Opinión
Por
  • Fernando Jáuregui

Políticos de antes para la nueva era

Alberto Núñez Feijóo.
Alberto Núñez Feijóo.
Juan Carlos Hidalgo/EFE

Me ha parecido notar una cierta euforia en el seno del Partido Popular ante el anuncio de que Borja Samper será el portavoz ante la campaña electoral. Samper, lo mismo que su amigo y coautor Eduardo Madina lo es en el Partido Socialista, era hasta ahora una promesa ya retirada, un cierto referente, un político bienintencionado y aún joven caído por su propia decepción con la manera de hacer las cosas en su formación. Personalmente, me alegra su regreso, como me alegraría el de otros muchos personajes muy válidos, tanto en el PP como en el PSOE. Por ejemplo...

Por ejemplo, Iñigo de la Serna. El ex ministro ‘popular’ aceptó recientemente reintegrarse a la política activa: parece que las comparecencias electorales provocan cierta nostalgia en quienes se dedicaron a la vida pública y luego huyeron de ella, hartos y un punto escandalizados ante las puñaladas ‘amigas’. Que Feijoo haya empezado a llamarles, y que al menos algunos de ellos acudan, puede, espero, significar un principio de deseo de regeneración. No todos los antiguos en el PP -y pienso muy especialmente en Pablo Casado o en Soraya Sáenz de Santamaría, entre otros-- son personajes desechables, ni mucho menos. Deberían aún tener un papel destacado que jugar en esta indudable nueva etapa que afrontamos, guste o no a quienes quieren hacer tabla rasa con ese pasado de ‘espíritu del 78’.

Diré aún más: me paree que no estaría mal que los actuales rectores de la política española meditasen muy mucho en esta regeneración, que tiene que venir por la vía de las personas que se incorporan o reincorporan a la cosa pública. Y debo reconocer que creo que, en este sentido, en el PSOE se dan síntomas alarmantes de esclerosis: no de otra manera puede interpretarse que sea Santos Cerdán, el secretario de Organización del partido, cuya virtud más notable es la fidelidad al jefe máximo, sea quien se encargue de preparar una carrera a las urnas que debería consistir en mucha menos sal gorda, con casi ningún conflicto, fin de esa política que yo llamo ‘testicular’, y mucho más razonamiento, diálogo y cooperación en lo que sirva para el avance del país.

Ya sé que esto último no está de moda, y que en nuestra política aún prima ese ansia de acumulación de poder personal que parece que, por ejemplo, va a caracterizar el inminente congreso de Ciudadanos, que un día ocupó el tercer puesto en el ‘ranking’ de la política española y pudo haber facilitado gobiernos de centro-derecha o de centro-izquierda que nos hubiesen evitado las contradicciones y sinsentidos actuales. Pero no fue así, lamentablemente. Sobre todo, porque España sigue necesitando fuerzas moderadas en el centro, partidos bisagra capaces de aliarse con PSOE o con PP para formar gobiernos templados, lejanos de los extremismos populistas que a derecha e izquierda nos acechan y que, desgraciadamente y merced sobre todo a una normativa electoral que considero equivocada, son actualmente necesarios tanto para socialistas como para ‘populares’ a la hora de formar mayorías de gobierno.

Y creo, en este sentido, que, lo mismo que parece estar empezando a hacer el PP, no estaría de más que el principal partido gobernante echase la vista atrás en busca de la recuperación de algunos de sus mejores activos, hoy alejados en el ostracismo o en una rentable vida privada. Políticos de antes para calmar las crispaciones de la nueva era. Gentes experimentadas en el uso del poder curadas ya de ambiciones juveniles, capaces de situarse ante el líder y decirle aquello de ‘recuerda que eres mortal’. Volved todos -bueno, por lo menos los mejores-, que os perdonamos. Porque aquí deben caber todos los de antaño, y no solo los trepadores de hogaño.