Jánovas revive

LA MÚSICA vuelve a sonar en las calles de Jánovas por las fiestas de San Miguel, entre cada vez menos ruinas, andamios y las primeras casas rehabilitadas que empiezan a cambiar la escena que describe en su ‘Habanera triste’ La Ronda de Boltaña, que ayer mismo rondó. Porque las casas ya no naufragan y vuelven a ser barquitos veleros con sábanas blancas tendidas a los vientos de las montañas. Porque Jesús Garcés ha vuelto para quedarse a vivir todo el año. Es uno de los Garcés, los últimos de Jánovas, donde resistieron gracias a la fuerza de sus padres Emilio Garcés y Paca Castillo desde que se proyectó el pantano en 1951 hasta el 19 de enero de 1984, cuando fueron expulsados después de vivir 20 años solos. Ya no pudieron volver: su casa la tiraron al día siguiente. A principios de siglo, el pantano se descartó cuando todo eran ruinas y, tras un complejo proceso de reversión, hoy, Jesús ha levantado una casa y, aunque todavía le falta acabar la obra, ya se ha instalado a vivir allí con su pareja. “Fuimos los últimos en marchar y somos los primeros en volver”, resume él mismo. Pero hay otros ocasionales y tampoco serán los únicos.
Jánovas emerge cimentada en la ilusión de los antiguos vecinos que tuvieron que marchar. Sin embargo, aunque es un símbolo de la resistencia y se ha reconocido el perjuicio por un proyecto fallido, nunca se les ha recompensado. Atrás quedaron los proyectos faraónicos de reconstrucción y de compensar al territorio. Ni siquiera piden eso, pero sí unos servicios mínimos -algo han conseguido a cuentagotas- para volver a poner en pie un pueblo entero, para devolverle la dignidad arrebatada y, sobre todo, la vida. Jánovas ríe y baila junto al Ara entre sábanas blancas.