Sociedad

¿QUIÉN SOY?

Míchel Pascual, un niño sin miedo a subir puertos

"Hay que ser humilde, sufrir para lograr resultados y no dejar de pedalear porque te estancas"

Míchel Pascual, un niño sin miedo a subir puertos
Míchel Pascual, un niño sin miedo a subir puertos
S.E.

HUESCA.- Cuando un cartero nuevo llegaba a Artasona del Llano, no tenía de qué preocuparse porque ahí estaba el pequeño Míchel Pascual Sos preparando un plano del núcleo para ponérselo fácil. Nada raro para ese "zagal tan amable" -decían- que disfrutaba entonces como ahora de poder ayudar a los demás, siempre educado y respetuoso. Nació en esta localidad de Almudévar -donde todavía conservan la casa- el 19 de octubre de 1967 y completó un núcleo familiar superunido formado por Mariano y Asunción y su hija Beatriz, dos años mayor que Miguel Ángel, conocido por todos como Míchel.

"Maravillosa" es el primer calificativo al que recurre para resumir su infancia, que vivió arropado por la familia ("siempre he admirado muchísimo a mis padres y adoro a mi hermana", remarca) y rodeado de amigos con los que se divertía bañándose en la acequia, jugando al fútbol y con la bici. "Formábamos una cuadrilla muy maja" que mantiene el contacto, ya que "los amigos de la infancia perduran para siempre", dice. Estudió en el colegio de Artasona y culminó la EGB en el Santos Samper de Almudévar. También "echaba una mano" sin pereza en la tienda de ultramarinos que regentaron en Artasona, donde principalmente trabajaba su madre y su hermana, y colaboraba su padre cuando las labores del campo se lo permitían.

Tras acabar el colegio, a pesar del empeño de sus padres, decidió no seguir estudiando. Fue a través de un primo que era jefe de cocina en Huesca como llegó a su primer empleo con 16 años en La Parrilla Gombar, trabajo al que sumó el ayudar en otro bar a un amigo que se estableció por su cuenta -con todos creó fuertes lazos-. Y él también lo hizo. A los 19 años cogió el traspaso del Parsifal y vivió en ese establecimiento unos buenos años para la hostelería. Tras la muerte de sus padres, que se produjo con dos años de diferencia, algo cambió en él. "Estar cerca de la gente y poder ayudar" era su impulso desde pequeño, y estuvo detrás de su decisión de opositar a la Policía Local, ya con 30 años, en el límite. Demostrando que nunca es tarde, "con esfuerzo y tomándolo con la seriedad que requiere", aprobó. Otras oposiciones le promocionaron a oficial y superó las de subinspector, puesto que ocupa actualmente, tras un paso de casi cuatro años como inspector interino.

Otra de sus pasiones es la bicicleta, que empezó a cultivar como forma de "liberación mental y física" del duro trabajo en hostelería. Los entrenamientos fueron "a más y a más" y, echando mano de ese espíritu de trabajo y superación, puede presumir de, por ejemplo, haber sido 1º de Aragón y 8º en la General de su prueba preferida, la Quebrantahuesos, y de llevar el maillot de Campeón del Mundo de Ciclismo para Policías.

Sobre la bici refleja su modo de vida: "Hay que ser humilde, sufrir para lograr resultados y no dejar de pedalear porque te estancas". Y en ese pedaleo siempre está acompañado de su mujer, Tere, y su hijo, Diego, con los que ha recreado su núcleo familiar superunido.