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ENTREVISTA

Iñaki Gabilondo: "Somos masoquistas, queremos muchísimo a nuestro país, pero al mismo tiempo lo maltratamos"

El periodista se hace una difícil pregunta para Movistar+: '¿Qué diablos es España?', un trabajo que supone su retirada de la televisión

Iñaki Gabilondo, durante su entrevista para 20minutos.es
Iñaki Gabilondo, durante su entrevista para 20minutos.es
Jorge París

A sus 80 años el periodista Iñaki Gabilondo piensa que es hora de retirarse de la televisión. Lo hace con una producción especial llamada ¿Qué diablos es España? (ya disponible Movistar Plus+) en la que recaba testimonios de personalidades españolas sobre el concepto que tienen de nuestro país.

¿Ha sacado alguna conclusión preguntando sobre lo que es España?

No, pero me parece bastante buena la definición que me ha dado alguno de los invitados: que es un problema. El hecho de que se esté formulando tantas veces esta pregunta ya es una anomalía. Javier Marías decía que el hecho de que se ande preguntando qué es España es perder el tiempo, porque eso es teología. Y, sin embargo, se hace, estamos todo el santo día preguntándonos qué es España, de donde somos, cuál es el alma de España, la raíz de la patria, la españolidad...

¿Y usted, qué opina?

Yo no sé, pero creo que es un país magnífico que siempre va lastrado por sus propias dificultades para resolver los problemas que tiene delante. España tiene sin resolver asuntos muy importantes que no puede superar porque solo se pueden afrontar con acuerdo. Y como no se acuerda, pues no se afrontan.

¿Por qué fue posible ese acuerdo para la Transición y la Constitución y no lo es ahora, después de 40 años de democracia?

Eso mismo me pregunto, porque yo vi aquello, cuando parecía imposible, y ahora no entiendo cómo no solo no se hace, sino incluso que se critica que se hiciera. ¿Pero como esperábais que saliéramos de un lío que nadie podía resolver solo? Pues entre todos.

Ahora hay algunos problemas importantes que no puede resolverlos solo ningún partido y que se tienen que poner de acuerdo. Por poner un ejemplo muy tópico, el de la educación. Son temas que no se pueden en modo alguno abordar si no es de una manera consensuada, estableciendo algún tipo de pacto. Yo también me pregunto porque ahora no se puede... pero me llama la atención más todavía que además de que ahora no se pueda, encima se critique un tiempo en el cual se pudo, cuando lo que se tendría que hacer es por lo menos intentarlo. A mí me parece mucho más fácil ahora.

¿Es porque había mejores políticos o porque había mejores ciudadanos?

No creo que hubiera mejores políticos, pero no había políticos profesionales todavía. La gente procedía de la sociedad, de las universidades, de los despachos laboralistas… Ahora hay mucho político que viene del propio interior de los partidos, avanzando hasta llegar arriba. Están más atrapados en las intrigas del propio partido.

¿Qué más nos falta que antes había?

Había seguramente más ingenuidad y una conciencia compartida por todos de que había que ir aun sitio común. Había un proyecto, un destino. Está la la famosa frase que dice que no hay vientos favorables para el que no sabe a dónde quiere ir. Pero si se sabe dónde se quiere ir, se puede encontrar un viento favorable y, por tanto, poner un poco a la gente de acuerdo. No eran mejores políticos, eran políticos con menos escamas políticas, porque tenían una vida política menos practicada, porque en el franquismo no se podía.

¿Se imagina un partido de la selección española con los jugadores españoles cantando su propuesta de himno gastronómico?

No, Dios mío, no (risas). Dios no lo quiera. Fue una gansada, pero tenía un sentido: estaba yo diciendo que qué pocos elementos comunes somos capaces de cultivar y el chef José Andrés me dijo que la cocina española es una de las cosas que más acuerdo suscitan en España y tiene razón y ahí hice en un momento del himno, para demostrar primero que es verdad que hay elementos comunes, como la gastronomía y segundo que qué difícil es encontrar otro elemento tan común. Lo quería demostrar haciendo esa broma, pero espero que nadie se le ocurra cantar ese himno por ahí.

