Opinión
Por
  • Fermín Bocos

Un enemigo del pueblo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
EFE

LA TÁCTICA es conocida: cuando un Gobierno o un partido tiene que afrontar un escándalo intenta desviar la atención de la opinión pública levantando una cortina de humo. La secuencia está en la crónica de los últimos días. Así que trascienden los primeros y escabrosos detalles de un caso con fuertes indicios de corrupción que salpica a un diputado canario del PSOE -Juan Bernardo Fuentes Curbelo, el “Tito Berni”- el partido le obliga a dimitir pero el cortafuegos no apaga el incendio porque se filtra el sumario y la indagatoria judicial pone al descubierto una serie de nuevos detalles que salpican a una decena de diputados socialistas. La juez tropieza con la negativa de la Fiscalía a solicitar prisión para el investigado, por lo que sigue en libertad a diferencia de otro de los investigados, un general de la Guardia Civil que sí ingresa en la cárcel, pero el escándalo ya es imparable y copa las portadas de los medios y abre los telediarios.

¿Qué hacer frente a semejante roto en términos de reputación para el PSOE a noventa días de las elecciones? Lo de siempre: buscar algo que permita desviar la atención. Y lo encuentran en el anuncio de que Ferrovial una empresa española devenida en gran multinacional que se dedica a la construcción ha decidido trasladar su sede a los Países Bajos. La política fiscal holandesa es menos gravosa que la española pero la empresa seguirá pagando impuestos en España porque aquí sigue manteniendo una plantilla de más cinco mil trabajadores. En otras circunstancias el anuncio no habría dado pie a portadas de medios más allá de la prensa salmón. Ahora sí, porque el “caso Ferrovial” le está permitiendo al Gobierno socialista desviar la atención del caso del “Tito Berni” y el dudoso comportamiento de algunos de sus diputados en plena pandemia.

Que una empresa española decida trasladarse a otro país de la Unión Europea, en principio, debería impulsar a nuestros gobernantes a preguntar a sus directivos por las razones que les han llevado a tomar esa decisión intentando convencerles para que la reconsideran. No ha sido así. La reacción, a mi modo de ver desmedida, ha sido un coro de reproches de tono inquisitorial encabezado por el presidente del Gobierno y seguido por varios ministros. Reproches en la estela del lenguaje populista de Podemos muy dado, como se sabe, a demonizar a los empresarios. Citando por su nombre a un empresario y señalándole poco menos que como enemigo del pueblo no conseguirán tapar el escándalo del “Tito Berni”. l