Sociedad

LA ENTREVISTA

Paco Lafarga: "Me gusta jugar con la sugerencia más que con dejarlo todo definido"

Pintor y dibujante, su lenguaje pictórico acompaña la narrativa de Yol de Yeste en el libro "El palacio oculto de las siete puertas"

Paco Lafarga: "Me gusta jugar con la sugerencia más que con dejarlo todo definido"
Paco Lafarga: "Me gusta jugar con la sugerencia más que con dejarlo todo definido"

HUESCA.- Para Paco Lafarga, ilustrar el libro de Yol de Yeste El palacio oculto de las siete puertas, libro de cuentos que recupera tradición oral, ha sido una mezcla de sensaciones encontradas. Dibujante y pintor, la ilustración de este volumen ha sido la primera vez -"a excepción de una portada de un libro que había hecho para un amigo", explica- que se encontraba con un proyecto editorial de esta envergadura, y por encargo, entre sus manos.

Dice que es más de "rechazar" que de acoger de primeras cuando le llega alguna propuesta externa y que tuvo que reflexionarlo, pero que después dijo sí a De Yeste. "Ha sido una aventura. Tratar de imaginar lo que otra persona ha imaginado o sentido, ha sido un poco raro y duro, pero muy bonito", confiesa.

"Vamos a pintar", es lo que se dijo en ese momento inicial -ya hace casi tres años- de aproximarse a las láminas en blanco. Dibujos apaisados, a carboncillo y lápiz, que ocupan las dobles páginas que forman el volumen y que siguen la narrativa que Yol de Yeste propone, impregnados irremediablemente de esa marca de Lafarga, "de dibujo realista" fruto de ese gusto por "jugar con la sugerencia más que con la idea de dejarlo todo definido. Asegura preferir "dejar las cosas algo más inacabadas. Tal y como entiendo el dibujo, prescindo de muchos elementos, algo que después debes explicar" a la persona que hace el encargo, "y a veces me cuesta un poco adaptarme", explica.

Un lenguaje de trazos inacabados, una forma de interpretar la realidad que no es más que el reflejo de sus experiencias. Ninguna otra razón específica más allá de la de que su lenguaje propio bebe de ese huir "inconscientemente de esa perfección. Porque sí que soy preciso pero creo que hay un exceso de virtuosismo de cara a los demás. Lo respeto mucho pero a mí como espectador me emociona otra cosa. Si yo compro un cuadro, me gustaría descubrir cada día una cosa distinta, matices, detalles. No sé moverme en otros parámetros".

Los encargos como el de ilustrar este volumen de cuentos ayudan a Lafarga a pensar su propio proceso creativo. "Está bien porque me ha ce reflexionar sobre mi propio trabajo, ya que no me gustan nada plantearme por qué hago las cosas. Cuando empiezo un dibujo me lanzo sin preámbulos y sin bocetos previos, porque creo que es la manera de pintar tiene que ser así, vas añadiendo cosas, prescindes de otras, lo tapas, vuelves a él. No tiene que haber un guión tan marcado, que ya te sabes los pasos y vas a acabar en lo mismo de siempre".

Obra, la de Lafarga, que sale del estómago -"es de ahí de donde sale"-, que comienza en "un estímulo inicial que te proporciona un deseo de intentar mostrar algo". Y a partir de ahí añadir, quitar, "todo el rato es algo abierto, y eso a mí me estimula mucho, suelo perder el interés con mucha facilidad. Mantener esa ilusión me cuesta, necesito una implicación total". Por eso también no se pone fechas, "me gusta trabajar mi aire" y así "dejar salir lo emocional".