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Manuel Castel, la esencia de un sariñenense

¿QUIÉN SOY?

Manuel Castel, la esencia de un sariñenense
Manuel Castel, la esencia de un sariñenense
S.E.

SARIÑENA.- Manuel Castel es la esencia pura de lo que es ser un sariñenense de calidad, su compromiso con el pueblo, su responsabilidad y su generosidad le han hecho destacar en la capital monegrina y en toda la comarca, no solo como gran profesional de la electricidad, sino por su personalidad y simpatía, mostrando siempre la pasión y entusiasmo que le llevaron a abrir una empresa que junto a sus socios y amigos acaban de cerrar. "Electricidad Sariñena ha cerrado por jubilación y, a pesar de que me cuesta algún lloro el dejar todo esto, me siento orgulloso por el trabajo que hemos realizado", manifiesta.

Castel nació en el Castillo Alto, la parte más longeva de Sariñena. "Vivíamos unos 54 críos y allí aprendimos lo que es la convivencia y el compartir todo entre vecinos", explica de aquellos años en que la vida se desarrollaba en las calles, corriendo, jugando y disfrutando de la vecindad, cuando las casas eran de todos y nunca se cerraban las puertas.

"Nuestros juegos eran sin malicia, descubriendo cuevas o yendo a la acequia El Molino para ver los patos salvajes que allí se criaban", y fue en una de esas aventureras excursiones cuando descubrieron un gran hierro. "Estaba en la acequia y nos costó mucho sacarlo", explica del esfuerzo que hicieron con la intención de venderlo al chatarrero. "Cuando lo llevamos, Mariano Pena, el chatarrero, llamó a la Guardia Civil, que nos requisó nuestro tesoro, puesto que era una bomba de avión, cargada y con espoleta incluida", explica sobre esta anécdota en la que, dentro de la inocencia de la edad, solo veían que se quedaban sin su descubrimiento y sus pesetas.

"Jugábamos construyendo arcos y flechas que lanzábamos en la primera diana imaginaria que encontrábamos, solo que una vez la diana fue un nido de avispas y lógicamente nos atacaron, al día siguiente todos fuimos al colegio con ojos hinchados, labios y picaduras enormes", ríe el electricista que tenía vocación de ser albañil "como mi padre, pero un verano me envió con Manuel Nogués y este señor cambió mi vida", recuerda con cariño sobre Nogués, "una gran persona, me hizo estudiar y me enseñó mucho, por lo que siempre le estaré muy agradecido".

El inquieto recién jubilado va a tener ahora tiempo para recuperar su pasión por la música, "que empecé con el cura Don José María y ahora he retomado aprendiendo clarinete en la Escuela Municipal de Música", además de integrarse en el nuevo equipo para renovar el Casino "y otros muchos proyectos que espero llevar a cabo", porque Manuel Castel se ha jubilado de su trabajo profesional, pero no de la vida.