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ALTO ARAGÓN - COLABORA: DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

Ingrid Lana, una de las voluntarias que se ha afanado en ayudar en Sariñena en los momentos más duros de la pandemia

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Ingrid Lana, una de las voluntarias que se ha afanado en ayudar en Sariñena en los momentos más duros de la pandemia
Ingrid Lana, una de las voluntarias que se ha afanado en ayudar en Sariñena en los momentos más duros de la pandemia
I.L.

SARIÑENA.- Era el 25 de marzo cuando el Ayuntamiento de Sariñena decidió cerrar por completo la residencia de ancianos y poner en cuarentena a todos los residentes y a 20 de sus trabajadores. Una medida "urgente y extrema" para intentar mitigar al máximo la propagación de la covid-19 y velar por los ancianos, trabajadores y familiares.

Los días anteriores en Sariñena se sentía la angustia, un estado de inquietud muy intenso por la amenaza de un peligro desconocido que estaba en todas partes. Todo era distinto. La desinfección de las calles y de la residencia por parte de los bomberos y de la Unidad Militar de Emergencias (UME), pronto llegaron EPI, se planeó acondicionar la mini residencia para atender a los mayores que recibían el alta tras superar el coronavirus, por parte del personal del Ayuntamiento de Sariñena y un grupo de acción altruista (formado por 8 bomberos profesionales y voluntarios de las comarcas de La Hoya de Huesca y del Alto Gállego). Todo ello estaba coordinado por el departamento técnico del Servicio Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento (SPEIS) de la Diputación Provincial de Huesca, y llevaron a cabo diferentes y complejos trabajos de un día para otro.

En el Ayuntamiento, la actividad era frenética gestionando las compras para los vecinos, incluso se sacaba la basura a los contenedores.

Empresarios, instituciones, colectivos como Cruz Roja o Protección Civil se unieron para combatir a un enemigo común que castigaba de forma muy cruel a los más vulnerables, a los mayores del municipio.

Esos días, en concreto el 23 de marzo, a primera hora, con una temperatura de 16 grados, Ingrid Lana y su madre, Sandra Esteban, se ponían el buzo, la pantalla, los guantes y la mascarilla para salir a repartir comida, medicamentos y todo lo que los vecinos de Sariñena solicitaban al Ayuntamiento. "En esos momentos, viendo todo lo que estaba pasando, no podía quedarme en casa. Y más sabiendo que había personas al pie del cañón que no tenían esa opción, como mi hermana que es médico en Madrid y nos contaba lo que veía y vivía. Tenía que hacerlo por ella y por todas las personas que pudiera ayudar", explica Ingrid, que junto a sus hermanas, Cynthia y Azara, han trabajado por los demás durante la pandemia. Un ejemplo de la educación recibida por sus padres, Sergio y Sandra, una familia dedicada a aportar su esfuerzo a tanta gente que en estos meses lo han necesitado.

Ingrid ha estudiado el grado superior de Técnico en Gestión de Transporte y Logística en Fraga, es graduada en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza y realizó un máster en intervención criminológica y victimológica en la Universidad Miguel Hernández de Elche, pero tomó la decisión de quedarse a vivir en Sariñena. "Por suerte, tenemos un negocio familiar propio que lleva más de 50 años, la Autoescuela Monegros, fundada por mi abuelo y Vicente y llevada ahora por mis padres. He trabajado aquí en periodos estivales, durante los estudios, siempre que me han necesitado y ahora estoy aquí, lo que me ha dado la oportunidad de conocer a gente de muchas edades diferentes y de localidades. Cuando voy a cualquier pueblo siempre saludo a alguien y mis amigas se ríen", explica. "La covid no ha influido en mi decisión de quedarme, pero sí en sentirme más orgullosa de mi pueblo", indica.

Para la joven, el virus ha cambiado la manera de entender la vida: "Si bien las zonas rurales hemos sido las más afectadas en cuanto a recursos, algo que no es novedad, se han podido gestionar de una forma en la que no ha habido grandes colapsos". No obstante, "hemos tenido una ventaja y es poder tener espacio. La mayoría de las personas han estado encerradas en pocos metros cuadrados de cemento que eran sus casas y parece que han empezado a valorar la esencia y la vida en los pueblos, con razón tenemos los pueblos más llenos en verano", comenta. "Aunque algunas personas ven ahora la España vacía como su vía de escape, sin pensar muchas veces en las gentes del lugar al que van. Ha sido vergonzoso ver como en pueblos, sobre todo del Pirineo, llegaban personas sin respeto por el entorno ni quienes viven ahí, cuando no debían ser conscientes o no querían saber que tenemos un gran rango de población mayor y que las ponían en riesgo. Hemos pasado a ser el resort de las gentes de ciudades de hormigón".

Recordando la actividad diaria explica: "Hacíamos reparto de alimentos, comida y deberes entre los estudiantes en todo el término de Sariñena, con la autoescuela de mis padres. Acudíamos a cubrir necesidades de personas mayores o que no podían salir de casa; y a la residencia. Había días de todo, unos llegaba a casa con energía por poder ayudar y otros llegaba emocionalmente rota".

El Ayuntamiento le propuso animar a los pequeños el fin de semana en colaboración con Protección Civil. Con la megafonía, música, disfraces y mucha ilusión "íbamos sábados y domingos a celebrar los cumpleaños y poníamos audios de familia y amigos, que te dejaban grabados en la retina momentos emocionantes", todo ello acompañado de "pancartas colgadas en mi casa dando ánimos y apoyando "el quédate en casa". Y a las 20 horas, con mi padre y mi hermana, DJ Azara, amenizábamos la plaza con canciones para peques y mayores", iniciativas que pronto se extendieron por todo el pueblo y en cada barrio tenían sus muy especiales animadores.

Afortunadamente, en Los Monegros tenemos muchas Ingrid, jóvenes ejemplares que junto a los ayuntamientos y voluntarios como los de Protección Civil o Cruz Roja han llevado cariño y esperanza casa por casa, que han trabajado unidos. "Mis vecinos y vecinas de Sariñena, San Juan del Flumen, La Cartuja, Lastanosa, Lamasadera, Pallaruelo y Barrio Estación han sido casi en su totalidad un ejemplo de dignidad, humanidad y buen hacer. Cumpliendo con las obligaciones y serenidad que requería la situación". "Puedo decir de forma alta y clara que estoy orgullosa de ser de Sariñena y presumir de sus gentes". Y Sariñena presume de tener voluntarios como Ingrid.