Sociedad

SALUD

Una flora intestinal sana mejora la salud y aumenta la esperanza de vida

Carlos López-Otín y un grupo de científicos realizan un estudio pionero, publicado por la prestigiosa revista Nature Medicine

La Universidad de Zaragoza apoya al profesor López Otín tras la retirada del premio de la revista Nature
La Universidad de Zaragoza apoya al profesor López Otín tras la retirada del premio de la revista Nature
D.A.

HUESCA.- Una flora intestinal sana mejora la salud y alarga la esperanza de vida, mientras que las alteraciones de los organismos vivos que residen en él (microbiota) contribuyen al envejecimiento acelerado. Así se concluye en un estudio pionero publicado esta semana por el investigador altoaragonés Carlos Lopez-Otín y un grupo de científicos de la Universidad de Oviedo en la prestigiosa revista Nature Medicine.

En el trabajo que recoge Nature Medicine, el equipo de investigación ha analizado el microbioma (genes de los microorganismos presentes en este caso en el intestino) de ratones y pacientes con envejecimiento acelerado o progeria.

Se trata de un trabajo con mucha trascendencia, porque por primera vez se demuestra que las intervenciones sobre la microbiota intestinal mejoran la salud e incluso alargan la vida en modelos animales de envejecimiento prematuro, pero además se demuestra también que la simple administración de una bacteria aislada, Akkermansia muciniphila, es suficiente para obtener resultados beneficiosos. "Los hallazgos descritos en esta publicación pueden sentar las bases para futuros estudios dirigidos a diseñar estrategias de intervención sobre la flora intestinal para intentar mejorar la calidad de vida tanto de personas de edad avanzada como de pacientes con envejecimiento acelerado", señaló ayer López-Otín a este periódico.

El síndrome de progeria de Hutchinson-Gilford es una enfermedad rara que afecta a una de cada cuatro millones de personas y provoca un envejecimiento acelerado durante la infancia que conduce finalmente a una muerte prematura de los pacientes. Los investigadores han demostrado que los ratones y pacientes con progeria presentan disbiosis intestinal, es decir, "una pérdida del equilibrio microbiano de la microbiota normal debido a cambios en su composición, distribución o función", explica López-Otín, lo que contribuye "al desarrollo o progresión de numerosas enfermedades".

López-Otín, muy presente últimamente en los medios de comunicación por la reciente presentación de su libro "La vida en cuatro letras", ya vio reflejado en la misma publicación científica otro estudio sobre la progeria desarrollado en ratones y basado en la edición genética, que ha logrado elevar la esperanza de vida en estos animales. Volver a publicar en esta prestigiosa revista, después de que algunos de sus artículos han sido puestos en entredicho, le hace sentir, según dice, un gran orgullo de sus estudiantes y colaboradores. "Este trabajo viene gestándose desde hace unos cinco años y pese a todas las dificultades y contratiempos sufridos en los últimos tiempos, hemos conseguido culminarlo de la forma mejor posible, publicándolo en una de las mejores revistas científicas del mundo. Y esperamos que no sea el último. Además, creemos que la novedad conceptual del trabajo ayudará a abrir nuevos caminos para mejorar la salud humana", declara.

La investigación que publica ahora Nature Medicine la ha liderado junto al doctor Pedro Moral Quirós, y ha contado además con la colaboración de científicos del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (INSERM) de París, el Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA-CSIC), la Universidad de Zaragoza y la Universidad Europea de Madrid.

"Uno de los objetivos era identificar qué alteraciones estaban presentes en la microbiota intestinal de los ratones y pacientes con progeria y analizar si las bacterias cuyos niveles estaban alterados ejercían un papel perjudicial o beneficioso", según ha declarado el Dr. Carlos López-Otín.

"Asímismo ?prosigue López-Otín?, analizamos también la microbiota de centenarios españoles, identificando un aumento de bacterias beneficiosas como Akkermansia muciniphila, la cual se encontraba además disminuida en los ratones con progeria".

