Opinión
Por
  • Julia Navarro

Una lección

El Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu
El Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu
Efe

En mi opinión uno de los acontecimientos políticos más importantes de los últimos tiempos es la “rebelión” social que se viene produciendo en Israel contra el primer ministro, Benjamín Netanyahu, por su controvertida reforma para someter el Poder Judicial al poder político. Una rebelión en la que ha venido participando la sociedad entera, desde sindicatos a empresarios, desde exsoldados, desde estudiantes a profesionales liberales, desde parlamentarios a políticos de todo el espectro incluido el Likud, el partido de Netanyahu y que le ha llevado a este, al menos por el momento, a parar su controvertida reforma.

Todo empezó cuando el controvertido ministro de Justicia, Yariv Levin, presentó una reforma del sistema judicial en la que el plato fuerte pasa, nada menos, porque el Parlamento puede anular por mayoría simple las resoluciones del Tribunal Supremo. Y por si fuera poco, tener en la mano la posibilidad de nombrar a jueces afines al Gobierno. Pero además, el escándalo también tiene otro protagonista, Aryeh Dei, ministro ultra religioso procesado y condenado por delitos financieros, lo que le impediría formar parte del gobierno puesto que ha sido inhabilitado por el Tribunal Supremo, pero con la pretendida reforma, la decisión del Supremo queda en papel mojado porque prevalece la decisión política.

En realidad lo sorprendente no es el intento de Netanyahu de gobernar a la manera de los autócratas, sino la respuesta de la sociedad israelí que, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, jóvenes y mayores, incluido el presidente del Estado, Issac Herzog, han plantando cara a esta reforma que pone en peligro el sistema democrático del que ha hecho gala Israel. Porque si hay un hecho incontestable, hasta ahora, es que Israel es el único país democrático en Oriente Medio.

La cuestión de fondo es que Benjamin Netanyahu tiene varias causas pendientes de acusaciones de corrupción y con esta reforma sus problemas judiciales se desvanecerán. Por tanto es una reforma ad hoc a sus intereses. Pero además, es una reforma que pone en peligro la democracia puesto que intenta someter al Poder Judicial al Poder Político. Una tentación totalitaria, sin duda totalitaria. Pero los ciudadanos de Israel vienen dando toda una lección saliendo a la calle para plantarse ante este intento descarado de manipular y mangonear el sistema judicial puesto que pondría en riesgo una de las bases de la democracia.

Con estas protestas los manifestantes están defendiendo la razón de ser de su propio Estado y sobre todo, la convicción de que en su estado prima el imperio de la Ley.

Defender algo tan primordial le ha costado el puesto al hasta ahora ministro de Defensa, Yoav Gallant. Y que Gallant alzará la voz no ha sido baladí porque es uno de los representantes de las fuerzas de la derecha. Pero la democracia es la democracia más allá de que se milite en un partido de izquierdas o de derechas, y esa es la lección que están dando los ciudadanos de Israel.

Por el momento Benjamin Netanyahu ha decidido “aplazar” la reforma y dialogar, o al menos eso ha dicho, con quienes se oponen a ella.

Veremos si es capaz no sólo de aplazar la controvertida reforma sino, lo más importante, rectificar y dar definitivamente marcha atrás.