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Dos oscenses, beneficiarias de las becas de la FAO

La Fundación Amancio Ortega facilita que estudien en el extranjero

Dos oscenses, beneficiarias de las becas de la FAO
Dos oscenses, beneficiarias de las becas de la FAO
S.E.

HUESCA.- Ni Marta Sierra ni Celia Vázquez tienen demasiado claro cuál será su futuro, más allá de las incertidumbres que se manejan estos días, pero si se les pregunta dan alguna pista. "Escogeré bachillerato tecnológico pues en un futuro me gustaría estudiar el doble grado en Matemáticas e Ingeniería Informática", responde la primera, alumna del Salesianos Monzón, jugadora de baloncesto del club Unión Basket Barbastro y estudiante de 4º de enseñanzas profesionales en el Conservatorio Profesional de Música Miguel Fleta de Monzón, "donde toco la trompeta".

"Yo estudiaré 2º de Bachillerato Social, me gustaría estudiar algo relacionado con los idiomas", señala Celia Vázquez, estudiante también de 4º de la ESO, en este caso en el IES Domingo Miral de Jaca.

Ambas se refieren al curso que iniciarán cuando estén de vuelta en sus institutos en Monzón y Jaca tras haber pasado todo un año viviendo y estudiando en Canadá. Celia y Marta han logrado dos de las 600 becas de inmersión en cultura extranjera y aprendizaje de inglés que todos los años concede la Fundación Amancio Ortega (FAO). Un programa que cubre el 100% del coste de los servicios necesarios -incluyendo viajes, tasas de escolarización, alojamiento, manutención y seguro médico- durante un año.

Lo que sí ya saben a estas alturas es qué lugar de Canadá les ha tocado como destino. Marta pasará el año que viene en Ontario. Mientras que Celia lo hará en la provincia de British Columbia, distrito Rocky Mountain. "Aún estoy a la espera de conocer el nombre de la ciudad. No hay opción de elegir, va todo por sorteo", explica Celia, quien, como Marta, todavía está a la espera de conocer el instituto público y la familia que les asigne la organización.

Lo que les animó a ambas a presentarse a las pruebas que requería el proceso de selección fue la oportunidad que representaba de estudiar y vivir una experiencia en el extranjero. Pruebas que exigen como punto de partida un mínimo de 7 de media en inglés. "Una vez aceptada la solicitud, te convocan a un examen escrito presencial", recuerda Celia. Quien pasa a la siguiente fase debe superar una prueba oral y una entrevista personal. "La espera a la lista de los seleccionados se me hizo eterna. Cuando me vi en ella, me emocioné muchísimo", recuerda.

Cuando proyecta todo lo que tiene por delante, Marta se muestra determinada: "Creo que esta es la experiencia ideal para mejorar tanto a nivel académico como personal". En el aspecto académico, la novedad se presenta en el sistema educativo canadiense, pues ahí "no hay tipos de bachillerato, sino más bien todo lo contrario -explica la joven montisonense-, alientan a que escojas asignaturas de diferentes ramas para que tengas una formación más completa. En lo personal, "sin duda alguna va a ayudarme a abrir la mente y a descubrir cosas nuevas. También a salir de mi zona de confort".

Un enriquecimiento personal, como califica Celia la experiencia, que espera que se "convierta en una experiencia inolvidable", que -probablemente- cambiará sus vidas tanto que sus efectos se extiendan más allá de los meses que pasen viviendo en el extranjero. "No será solo cosa de un año -augura Marta-, sino más bien de tres; este año de preparación repleto de ilusión, el año que pasaremos en Norteamérica y el año de readaptación".

La estancia, que tiene una duración aproximada de 10 meses, desde agosto o septiembre hasta mayo o junio, en función de los traslados y el inicio de curso, les despierta a estas dos jóvenes en igual medida ilusión y expectativa ante los restos a los que se deberán enfrentar.

Son conscientes de que echarán de menos a los suyos pues, además, con el objetivo de facilitar la inmersión de las y los estudiantes, la Fundación limita los viajes de regreso a España durante las vacaciones así como las visitas de los familiares.

Es la primera dificultad que se le viene a la cabeza a Marta, quien no cree sin embargo que vaya a ser algo negativo, "sino que debe ser tomado como una gran oportunidad para superarse a uno mismo". También Celia advierte retos en la adaptación a esa nueva rutina, a un instituto desconocido, lo que quizás pueda provocar cierto "choque cultural", "que me cueste socializar o no congeniar con mi familia".

Retos que se mezclan con el entusiasmo, como señala Marta, por "conocer a gente muy diversa y su cultura y de esta forma encontrar una forma completamente distinta de vivir y de ser feliz".