Según consideran los investigadores, la alteración de la microbiota es más una consecuencia del envejecimiento que una causa. "A medida que envejecemos, se produce una pérdida de la homeostasis celular y una degeneración de los tejidos. Entre otros múltiples efectos, esto genera una alteración del ambiente que lleva a una disbiosis, la cual a su vez va a ejercer un efecto negativo en el organismo, favoreciendo el envejecimiento. Se trata de un círculo vicioso donde ambas partes, microbioma y organismo, dañan y son dañados", comenta el oscense.

El científico añade que, como ocurre siempre en cualquier investigación, hay un camino que es importante recorrer entre el laboratorio y la clínica. "Antes de aplicar nuevas terapias en seres humanos es preciso pasar una serie de minuciosos controles para asegurarnos de que la intervención es segura. En base a lo que observamos en nuestro trabajo con los modelos animales de progeria, parece sensato pensar que se podrían mejorar diversos aspectos de la enfermedad e incluso alargar la vida. En ratones ese aumento de la longevidad ronda el 13 %, lo que trasladado a pacientes con progeria podría significar en torno a los 2 años de vida que es una cifra muy sustancial para estos pacientes".

El hallazgo no es solo importante para los pacientes que sufren progeria, sino también para el resto de seres humanos. López-Otín comenta que, gracias a los estudios en adultos sanos y centenarios que se ha realizado en este trabajo, la lectura que hacen en este sentido es muy positiva. "La bacteria que proporcionamos a los ratones y con la que vemos buenos resultados es la misma que de manera natural se acumula en centenarios. Por ello, podemos suponer que la relación entre microbiota y envejecimiento también afecta a individuos sanos", apunta.

TRASPLANTES O PROBIÓTICOS

"La regulación de la microbiota intestinal por medio de trasplantes o probióticos es una de las líneas de investigación más prometedoras para el tratamiento de ciertas enfermedades humanas, especialmente aquellas relacionadas con trastornos metabólicos. Sin embargo, su posible aplicación en enfermedades relacionadas con el envejecimiento aún no se había explorado" según ha declarado el doctor Pedro M. Quirós.

En este sentido, el equipo de investigación ha demostrado que el trasplante de microbiota fecal de ratones sanos o el tratamiento con la bacteria probiótica Akkermansia muciniphila extiende la vida de ratones con envejecimiento acelerado.

Como explica la doctora Clea Bárcena, primera firmante del trabajo, "el reemplazo de la microbiota endógena de los ratones con progeria por microbiota proveniente de ratones sanos mejoró diversos parámetros metabólicos además de alargar la esperanza de vida; en cambio, los ratones sanos que recibieron un trasplante con microbiota proveniente de ratones con progeria mostraron alteraciones metabólicas como aumento de peso y de los niveles de glucosa en sangre".

Este trabajo demuestra que la corrección de la disbiosis intestinal mediante el trasplante de microbiota podría utilizarse como futura terapia en enfermedades relacionadas con el envejecimiento. De hecho, como señala el doctor José M. P. Freije, "el trasplante de microbiota fecal es el método más efectivo para infecciones recurrentes de Clostridium difficile con lo que es esperable que su uso pueda extenderse a otras patologías".

El estudio ha sido financiado por el proyecto DeAge del European Research Council, la Progeria Research Foundation, el Instituto de Salud Carlos III, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Fundación Bancaria Caja de Ahorros de Asturias.

Por parte de la Universidad de Oviedo y el Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA) han participado en el estudio Clea Bárcena, Rafael Valdés-Mas, Pablo Mayoral, Cecilia Garabaya, Francisco Rodríguez, María-Teresa Fernández-García, José M. P. Freije, Pedro M. Quirós y Carlos López-Otín. También firman el trabajo Sylvère Durand, Noélie Bossut, Fanny Aprahamian y Guido Kroemer del INSERM de Paris; Nuria Salazar y Alicja M. Nogacka, del IPLA-CSIC; Nuria Garatachea, de la Universidad de Zaragoza; y Alejandro Lucía, de la Universidad Europea de Madrid.