Aragón

ALTO ARAGÓN - COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN DE HUESCA

Una pista para devolverle la vida a un pueblo

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Una pista para devolverle la vida a un pueblo
Una pista para devolverle la vida a un pueblo
E.P/P.G.

A Ramón Costa, de 83 años, nunca le pareció que su pueblo, Caballera, en el municipio ribagorzano de Santaliestra, estuviera demasiado incomunicado para volver. Ni siquiera cuando regresaba de allá de cerca de Fernando Poo, y nunca mejor dicho, porque tuvo que emigrar a Guinea Ecuatorial. Salió de Caballera por un camino de montaña en 1953, dos décadas antes de que se vaciara, y ahora está a punto de estrenar el acceso asfaltado.

Y no solo servirá para volver, sino para ir al colegio a los niños de una familia (o quizá dos) que se van a instalar allí. Germán Torrecilla y Nirvana Jiménez tienen previsto trasladarse en seis meses, con sus hijos de 4 y dos años y medio, cuando avancen con la rehabilitación de una casa caída que compraron.

"Caballera siempre lo tuve en la mente, y más una vez que se fue la gente y el pueblo se abandonó. Siempre pensé en cómo hacer para levantarlo. Ahora, estoy más satisfecho porque veo que algo se está reconstruyendo", apunta Ramón Costa en la puerta de su casa, que arregla poco a poco; y a la que suben sus hijos y nietos. Alba, de un año, de su hijo menor, Ramón, fue bautizada en junio en Caballera, cuarenta años después del último bautismo.

Entre las ruinas, resaltan casas en construcción. Ya están abiertas cinco, con unos 5 o 6 vecinos habituales, a pesar de que en los últimos años tardaban media hora en recorrer los ocho kilómetros de pista desde el puente de Besiáns (enlace con la A-139 a Benasque) hasta este núcleo del municipio de Santaliestra.

Entre los vecinos, Ramón Costa y su mujer Victoria Riazuelo, que nunca dejaron de volver ni desde Guinea ni desde Zaragoza, donde Ramón trabajó 32 años como taxista desde que acabó la etapa colonial. También hay otros que no tienen raíces allí, pero que ya han empezado a echarlas, como una pareja con una hija que levanta allí una casa y que quizá un día se instale definitivamente. En 2017, se casaron en Caballera.

HAY AGUA Y LA PISTA EN OBRAS

"Si hacen la pista, ya cambiará mucho. No es fácil porque los pueblos están cerrando aún estando en buenos sitios. A lo mejor la gente, como cada día salen cosas nuevas y la tecnología va cambiando... Igual alguien se puede ganar la vida por aquí porque, si hubiera cobertura, con un ordenador hoy en día hacen un trabajo en la otra parte del mundo", comenta Costa.

Por el momento, su hijo mayor, Manolo, ha recuperado una antigua actividad económica muy habitual en la zona: la apicultura. "Es una ayuda complementaria que tenemos a nuestro trabajo principal. Mi padre no tuvo oportunidad de seguir porque emigró, pero hace ya 28 años que nos propuso recuperar las que tenía el abuelo y nos gustó", indica, ya que lo hace con su primo Josep. Aunque para ganarse la vida cree que hay que tener muchas y hacer la trashumancia, "por supuesto que sí sería posible", comenta.

"Ahora, con la carretera, tengo ilusión por que este pueblo renazca otra vez. Ya tienen agua corriente y la pista se va a hacer asfaltada porque hay proyecto de que venga gente joven a vivir aquí, críos que después irán a la escuela. Me gusta que los pueblos de la montaña vuelvan a su ser, porque esto estaba muy despoblado", apunta Mariano Pueyo, alcalde de Santaliestra, municipio que cuenta también con el despoblado de La Corona y la casa aislada de Oliniás.

Ramón no ha tenido que coger el pico y la pala en esta ocasión, ya que en 2001, cuando se jubiló, y con el apoyo del Ayuntamiento de Santaliestra que compró el material, construyó con su hermano el abastecimiento de agua, que se completó el pasado año. Ahora, la Diputación Provincial de Huesca está invirtiendo 391.000 euros en el acondicionamiento para dotar a la pista de firme, obras de fábrica y drenaje para evacuar aguas.

