HOY, 5 DE ABRIL de 2021, comienza una nueva evaluación. Nos examinamos todos. Naturalmente, los ciudadanos, porque seremos los que paguemos cualquier repercusión grave en forma de contagios, de hospitalizaciones y de muertes. Y, por supuesto, también y en primer lugar las instituciones que han definido el marco de convivencia y movilidad de los españoles y los aragoneses siempre con la coletilla amenazante e incoherente del aviso a navegantes para las semanas posteriores a la Semana Santa. Se añade, además, el anuncio de la aceleración de las vacunas en un proceso que se aproxima ya a las cien jornadas desde la primera, con un porcentaje de inmunización irrisorio.

Se inicia una nueva etapa hasta el verano en el que presumiblemente se va a acrecentar el ritmo preventivo y se espera la irrupción de algún antídoto. La hostelería reclama una relajación responsable de las normas y los horarios en sus establecimientos, ayudados también por la mejoría climática de la primavera. No será sencillo que las administraciones accedan a estas legítimas aspiraciones hasta que se constaten los efectos de las vacaciones concluidas entre ayer y hoy -en las comunidades con tradición festiva del lunes de Pascua-. De producirse una cuarta ola -en Aragón quinta- virulenta, la imprevisión habrá sido imperdonable pero, a la vez que la exigencia de responsabilidades, habrá que pensar en la forma de protegernos de forma más eficaz hasta alcanzar la reiterada y estérilmente anunciada inmunidad de grupo. Estas próximas semanas van a traernos la calificación sobre las conductas globales y el comportamiento gubernamental. Por el bien de todos, obtener una buena nota será la señal más reconfortante de que la pesadilla empieza a menguar.