Sociedad

OBITUARIO

El último adiós de Vicente García Riestra, el último superviviente español de Buchenwald

Era fuerte y valiente, luchador tenaz contra el totalitarismo

El último adiós de Vicente García Riestra, el último superviviente español de Buchenwald
El último adiós de Vicente García Riestra, el último superviviente español de Buchenwald
J.L.

HUESCA.- Vicente García Riestra, el último superviviente español del campo nazi de Buchenwald, falleció el pasado jueves 9 de mayo en un hospital próximo a la localidad francesa de Trélissac, en la que residió durante el último medio siglo de su vida. Contaba 94 años –había nacido en Pola de Siero (Asturias) el 20 de enero de 1925– y había ingresado en el hospital con la preocupación de haber tenido que suspender la charla que tenía previsto realizar con estudiantes franceses. "Si salgo de aquí, tengo que ir a ese Instituto", manifestó a sus familiares. Desde hace tiempo se había consagrado por entero a contar a los jóvenes la barbarie nazi, esa imprescindible tarea ética que el filósofo alemán de origen judío Theodor Adorno llamó "nuevo imperativo categórico", según el cual, los supervivientes de la muerte en los suplicios hitlerianos, sólo tenían un deber: "pensar y actuar de modo que Auschwitz no se repita, que no ocurra nada parecido (…) actuar para que lo atroz no se reproduzca ni caiga en el olvido, asegurar la unión con quienes han muerto en tormentos indecibles". A esta tarea de denuncia del nazismo, añadió en los últimos años la de recuperar la memoria de su hermano José y de su padre Gregorio, fusilados por los franquistas en nuestra guerra. Los que tuvimos el privilegio de conocerle y enriquecernos con su testimonio sabíamos que no cejaría en ese doble empeño mientras le quedase un soplo de su vida. Su querida ciudad de Huesca lo sabe muy bien. Cuando en la fría noche del 13 de diciembre de 2016 llegó al Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca –después de recorrer cerca de 600 kilómetros en medio de una densa niebla– para acompañar a Dagmar Lieblová en las Jornadas sobre el Holocausto que habíamos organizado con el profesor Carlos Pérez, nadie podía imaginar que aquel superviviente nonagenario de Buchenwald acababa de salir del hospital tras sufrir una caída como consecuencia de un accidente cerebrovascular.

Los sufrimientos padecidos, tanto en nuestra guerra civil como en la Francia ocupada y en el campo nazi de Buchenwald, nunca consiguieron amedrentarle. Era fuerte y valiente, luchador tenaz contra el totalitarismo. Como lo fue Dagmar Lieblová –superviviente de los campos nazis de Terezin, Auschwitz-Birkenau, Neuengamme y Bergen-Belsen–, otra indómita luchadora por la libertad, que también se consagró, hasta su último aliento, a la denuncia de la barbarie nazi, especialmente ante los estudiantes. Los alumnos del IES Pirámide y de su sección de Almudévar escucharon de sus labios, y de los de Vicente, el testimonio de aquel gran desgarro de la humanidad, los días 13 y 14 de diciembre de 2016. El abrazo de estas dos víctimas de aquella pesadilla apocalíptica simbolizó la unión fraternal de dos comunidades, la judía y la de los republicanos españoles expatriados por nuestra guerra, hermanadas en tan trágico destino. La solidaridad entre estas dos comunidades de prisioneros en principio tan dispares se evidenció en casi todos los campos, especialmente en Mauthausen. Resulta paradigmático el caso del deportado de Biscarrués, José Rasal Río, que salvó de una muerte segura a la niña judía Helga Weissová –con la que nos reunimos todos los años desde 2015 en Praga, y cuya obra pictórica realizada en Terezin fue exhibida este pasado invierno en el Círculo Oscense– en los últimos días de Mauthausen. Esta solidaridad humana representó todo un ataque a la esencia de la cosmovisión nazi en la que la ley de la selva era la única norma y donde las personas debían reprimir toda tendencia a la compasión. Dagmar volvió a estar en nuestra ciudad, del 20 al 23 de mayo de 2017, con ocasión de unas Jornadas contra el racismo –que contaron con el patrocinio del Ayuntamiento oscense, la S.D. Huesca y la Fundación Alcoraz–, en las que presentó su libro de memorias. Dagmar nos dejó una desapacible tarde del 22 de marzo de 2018. Su último acto público fue la charla que impartió a nuestros alumnos del IES Pirámide, en el Instituto Cervantes de Praga, la mañana del 16 de febrero de 2018. Tras su emocionada plática partió rauda a coger el metro –se negó a que llamáramos un taxi–, pues desde hacía un tiempo no se encontraba bien y debía ingresar en el hospital. Murió como Vicente, entregada sin desmayo a la denuncia del desgarro más profundo de nuestra civilización. Después de su única visita a Huesca, volvimos a vernos con Vicente en su domicilio, en diciembre de 2017, en la preciosa casa que levantó con sus propias manos en lo que habían sido unas antiguas cuadras en lo alto de una colina de la población francesa de Trélissac. Filmamos una larga entrevista que ahora nos emociona al visionarla. Cuando le mostramos aquella foto icónica en la que aparecía en Buchenwald con ocasión de la conmemoración del 65 Aniversario de su liberación, en abril de 2010, con los otros dos únicos supervivientes de ese campo en aquel momento, Jorge Semprún –Ministro de Cultura con Felipe González, prestigioso intelectual y escritor de reconocida valía– y el cordobés Virgilio Peña –buen amigo nuestro desde que asistiera como ponente a unas Jornadas que organizamos en el IES Pirámide, los días 15 y 16 de abril de 2010, en homenaje a Mariano Constante que había fallecido hacía poco–, nos confesó el pesar y la nostalgia que sentía por la pérdida de sus dos entrañables compañeros y la responsabilidad que recaía sobre él, como último testigo español, en la denuncia de aquel infierno. En el discurso que, a guisa de despedida, pronunció Semprún en el Appellplatz de Buchenwald aquel 11 de abril de 2010, tras evocar el sufrimiento y tormento de los niños y adolescentes judíos, subrayó un hecho incuestionable: que dentro de muy poco, los niños judíos –como Helga Weissová, como Hana Hnatov-Lustigová, como Tomas Radil, como Rena Rach Sternz, los cuatro supervivientes judíos con los que nos hemos reunido en Praga y Cracovia, en el pasado mes de febrero– serán los últimos depositarios de la memoria de los campos. Dentro de muy poco, "todas las memorias europeas de la resistencia y del sufrimiento sólo tendrán, como último refugio y baluarte, dentro de diez años, a la memoria judía del exterminio. La más antigua memoria de aquella vida, ya que fue, precisamente, la más joven vivencia de la muerte". Inexorablemente, se nos han ido yendo Mariano Constante, Jorge Semprún, Virgilio Peña, Dagmar Lieblová, por citar tan sólo a cuatro personas que se distinguieron por su compromiso en el deber de recordar las atrocidades del siglo XX. Y a las que este DIARIO DEL ALTOARAGÓN dedicó extensas necrológicas, consciente de que –como certeramente escribiera el poeta francés Paul Éluard– "si el eco de sus voces se debilita, pereceremos". Hoy estamos tristes por la pérdida de nuestro amigo Vicente, pero también estamos seguros de que el eco de su voz valiente y serena no se debilitará, sino que se multiplicará en todos aquellos jóvenes que se enriquecieron con su testimonio.