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Se buscan trofeos de bucardo para investigar su extinción

Expertos en genética evolutiva apuntan que factores como la zoonosis, la caza o la endogamia influyeron en su desaparición, pero les faltan datos

Último ejemplar de bucardo, ‘Celia’ o ‘Laña’ (para la población local), en la exposición del Centro de Visitantes del Parque Nacional de Ordesa, en Torla.
Último ejemplar de bucardo, ‘Celia’ o ‘Laña’ (para la población local), en la exposición del Centro de Visitantes del Parque Nacional de Ordesa, en Torla.
K. W.

Si posee un trofeo de bucardo de cuando un antepasado suyo cazaba, puede ser muy útil para la ciencia. De sus huesos, dientes o incluso piel se puede extraer material genético de alto valor para conocer más datos, por ejemplo, de por qué se extinguió el bucardo. Muy probablemente la primera subespecie en extinguirse en este siglo XXI fue el bucardo de los Pirineos (capra pyrenaica pyrenaica), con la muerte del último ejemplar en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. ‘Laña’, como la conocía la población local de Torla, o ‘Celia’, como convinieron los científicos en llamarla, murió oficialmente el 6 de enero de 2000.

Su piel está naturalizada en el Centro de Visitantes de Torla y restos de distintos ejemplares se conservan en el Instituto Pirenaico de Ecología de Jaca (IPE), centro del CSIC. Hay otros localizados en museos de todo el mundo, pero sería importante hallar más con los que conseguir material biológico para avanzar en el estudio.

Falta información. Esta es una de las conclusiones del estudio realizado por expertos en genética evolutiva de la Universidad de Oporto, en Portugal, Michael J. Jowers y Giovanni Forcina, que han publicado un artículo en la revista científica ‘Zoosystematics and Evolution’ 97(1); 211-221. Lo firman con otros colaboradores de siete países distintos, entre ellos con Kees Woutersen, vecino de Huesca y autor del libro ‘El bucardo de los Pirineos’. Esta investigación sobre la historia demográfica del bucardo, basada en pruebas de ADN, ha arrojado nuevos datos: entre hace 15.000 y 30.000 años hubo una expansión de la especie; y hace unos 10.000 se estabilizó.

Kees Woutersen.
Kees Woutersen.
S.E.

En ese momento, el bucardo también vivía fuera de la cordillera pirenaica pero, gradualmente, su distribución se redujo a un solo valle, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. La distribución se limitó a los Pirineos franceses y españoles y la primera mención en un documento oficial escrito, que data de 1767, ya se refiere a él como “extremadamente raro”, detallan los investigadores. “Se extinguió muy rápido”, resalta Jowers. Entonces, ¿qué sucedió hasta llegar a la extinción?

Las investigaciones genéticas arrojan luz de hace miles o millones de años, pero no de hace 200 o 300, porque las mutaciones genéticas tardan muchos años en grabarse en el genoma, explica el citado investigador. “Lo último que pasó, la genética no nos los dice”. De ahí, la importancia de localizar trofeos de particulares.

“Lo que hemos visto es que hubo una expansión de la población (entre hace 15.000 y 30.000 años), por lo que había una demografía sana. Después, se empieza a estabilizar, hace 10.000 años, pero eso no significa que estuviera mal. Seguramente cambia un poco el clima y no sabemos cómo afecta a estos animales de alta montaña. Además, podían existir unas manadas con machos y hembras, quizá se quedaron aisladas, y entonces dejaron de cruzarse: y quizá si vienen a cazar los machos, esas hembras van a tener problemas para reproducirse”, comenta Jowers como posibles causas que influyeron.

Solo el alpinista y fotógrafo francés Bernhard Clos consiguió hacer una serie de buenas fotografías del bucardo, como se llama a este animal en el lado español del Pirineo.
Solo el alpinista y fotógrafo francés Bernhard Clos consiguió hacer una serie de buenas fotografías del bucardo, como se llama a este animal en el lado español del Pirineo.
Bernhard Clos

“Hay muchísimos factores. Por desgracia no tenemos una lupa ni una máquina del tiempo. Muchas veces queremos dar una razón a la extinción, pero en genética evolutiva no es tan sencillo”, comenta Michael J. Jowers. “Por algún motivo decrece, pero no sabemos cuándo ni por qué la población empieza a estar afectada. Creo que hay varios factores: quizás endogamia, quizás zoonosis (patógenos transmitidos por cabras domésticas), o eventualmente la caza, que no sabemos desde cuándo se cazaba...”, comenta.

