Opinión
Por
  • Charo Zarzalejos

Dosis de recuerdo

Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco en una imagen de archivo.
Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco en una imagen de archivo.
E.Press

El lío, que diría Rajoy, de Castilla y León no creo que pueda aislarse de la postura de Vox en Madrid en donde, no se sabe bien por qué, ha impedido la aprobación de presupuestos. Vox se ha venido arriba tratando de poner en un brete al PP y si Feijoo no es Sánchez, cosa obvia, desde ya mismo Génova debe poner por escrito las líneas rojas que de ninguna de las maneras va a consentir que Vox sobrepase.

Pese a que no hay acuerdo y que Mañueco ha garantizado la libertad absoluta de las mujeres para decidir sobre la suerte de su embarazo, el Gobierno central se ha agarrado como a un clavo ardiendo cayendo en una sobreactuación que ya roza lo patetico. El Gobierno se agarra a las palabras de Gallardo y obvia las de Mañueco e incluso las de Feijóo que, no hay que engañarse, es el objetivo real de Moncloa. Para mantener la tensión es necesario dar más crédito a Gallardo que a Mañueco.

Es lógico que el Ejecutivo central vele por el cumplimiento de la ley y por el respeto a los derechos de las mujeres, pero ocurre que cada vez que exige con la contundencia que estamos viendo que Feijoo se pronuncie, de manera casi instintiva, algunos silencios de Sánchez se vuelvan atronadores. Las reclamaciones del Gobierno al PP se están convirtiendo en una dosis de recuerdo de los atronadores silencios de Moncloa.

El Gobierno puede enviar el requerimiento que considere oportuno sobre un protocolo fantasma, pero, claro, está exigencia nos hace recordar que no ha ido requerimiento alguno a la Generalitat cuando trata de burlar y burla sentencias firmes de los tribunales. Nadie del Gobierno requiere a Aragonès que cumpla con su deber institucional de no dar plantón sistemático al Jefe del Estado. Ni que decir del silencio apoteósico ante determinadas declaraciones, bien insolentes, de su socio morado. Para más inri, Sánchez no puede cesar a ningún ministro de Podemos en una clara e insólita renuncia a las competencias propias de un jefe de Gobierno y que me gustaría que mi presidente pudiera ejercer con libertad.

El PP ni puede ni debe aproximarse siquiera a este modelo de silencios calculados y sorprendentes. No hay coalición fácil, es verdad, pero si es posible establecerlas con reglas claras, con conciencia de disciplina interna y, sobre todo, con lealtad. Si el PP quiere hacer creíble su apuesta por la serenidad desde ahora mismo debe dejar claro ante los ciudadanos y, sobre todo, a su eventual socio si los números le hacen necesario, que si bien las discrepancias son lógicas, lo que no es presentable, lo que los españoles no nos merecemos son espectáculos como el de Castilla y León.

Mañueco debe medir sus pasos pero no dejar que su paciencia se colme. Si tiene que romper que rompa y si tiene que ir a elecciones que vaya aun cuando se arriesgue a no obtener los resultados deseados. Debe tomar decisiones que le distancien de las complacencias que vemos que el presidente del Gobierno tiene con sus socios imprescindibles. Y debe hacerlo porque o Vox se entera de que no puede convertirse en el gendarme del PP o episodios como el vivido en Castilla y León se repetirán en los próximos meses.