comunidad, voluntarios de Cáritas, Manos Unidas y Pastoral de la Salud, catequistas, profesores de religión, equipos de liturgia, grupos apostólicos y movimientos, cofrades.... Una reestructuración que también ha afectado a Cáritas en Barbastro y Fraga, con su cambio de sede en los salones del templo de San José y de San Pedro.

La Hospitalidad de Lourdes ha celebrado sus bodas de plata como peregrinos, volcándose de lleno a partir de este año en la atención a nuestros enfermos y ancianos de cada una de las unidades pastorales. Nuestro trabajo sinodal se ve reforzado por la conciencia, aunque lenta, firme y convincente de renovación y conversión que sobre todo trata de cambiar la mentalidad de los corazones de toda nuestra feligresía. Se ha redactado un Plan Mariano de Evangelización Diocesano para impulsar y adecuar eclesialmente nuestra devoción a la Virgen como mediación para el encuentro con el Señor.

Como broche de oro, en agosto, tuvo lugar la peregrinación a Santiago con 65 jóvenes de nuestra diócesis y en noviembre la apertura de la Causa de Beatificación del siervo de Dios Feliz Sánz Lavilla y 251 mártires más de nuestra diócesis: 210 sacerdotes, cinco seminaristas, tres clarisas y 34 laicos, asesinados en la Guerra Civil. A ellos, y a nuestros 79 beatos mártires, con el obispo Florentino a la cabeza, entregamos el año vivido y encomendamos el que vamos a comenzar.