Diario del Alto Aragón

OJO AVIZOR

De Coscojuela de Sobrarbe al cielo del Pirineo en una “moto alada”

Desde el aeródromo “más bonito del mundo” se puede volar por las nubes y aprender a llevar un autogiro con uno de los mejores pilotos del sector

El piloto saluda desde el cielo a un grupo de personas en Aínsa.
El piloto saluda desde el cielo a un grupo de personas en Aínsa.
LAURA AYERBE

Aterrizar en el aeródromo de Coscojuela de Sobrarbe a caballo de una “moto alada” -léase autogiro- es como entrar en una película de James Bond. La verticalidad del paisaje con los Pirineos de fondo, el verdor de la montaña y el agua del embalse de Mediano que rodea la infraestructura, generan un impacto difícil de describir con palabras.

Rafael García, experimentado piloto y responsable de la empresa Girolibre, que opera en el aeródromo sobrarbense, no duda ni un segundo. “He volado por mitad del planeta y es el aeródromo más bonito del mundo, si acaso, se le puede asemejar alguno de Asia o Australia, que son muy emblemáticos, pero el de Coscojuela ofrece una de las mejores vistas del skyline del Pirineo”.

El autogiro sobrevuela el embalse de Mediano, en las proximidades del aeródromo.
El autogiro sobrevuela el embalse de Mediano, en las proximidades del aeródromo.
Laura Ayerbe

Desde el 2016, su crecimiento ha sido constante. El año pasado registró un total de 927 aeronaves, un 30 % más que en el periodo anterior, consolidándose como un eje estratégico para la dinamización turística y económica del territorio. “Es una puerta más de entrada al turismo de la comarca”, subraya García.

El club de vuelo Pirineo Aragonés se encargó de esta instalación tras un convenio con el Ayuntamiento de Aínsa. Durante estos años ha crecido el número de hangares, hasta cuatro en la actualidad, y también cuenta con una escuela de vuelo, registrando temporada tras temporada un aumento notable en el número de personas interesadas en volar.

El piloto Rafael García junto con el autogiro.
El piloto Rafael García junto con el autogiro.
LAURA AYERBE

“Vienen estudiantes de todos los perfiles”, afirma el profesor. La edad mínima para hacer prácticas son los 16 años, pero para examinarse hay que tener 18, “como el carné de conducir de un turismo”, comenta. Entre su alumnado hay ramillete variado, desde jóvenes que apenas han cumplido los 16 hasta un hombre de 72 años.

El éxito de la escuela de vuelo Girolibre tiene que ver con la belleza del aeródromo, por supuesto, pero también con la trayectoria del instructor. Rafael García fue nombrado uno de los cinco mejores pilotos de autogiro del mundo y es uno de los tres únicos “instructores de instructores” que hay en España. Tiene, además, el récord de velocidad en lanzamiento de tirolina tras superar los 172 kilómetros por hora que había en Italia. Lo hizo en la Tirolina Ordesa Pirineos que hay encima de Fiscal en 2021, pero, como dice él, “eso ya es otra historia”.

Su vida, después de recorrer medio mundo como piloto, se ha asentado en Sobrarbe, donde se enamoró del aeródromo de Coscojuela la primera vez que lo vio, afirma.

Vuelo en autogiro sobre la villa de Aínsa.
Vuelo en autogiro sobre la villa de Aínsa.
Laura Ayerbe

Aunque no procede de una familia dedicada a la aviación, volar ha sido su sueño desde niño. “A mí me daban una moto de juguete, un coche o un caballo y en vez de llevarlos por el suelo siempre los volaba”, recuerda.

Tras una exigente formación, Rafael García se convirtió en un referente del sector, especialmente en el mundo del autogiro, una aeronave cuya sensación en el viaje es como si fueras en “una moto que vuela”. Su ala en realidad es un rotor que tira por la acción del viento relativo que lo atraviesa de abajo arriba.

