Adiós, San Lorenzo, adiós

LOS PASOS lentos y acompasados de la Ofrenda de Flores y Frutos a San Lorenzo, marcan las últimas expresiones silenciosas de fervor laurentino y el preludio del fin de fiestas. En este colorido paseo, lleno de reencuentros, de cruces de miradas entre el público y los participantes, se comparte una tradición que sigue siendo uno de los actos más esperados de las fiestas de Huesca. A pesar de que conducen al final, los rostros de alegría se suceden en uno de los últimos gestos de pasión laurentina. Los ojos vidriosos llegaban después, con el ‘Adiós, San Lorenzo, adiós’, mientras las pañoletas tensas entre las manos se movían al unísono para despedir al santo que se guarda en la basílica hasta el año que viene. Es un acto breve, pero de gran intensidad, que sirve a modo de duelo, poco antes de que una poderosa traca final diera paso a la quietud y a la tranquilidad, a pesar de que las atracciones sigan girando. La ciudad recobra poco a poco la calma, después de siete días en los que Huesca nunca duerme, porque siempre hay gente de fiesta. San Lorenzo es de esas fiestas patronales que se sienten nada más asomarse a la ciudad, una ciudad que se vuelca, que se transforma durante unos días para compartir un sentimiento y disfrutar de unos actos.
Con la traca final, muchos oscenses hacen balance de lo vivido y, al margen del individual, como ciudad ha sido muy positivo -aunque ha habido denuncias por presuntas agresiones sexuales y por violencia de género, que no se pueden obviar-. A falta de datos concretos, Huesca podría haber llegado a duplicar su población: han llegado muchos visitantes, ha disfrutado gente de todas las edades... Las fiestas de San Lorenzo están muy vivas. ¡Viva San Lorenzo!