Aparte de la comida, ¿cuál podría ser un elemento que pudiera aunarnos como sociedad?

Se me ocurre, por ejemplo, que si de repente todas las fuerzas políticas y sociales y económicas decidieran dar un puñetazo encima de la mesa y decretar que en los próximos 5 años van a acabar con la vergüenza de una juventud en paro y sin sitio donde vivir y acometer una transformación radical, dando por insoportable lo que no entiendo cómo se considera soportable, pues a lo mejor ahí encontraríamos de pronto una materia en la que todo el mundo podría aportar. Decir, "las demás cosas aguarden un poco su turno porque hemos decidido acabar con esta vergüenza", por ejemplo. No es fácil que ocurran cosas así, porque la vida es muy compleja hoy en día. Vivimos las cosas en el terreno de un hooliganismo muy extremo.

¿Nunca nos ponemos de acuerdo?

A veces ocurre con otras cosas… Por poner un ejemplo, cuando hay un proyecto como hacer los Juegos Olímpicos, o hacer la democracia o la Constitución. Vimos que se podía y que eran oportunidades magníficas y que le dieron además a España gran renombre internacional, asombraron mucho.

¿Está denostado en España el sentimiento patriótico?

Cada cual es hijo de su historia… hace no muchos años hubo una guerra y medio país estuvo detrás de una bandera y medio país estuvo detrás de otra. Y esa misma bandera parece distinta según se mire. Somos hijos de nuestra historia, pero hay que saber pasar las páginas de la historia y tratar de resolver los problemas que deja pendientes para poder seguir avanzando.

Es una vergüenza que, por ejemplo, que esto de las fosas haya estado hasta ahora aparcado, se hubiera debido a abordar hace un montón de años. Es un problema obvio, básico y elemental. ¿Cómo podemos estar peleándonos por eso? No admite discusión. Pero esas cosas las dejamos torear y para cuando aparecen, aparecen envenenadas, crispadas, en el momento menos oportuno y en pleno lío electoral.

¿Nos falta marketing interno y externo en España? ¿Nos dedicamos a machacarnos a nosotros mismos?

Se ha dicho mucho… si escuchas a un francés sabrás que se mete con un inglés, si escuchas a un inglés, se mete con un alemán y si escuchas a un español, se mete con España, esta es una pequeña tradición. Somos muy masoquistas, queremos muchísimo a nuestro país, lo exaltamos, somos entusiastas, pero al mismo tiempo lo maltratamos.

Yo no creo que seamos muy consecuentes con el cariño que decimos tener a nuestro país, como tampoco creo que esta sociedad sea muy consecuente cuando dice lo que más nos importa en la vida son nuestros hijos y nuestros nietos y luego destroza el medio ambiente. Si a usted de verdad le importan sus hijos y sus nietos no es congruente que se destroce el medio ambiente que es el mundo que les va a dejar. Es una incongruencia donde las haya. España es uno de los países que más alto pregona su amor a exaltado a España y luego, sin embargo, a los 5 minutos se nos ha olvidado…

Somos un país de contradicciones, ¿no?

Sí, muchas contradicciones… pero en general vivimos en un mundo lleno de contradicciones, en eso no somos muy originales, aunque tenemos contradicciones muy agudas.

Se retira de la televisión, ¿tiene pensado dedicarse a ver obras?

Hay una manía bastante general, por lo que veo, que consiste en pensar si una persona no tiene trabajo ya se dedica a estar así, pero se puede leer, se puede oír música, se puede viajar, se puede estar con los amigos, se puede ir al mar, se puede ir al monte… se pueden hacer 800 millones de cosas. Eso de aceptar de una manera tan subyugada el sometimiento laboral como para pensar que cuando se acaba uno se queda suspendido en el espacio… (risas). No, hombre, no, tengo muchas cosas que hacer.

¿Es una lección de humildad cuando se ha sido una persona tan predominante en los medios retirarse de eso? ¿Le da vértigo, lo echará de menos?

No, no lo voy a echar de menos, para nada. Para empezar, porque tienes mucho tiempo para hacerte la idea. No es que tengas 30 años y estás en plena actividad y una mañana te despiertas y tienes 80 y tienes que irte.

