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José Martín Frégola, un apasionado del folclore

Con su abuela Montse vivió de cerca la docencia que ahora se ha convertido en su profesión

José Martín Frégola, un apasionado del folclore
José Martín Frégola, un apasionado del folclore
S.E.

José Martín Frégola era ya un apasionado del folclore de Graus en su infancia y, aunque en la foto de niño viste de baturro y no de danzante como en la de adulto, la imagen fue tomada en las fiestas grausinas que aún sigue con pasión, ahora como presidente del Grupo de Dances y Albadas. "La afición por el folclore de Graus me viene desde pequeño porque lo he visto en casa y siempre me ha gustado mucho. Iba a los ensayos de los dances desde siempre, aunque no bailé con infantiles y empecé con los mayores cuando tenía solo 14 años", recuerda.

Frégola tuvo "maquinetas" en su niñez, pero prefería jugar en la calle y con su hermano. "Con 6 o 7 años ya teníamos la Game boy y luego la Play, pero no éramos muy jugones. Me gustaba jugar a todo lo que no juegan ahora los críos, al escondite, a polis y cacos y, en casa, al rabino, al guiñote", detalla. Empezó a cultivar aficiones que mantiene de adulto como el tenis o el esquí que comparte, sobre todo, con su hermano, con quien ha mantenido una relación muy estrecha. "Hemos compartido intereses y gustos comunes y nos hemos influenciado mucho mutuamente. Nos hemos querido siempre mucho".

Su hermano y sus amigos, con quienes recorría todo el barrio de La Nora, copan buena parte de sus recuerdos infantiles. "Desde la caseta China al campo de fútbol y la Telefónica lo recorríamos todo. Aquellos años nacieron muchos niños en Graus y éramos un grupo majo", precisa.

Pero también su familia y, con especial cariño, sus abuelos, tanto maternos como paternos, pueblan esos entrañables recuerdos de infancia. Con su abuela Montse vivió de cerca la docencia que ahora se ha convertido en su profesión, totalmente vocacional. "Estuvimos juntos en el colegio Joaquín Costa, yo en los primeros años y ella como maestra todavía. Me encantaba subir a las plantas de mayores a buscarla a clase para volver juntos a casa. Recuerdo hacer los deberes a su lado mientras corregía". En el colegio, no destacaba, pero no era mal estudiante. "No era brillante, pero tampoco malo, clase media. Siempre que podía me escaqueaba, era un poco de última hora, pero iba haciendo", explica con una sonrisa. Y ni en casa ni en el cole fue nunca un niño problemático. Ya entonces sabía disfrutar del cariño de los suyos y la buena mesa. "Ir con mi abuelo Antonio de excursión, a por caracoles, merendar con mi abuela Carmen, eso era el paraíso", dice nostálgico y con el sabor de esas meriendas muy presente. "Era bastante formal, un niño normal". Seguramente, tan educado y amable como ahora.