El invento data de 1923 y corresponde al ingeniero español Juan de la Cierva, del que García es un entusiasta admirador. Un siglo después, el autogiro puede llegar a alcanzar los 200 km/h., es capaz de aterrizar con el motor parado en espacios muy reducidos y, además de ser muy ágil, resulta extremadamente estable.

Zona de descanso del aeródromo de Coscojuela de Sobrarbe.
Zona de descanso del aeródromo de Coscojuela de Sobrarbe.
LAURA AYERBE

Laura Ayerbe, fotógrafa de DIARIO DEL ALTOARAGÓN, se ha subido con él a la aeronave para captar con la cámara el paisaje que se ve desde el cielo de Sobrarbe. “Ha sido espectacular poder volar sobre el agua de Mediano, ver el casco antiguo de Aínsa desde las nubes y sentir el olor a hierba fresca cuando despegábamos”.

“Después, allí arriba, mientras volábamos -prosigue-, hemos visto dos buitres y, por un momento, ha parecido que nos seguían. Ha sido alucinante”.

A varios metros de altura, conforme se aproximan al aeródromo, se abre ante los dos únicos tripulantes del autogiro una pequeña península, bañada por un agua de azul intenso que contrasta con el verdor de la montaña y los campos en primavera. “Es una vista impresionante”, dice todavía algo abrumada la fotógrafa tras el descenso.

El aterrizaje ha sido ligero y sutil sobre una pista de hierba que se extiende por una longitud de unos 700 metros de largo y 40 metros de ancho, algo más amplio de lo habitual en esta categoría donde el ancho de las pistas suele ser de 15 metros, observa el piloto.

Una pista de hierba, escuela de vuelo y varios hangares

La pista de rodadura y la de despegue es la misma, porque el espacio lo permite. Las instalaciones del aeródromo incluyen un circuito cerrado de vigilancia las 24 horas del día, la escuela de vuelo y una zona de descanso con un porche con mesas y unas máquinas de vending en las que tomarte un café, un refresco o un tentempié.

Junto a uno de los hangares van a echar un techado para guardar el camión de bomberos, y también están preparando lo soportes sobre los que se instalará una carpa que dará sombra a futuros eventos.

De momento, el espacio acoge dos jornadas anuales, una de puertas abiertas para mostrar las instalaciones a la población local con vuelos gratuitos a través de voluntarios y otro para personas con discapacidad y movilidad reducida que, para García, “es uno de los días más especiales y bonitos, porque ves a la gente disfrutar como auténticos niños. Es la magia de volar”, expresa.

Además de ser una instalación turística, el aeródromo de Coscojuela de Sobrarbe también es un espacio social donde aprender y practicar el vuelo como actividad lúdica. En estos momentos el club tiene once socios con posibilidad de guardar sus aeronaves en los hangares.

"Mejoras importantes"

El propio club legalizó esta instalación con la colaboración del Ayuntamiento de Aínsa. “La ubicación es excepcional, al lado del antiguo pueblo de Plampalacios y bañado por las aguas del embalse de Mediano. Un lugar ideal para pasear en barca y conocer los rincones de este enclave”, destaca el alcalde Enrique Pueyo. “Aún quedan pendientes mejoras importantes, pero los avances en los últimos años han sido numerosos”, apunta.

Una de las principales actuaciones realizadas conjuntamente entre la Confederación Hidrográfica del Ebro, la escuela de vuelo Girolibre y el Ayuntamiento de Aínsa-Sobrarbe ha sido la adecuación del acceso desde Coscojuela hasta el aeródromo, así como la conexión a la red de agua potable y a la red eléctrica.

También se apisonó la pista de aterrizaje y se han mejorado las condiciones de seguridad, además de redactar un protocolo de actuación.

“Los siguientes pasos a dar -continúa el alcalde- serían el asfaltado de la pista de aterrizaje para que pudieran aterrizar aeronaves con pasajeros, el marcado permanente de las señales de orientación o el alumbrado de la pista de aterrizaje. Todo ello ayudará en un futuro a que estas instalaciones se mantengan entre las más espectaculares de España y en uno de los destinos favoritos para los aficionados a la práctica del vuelo”.