Vas viajando poco a poco hacia el convencimiento de dejarlo. Movistar me dio este regalo de prolongarme unos años más con ofertas del estilo de este documental y he seguido unos años más, pero ya es hora ¿no? Ya está bien.

Se le tiene por hombre serio, por hombre cabal, ¿qué es lo más frívolo o qué es lo menos serio a lo que se dedica?

Soy un hombre serio cuando hay que ser serio y cuando no hay que serlo, sé no serlo, participo en lo que haya que participar. En mi casa no tengo fama de muy serio, precisamente. Eso sí, he hecho trabajos serios que solo se pueden hacer con seriedad. Y si ha habido que hacer cosas menos serias, se han hecho. Un día con Ignatius Farray liamos una en la que yo confesaba ser Banksy, y esa fue una gansada bastante de formidable que que a mí no me cuesta nada. Saben que puede contar conmigo porque no me corto un pelo y me enrollo fácil.

Tras más de 50 años de profesión, ¿recuerda la primera noticia que dio?

No, pero sí recuerdo que una de las primeras cosas, en Radio Madrid, fue la apertura del túnel de Guadarrama. Habían empezado a trabajar por los dos extremos y un día ya se encontraron. Fui allí con Emilio Olavarrieta, que tenía un magnetofón, de estos grandes, y ¡Boom! Grabamos la explosión. Y aquel día aprendí algo muy importante: el realismo radiofónico no tiene que ver con el realismo, porque cuando llegué a la radio con aquel sonido grabado, aquello no parecía una explosión. Así que cogimos un disco de efectos, uno que ponía 'Efecto de voladura' (risas), que era más realista.

A lo largo de su carrera le han acusado de ser de derechas, de izquierdas, ¿tiene sentido esa partición hoy en día?

Yo he tenido siempre una ideología muy clara: he estado más en el pensamiento de centro izquierda que en el otro. Pero nunca me ha gustado militar como un activista, nunca he sido un activista. Nunca he estado en ningún partido político. Lo que sí me ha me ha tocado es vivir en el centro de un campo de batalla durante muchos años y en ese campo de batalla silbaban las balas por todos lados y ahí estaba, metido en medio del combate, pero yo nunca he sido un activista, aunque tengo un pensamiento que no he ocultado, ni me arrepiento de haberlo tenido. Pero nunca me he dedicado a vivir en el activismo como profesión, aunque seguramente a muchos se lo haya parecido, porque como vivíamos en el centro de una de una bronca, de una disputa, salía cada mañana y me encontraba en el campo de batalla.

¿Qué es lo más satisfactorio, que es lo que le hace sentirse realizado después de casi 60 años de carrera?

Lo que más satisfacción me ha producido es la confianza que alguien haya podido tener en mí. Los oyentes que me hayan creído han sido para mí la gran referencia. Lo que a mí me ha forzado a exigirme ha sido que había una persona que confiaba en mí, que yo no conocía y que estaba en Logroño, por ejemplo. Yo me debía mucho a esas personas y eso es lo que más me ha maravillado, me ha comprometido y lo que más me ha enorgullecido, siempre sabiendo que unos te quieren y otros no, y unos te creen y otros no. El colectivo que ha confiado en mí me inspira una enorme emoción, me compromete profundamente y me me llena de orgullo.

¿Cuál es el personaje más interesante o al que más le ha gustado conocer?

Alguna vez lo he dicho, aunque parece una respuesta de escape, pero no lo es: a mí la gente que más me ha impresionado es la gente común. Casi toda la gente muy importante que yo he conocido y he conocido a casi todos, tienen modelaba una imagen de sí mismos y una máscara y un código de respuestas del que se salen poco. Sin embargo, cuando cae ante ti, porque la actualidad le convierte en noticia, un ser humano corriente y moliente, te encuentras con posibilidades de sorpresa grandes.

¿Recuerda alguna?

De las mayores sorpresas que me he llevado fue entrevistando a la madre de un chico que había estado en coma y que volvió a la vida. La conversación con una persona así me resultó profundamente conmovedora, es difícil que con los personajes muy importantes te produzcan cosas así.

