Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

Salvad al PSOE

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
EFE

Este año 2023 va a haber elecciones y me parece que serán unas de las más importantes de todas las que he conocido en mi vida. Siempre he pensado que votar a alguien es un acto de fe en el que cada cual otorga su plena confianza a alguien que no te conoce y a quien tú probablemente tampoco, para que tome decisiones en tu nombre. Por eso y porque soy partidario incondicional de la democracia, hace tiempo que he llegado a la conclusión de que la principal utilidad de las elecciones es que permiten sacarte de encima a un dirigente que ha probado ser rematadamente malo, en caso de que no quiera irse por su cuenta. Eso es una de las cosas que nos diferencia esencialmente de las dictaduras, en las que los ciudadanos están obligados a aguantarse con lo que les cae encima.

En el caso que nos encontramos en España actual, que si es una democracia, estoy seguro que la inmensa mayoría va a ir a votar (municipales incluidas) como si fuera un plebiscito sobre Pedro Sánchez, es decir, a favor o en contra. Por eso lamento que muchos buenos gestores que conozco y que han hecho carrera política bajo las siglas del PSOE se vayan a ver emponzoñados por el abrumador rechazo que suscita el actual presidente del Gobierno. Sé que son personas razonables, que han hecho una gestión ordenada y beneficiosa en la presidencia de diputaciones provinciales, de ayuntamientos o de comunidades autónomas como esta, pero me da la impresión que les va a pesar como una losa de plomo reforzado llevar la misma bandera que Pedro Sánchez. Incluso en el caso de que hayan mostrado algún gesto de contrariedad en ciertos momentos, como ha hecho tímidamente Javier Lambán, a estas alturas el paisaje de devastación que rodea al balance del Gobierno es demasiado abrumador para que eso vaya a cambiar mucho las cosas para ellos.

Hace unos días estuve hablando con una antigua eurodiputada socialista, figura importante en el PSOE en periodos anteriores y que como otros militantes está horrorizada con lo que está haciendo el Gobierno, empezando por las leyes que se han sacado de salva sea la parte esa banda de ministras y secretarias de Estado que encabeza el prodigio de necedad que ejerce como responsable de Igualdad. Su irritación es tal que se lo va contando hasta a los taxistas, pero es incapaz de señalar públicamente al presidente del Gobierno a pesar de las arcadas que le produce siquiera pronunciar su nombre. En mi opinión -y así se lo hice saber- tienen en sus manos la posibilidad de salvar al PSOE de esta catástrofe, pero para ello tendrían que estar dispuestos a sacrificarse a sí mismos ahora, dar la cara ante los españoles en nombre de ese partido que jugó un papel esencial en la transición y en la modernización de España y que seguirá siendo necesario en el futuro cuando termine este periodo de tribulaciones.

Entiendo que estas personas tienen familia, hipoteca, recibos que pagar y eso sería una heroicidad al alcance de poca gente porque aún en su caída, saben que Sánchez les haría la vida imposible, así que se callan y aguantan agazapados. Es una lástima, porque me da la impresión que cuando llegue el momento del derrumbe, no tendrán tampoco argumentos para saltar del Titanic cuando empiece a hundirse. Todos intentarán señalar a Sánchez como responsable del completo desbarajuste en que ha convertido el panorama político e institucional y entonces hasta quienes ahora le defienden intentarán justificarse diciendo que no tenían más salida, lo que dejará al PSOE en medio de un revoltijo de rencores y desconfianzas.

Por ello le insistí a mi interlocutora que si quieren evitar el hundimiento total del PSOE, todos aquellos socialistas que son conscientes de que Sánchez está causando un daño enorme a los cimientos institucionales del país, desde Felipe González hasta el último militante, deberían levantar la mano de forma clara e indeleble y decir que no pueden apoyar todos los desmanes que se están deslizando a las páginas del BOE y que no cuenten con ellos. Sean muchos o pocos, al menos que salven el honor de un partido necesario para España. De otro modo, cuando Sánchez salga de La Moncloa irán ellos mismos también en el paquete y no quedará nadie para sostener a esas siglas. Y a los que creen que pase lo que pase el PSOE sobrevivirá, les aconsejo que se miren dónde está ahora el partido socialista francés, si son capaces de encontrarlo.

Que el PSOE perviva le interesa incluso al PP. Lo mejor que nos podría pasar es que la política volviese al bendito tiempo del bipartidismo en el que todas las grandes cuestiones necesitaban el consenso de las dos principales fuerzas políticas. La llegada de los radicales de Vox o de Podemos no ha servido más que para fragilizar a los partidos moderados o para intoxicarlos con el veneno de la confrontación, de modo que ahora dedicamos más tiempo a gestionar la política que a resolver los problemas de los españoles. Sánchez está en su recta final y su caída será no solo inevitable sino terrible. No aspiro a suavizarla, nada más pretendo ayudar a que quede algo útil para España debajo de la ruina que se avecina para este partido.