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Antonio Puyuelo Panzano: “Las he pasado moradas, me pusieron una pistola en la boca, pero bien”

Este oscense trabajó dos décadas -6 años como director (1989-95)- en la Cárcel de Barcelona, a la que llegó a mitad de los 70, con la masificación, la heroína, el sida y la creación de la Copel

Antonio Puyuelo Panzano: “Las he pasado moradas, me pusieron una pistola en la boca, pero bien”
Antonio Puyuelo Panzano: “Las he pasado moradas, me pusieron una pistola en la boca, pero bien”
P.S.

Nunca me he arrepentido de este trabajo y además le estoy muy agradecido porque he aprendido mucho; si escuchas, todo el mundo te enseña algo". Así habla Antonio Puyuelo Panzano (Ola, 1951) de sus poco más de dos décadas de funcionario en la cárcel Modelo de Barcelona. Su vida laboral comenzó en el taller Bescós, de Huesca, donde trabajó de mecánico hasta que fue a Melilla a hacer la "mili". Allí aprobó las oposiciones de funcionario de prisiones y su primer destino fue Pamplona y luego, la Modelo de Barcelona, a donde llegó en 1975, centro en el que desempeñó diferentes funciones y que dirigió de 1989 al 95. Luego trabajó en la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, donde se jubiló hace tres años.

"Es una profesión que me ha gustado mucho, las he pasado moradas y de todos los colores, pero bien", dice Antonio Puyuelo cuando recuerda sus primeros años en la Modelo. "Las circunstancias que se vivían en aquella época no eran muy agradables. En la Modelo empecé en el 75 y estuve un año y pico bien, pero a partir de allí empezaron los motines, la Copel, incendios en la prisión..., muy mal. La Modelo era algo muy parecido a esas prisiones de Sudamérica que salen a veces en un reportaje en la televisión, cada día un muerto...". Se vio en medio, además, de "los peores años de la heroína y del sida. Había pistolas, puñales, droga -siempre entrará droga en las cárceles-,...". Las olimpiadas del 92 "fue otra época muy delicada porque la prisión estaba supermasificada y se temía que hubiera algún motín fuerte".

Recuerda uno de sus peores momentos, "cuando en un intento de fuga me asomé por una tronera y uno me puso la pistola en la boca. Me pusieron una pistola en la boca, han intentado sirlarme..., pero tampoco he tenido esa sensación de peligro porque ya estabas metido en el ambiente, conocías a muchísima gente, de una misma familia al abuelo, al hijo, al nieto, y creas una relación. Me salvó conocer a mucha gente y guardo muy buenos recuerdos de algunos de ellos".

La Modelo de esos años era una cárcel "modelo de nada, sobre todo por la gran masificación que había y como habían quemado gran parte de la prisión, estaban muy hacinados. Te contaría veinte mil cosas que no son creíbles. En una celda vivían hasta 9 y 10 personas... Una vez vino un juez y una delegación de su juzgado, querían ver una celda y al abrir la puerta de una, un interno se cayó y salieron corriendo. Me preguntaron por qué se había caído ese hombre y les dije: estaría durmiendo apoyado en la puerta... Esto ahora la gente no se lo puede ni imaginar".

Con este trabajo aprendió a "apreciar más los buenos actos. Siempre hay gente buena en todas partes y lo que más me emociona es ver que uno sale adelante". Y "también hay gente inocente en la cárcel". Un ejemplo: "un preso me dijo que le acusaban de un atraco cuando él estaba preso, le hice un certificado y aun así le citaron a juicio y le condenaron a 4 años. El hombre, desesperado, me preguntó qué podía hacer y le dije: denúnciame por cómplice, porque teóricamente si tú has cometido este atraco, yo te he dejado salir. Me denunció y yo fui a Madrid y se lo dije a mi director general, pero no dio tiempo de arregrarlo porque el pobre hombre murió de sida. Es el caso más flagrante que he visto".

Sobre la reintegración social del interno, Antonio Puyuelo dice: "ahora se hace mucho, pero antes era distinto por la masificación y porque no teníamos tantos medios como hay ahora, que hay equipos de psicólogos, criminólogos, educadores, asistentes sociales, que luchan para que la gente se reincorpore a la sociedad, aunque en determinados delitos cuesta mucho".

Además, "antes la sociedad estaba concienciada de que las condiciones de las prisiones eran muy malas, pero escasamente entraba gente del exterior, y ahora las prisiones son más permeables, pasa mucha más gente al interior y se conocen un poco más. Siendo director hicimos pequeñas aperturas para dar a conocer la vida en la prisión. Recuerdo que me armaron un escándalo en la dirección general por dejar entrar a un periodista, José María García". Otras veces, invitaba a familiares de internos a conocer la cocina o la enfermería, para contrarrestar las quejas de los presos sobre la comida o la atención sanitaria.

Una cosa tiene clara Antonio Puyuelo, que no escribirá sus memorias de la Modelo, porque hay cosas "que no se las creería nadie". Por ejemplo, en esos años, para ofrecer educación a los internos, dada la falta de espacios, "habilitamos las cloacas para hacer aulas, y cuando llovía teníamos que suspender las clases porque se inundaban de porquería. Eso no se lo cree nadie".

Estos son algunos de los recuerdos de su trabajo en la Modelo de Antonio Puyuelo, quien desde hace trece años es voluntario en la Residencia de las hermanitas de los ancianos desamparados durante las fiestas de San Lorenzo. "Este año no, por la covid, que es para estar asustado, aunque veo gente poco concienciada".

Se declara "tremendamente orgulloso de ser de Huesca", aunque cree que los oscenses "somos muy cabezones, tanto que a veces no vemos que si damos la vuelta llegaremos antes y mejor".