Hablando con Margaret Thatcher, pues sentí una sensación... pero no te llevas grandes sorpresas, nunca. Como he tenido muchos años un programa que era muy largo, que duraba 6 horas y pico, durante los cuales había temas de política, pero también temas de vida cotidiana las mayores emociones fueron con gente desconocida.

Decía usted antes de sí mismo que no es un hombre sabio, si no que sentía fatiga, pero todo el mundo le describe como un intelectual, ¿a quién tenemos que creer?

No, no soy un intelectual, tengo preocupaciones intelectuales, como cualquier persona, tengo mucha afición a leer, la tengo desde siempre y es verdad que leo sin parar, pero no soy un intelectual en modo alguno. Lo que sí tengo son preocupaciones de tipo intelectual, no me preocupa solo lo que esté más cerca, también tengo curiosidad de otro vuelo, pero eso no tiene nada de particular. Hay muchísima gente a la que le pasa lo mismo.

Siempre se muestra muy preocupado por los jóvenes y su situación, ¿qué le hace tener esa inquietud?

Que es lo único que no me sé. El pasado me lo he visto, el presente, estoy viéndolo, pero yo quiero ver qué viene. Yo miro a la gente que tiene 20 o 30 años y me pica la curiosidad inmediatamente, no puedo evitarlo. Cuando veo a dos jóvenes con un niño pequeño en un carrito por la calle, inmediatamente me vienen a la mente preguntas. ¿Qué planes tienen? ¿Qué harán? ¿Qué será de ellos? Me intriga y me emociona, me me siento muy empático, me produce mucha solidaridad.

¿Es por algo personal?

Yo recuerdo mi juventud como un tiempo en el que tenía miedo al futuro, incertidumbre, tenía una gran inseguridad, yo no sabía si iba a poder sacarme la vida adelante. Y cuando veo a los jóvenes pienso en qué querrán y si podrán lograrlo.

No me pega mucho esto que dice con esa fatiga avinagrada que dice sentir, o con que haya perdido la curiosidad…

No, la curiosidad no la perderé nunca. Si hubiera estado haciendo programas musicales, por ejemplo, posiblemente no estaría hablando de la fatiga a la que me refiero, pero he estado comentando la actualidad, que en los últimos años se ha hecho muy densa, muy dura, muy difícil, muy agria y estar metido en el centro de ese jaleo, pues es agotador, absolutamente agotador, de eso me he fatigado.

¿Que echa de menos de la España de antaño y que le sobra en la España del futuro?

Cualquier tiempo pasado fue peor. Somos más jóvenes ahora. No hecho de menos nada, ahora que hay un movimiento de añoranza del pasado, una especie de llamada nostálgica. El pasado es un territorio muy confortable, como el útero materno. No quiero caer en ese tipo de seducción, aunque evidentemente hay cosas de mi memoria que me gusta recordar.

¿Como cuál?

Mi vida en San Sebastián, viviendo en la Concha y jugando allí todo el año, en verano al fútbol, en invierno, a guerras… Donosti y la Concha, eso echo de menos.

Si pudiera chasquear los dedos para que se lograra algo en el futuro de España, ¿que sería?

Que se llegara a concertar algún tipo de gran acuerdo para trazar las rutas de futuro. Una operación para modernizar España, un shock de modernidad para los próximos 10 años. Que cojamos unos pocos vectores, como el educativo o el económico, y que todas las fuerzas políticas y sociales se vuelquen con eso.

Los pactos de La Moncloa tuvieron una cantidad de cosas dentro que no veas, ni nos enteramos muy bien de qué habían pactado, pero si tú ves la foto, con todos los líderes políticos nacionales, autonómicos, independentistas o no, a todos los líderes sindicales, todos juntos en la misma foto… piensas que vamos por buen camino. Me imagino un gran shock de modernidad con todas las fuerzas políticas pactando. Y sobre todo como primer epígrafe acabar con la vergüenza de tener un porcentaje de la juventud sin manera de acomodarse, ni dónde vivir y sin poder construir un futuro.