"La mejora de la carretera va a ser la base principal, porque con la pista que había si se instalan niños que van a ir dentro de poco al colegio, no se puede", recalca el alcalde, ya que desde su ayuntamiento y el de Perarrúa, por donde pasa parte de la carretera, propusieron el proyecto a la Diputación. Ya invirtieron en 2018 los 45.000 euros del plan provincial en completar el abastecimiento de agua tras esa obra de principios de siglo que ejecutó Ramón.

Esta última fue el inicio del resurgir de este núcleo del que marcharon todas las casas en cuestión de meses en torno a 1963 y 1964, según explican las hermanas Pilar y Lola Sahún, que salieron de allí cuando apenas tenían 6 y 7 años. "Nos fuimos porque cerraron la escuela. Sacaron a la maestra, no teníamos colegio y eso fue lo definitivo", indica Pilar. Primero bajaron su abuelo y su padre a Monzón para buscar trabajo y vivienda y, después, toda la familia, apunta Lola. En la misma calle de Monzón, acabaron tres familias de Caballera. "Era el efecto llamada", indican, como sucede con los inmigrantes. Para ellas fue un cambio del que no guardan mal recuerdo, pero "ellos sí que lo debieron pasar mal", indica Lola cuando piensa en sus antepasados.

En esos primeros años volver a Caballera no era fácil ni frecuente pero de más jovencitas comenzaron a abrirse el camino de vuelta y en torno al año 2003, con la traída del agua, empezaron a arreglar el pajar. "La pista estaba hecha un desastre y era horrorosa cuando llovía. Sin todoterreno, casi imposible", indican.

Su casa original, Casa Ambrosio, es la que levanta Germán, que se dedica a la construcción. "Nos hace mucha ilusión verla en pie", indican. Germán va a retomar las obras iniciadas para trasladarse a vivir allí. "Buscábamos una casa en esta zona, nos enseñaron este pueblo y nos pareció precioso", comenta Nirvana. Solo esperan poder llevar a sus hijos a la escuela de Caneto, donde viven ahora y donde nació Nirvana.

Pero la pista hasta allí, la primera que se abrió de acceso al pueblo, que es distinta a la que sube de Besiáns, está "impracticable", señalan los vecinos. Ni siquiera existía cuando la gente marchó en 1964. Solo se quedó un matrimonio hasta 1976. Además, también estaba durante los inviernos Cosme, un hermano de Ramón que se dedicaba a la búsqueda de trufa salvaje. "Es curioso que había más trufas cuando la gente vivía y trabajaba la tierra, que ahora", indica el alcalde, originario del núcleo próximo de Aguilar. La conversación deriva en la importancia de los habitantes para la conservación del monte.

Hay más vecinos que se han enamorado de este paraje, que el alcalde define como un lugar "privilegiado" por estar en un llano en plena montaña y cerca del Monasterio de San Martín. Ahora, las obras de acondicionamiento de la pista ya están muy avanzadas, aunque su finalización dependerá de la crudeza del invierno.

Los vecinos ven un camino abierto al futuro. "Tengo mucha ilusión, lo bueno es que haya gente joven. Los gritos de la juventud. Que funcionen los columpios por ahí", dice con una gran sonrisa mientras unas niñas se mecen al viento.

DE AGUILAR A GUINEA ECUATORIAL TRAS CASARSE POR PODERES

"Si lo llego a saber... para ratos... Si es que en aquellos años...", se ríe Victoria Riazuelo, mientras le echa una mirada cómplice a su marido, y cuenta cómo se casaron: sin apenas conocerse y por poderes. Llevaban seis meses de novios cuando Ramón Costa se embarcó rumbo a Guinea Ecuatorial. Era el 12 de marzo de 1963 y, en aquella época, sin boda de por medio, Victoria no podía viajar. Así que celebraron la unión a distancia y, en lugar de Ramón, se puso su hermano José vestido de novio. Así es su foto de boda.

Victoria y Ramón, a pesar de ser de núcleos próximos, de Aguilar y Caballera, no se conocían de niños porque a los 16 años Ramón, ahora de 83, se fue a trabajar a Laspaúles y después a Graus. "Como me parecía que ganaba poco y uno de los contratistas de Guinea era de aquí... me fui", indica. Cuando estalló la crisis en Guinea, en 1969, a ellos les pilló en el barco de vuelta a España de vacaciones. El retorno fue definitivo. "Me fui solo y volvimos cuatro", recuerda, porque mientras estaban allí nacieron sus dos hijos mayores, Manolo y Antonio (fallecido). Ya en Zaragoza, donde los dos trabajaron sin descanso, nació Ramón. Una vida de lucha que sigue en Caballera.