En su estudio resaltan que fuentes escritas confirman la caza del bucardo desde el siglo XIV y, durante los siglos XIX y XX, se convirtió en un objetivo común para los cazadores de trofeos. Sin lugar a dudas, según exponen, la caza jugó un papel importante en la reducción de su población y área de distribución, pero no es posible, con la información actualmente disponible, señalarla como la gota que colmó el vaso. Como muchas otras cabras montesas, estuvo casi extinguida antes de que se prohibiera su matanza en 1913, indican los autores.

Las aventuras del cazador británico E.N. Buxton fueron publicadas en 1893. Este grabado representa una partida de caza en el Valle de Ordesa.
Las aventuras del cazador británico E.N. Buxton fueron publicadas en 1893. Este grabado representa una partida de caza en el Valle de Ordesa.
Pirineos españoles

Los grupos empiezan a ser endogámicos, poca diversidad genética, hasta que finalmente la caza tiene un factor determinante. Si hay preciosos machos para trofeos y los cazan, repercute en la población”, detalla Jowers. En referencia a la endogamia, “no hay conclusiones, porque hay estudios de especies superendogámicas, como el guepardo, con muy baja diversidad genética y no se extinguen”, apunta.

Escasos ejemplares

El estudio demuestra la relevancia de las colecciones biológicas históricas para los análisis genéticos de especies extintas. Por ejemplo, un trofeo de propiedad privada de 140 años conservado en Pau, en Francia, fue genotipado como parte de esta investigación. De ahí que apuesten por localizar más ejemplares en colecciones privadas.

Al artículo, adjuntan un listado de ejemplares localizados en todo el mundo, muchos de un estudio genético previo de Irene Ureña: en Valdegoba (Burgos), Arlanpe (Vizcaya), Bolinkoba (Vizcaya), Chaves y Ordesa (este último lugar según Manceau), en España; y Keraval, Chourrogues y Montferrand, en Francia. Además, hay restos de ejemplares localizados en el Centro de Visitantes de Torla, en el Instituto Pirenaico de Ecología de jaca (IPE-CSIC), en el Parador de Pineta (Bielsa) así como en muchos museos de Francia, especialmente, así como Alemania, Suiza, Reino Unido, Irlanda y hasta Canadá.

“Son muy pocos a nivel mundial y deducimos que están en colecciones privadas o incluso en casas. Estos animales que la gente cazaba durante mucho tiempo, montaba la cabeza y la ponía en su casa, no están catalogados. No sabemos dónde están, y para entender cualquier cosa genética de la población, cuántos más individuos encontremos más fácil será estudiar la demografía e incluso hacer estudios del genoma”, comenta Jowers. Para esto, “es necesario extraer mucha cantidad de ADN, no es siempre fácil, y se suele tomar de tejido fresco, pero ahora hay técnicas moleculares muy avanzadas”, afirma.

En su investigación utilizan los datos del estudio genético de Ureña, pero ellos han hecho el demográfico. “Son pocas muestras 15 ó 17, pero si triplicáramos el número, entenderíamos mucho mejor la demografía. Lo que decimos es que hay que encontrar dónde están esos trofeos y catalogarlos para posibles estudios demográficos, incluso de genómica”, comenta Jowers. Apunta que Mireia Casas, ya se recorrió muchas casas de España para localizar trofeos de lince para una investigación desde el Parque de Doñana. Además de en España, entiende que tiene que haber muchos en Francia y Reino Unido.

Por su parte, el autor del libro ‘El bucardo del Pirineo’, Kees Woutersen, confía en que se pueda hacer el estudio de la cuarentena de ejemplares, con el que se podría ver las diferencias de los de Ordesa con los anteriores. El último ejemplar, ‘Laña’, se ha estudiado en varias ocasiones, entre otras con el intento de clonación que se planteó en los últimos años. Woutersen vivió dos años en Broto y en los años 80 y 90 escuchaba hablar a la gente y, tras ver una lista roja de la fauna de Aragón, decidió investigar. Ni el organismo del Parque Nacional de Ordesa ni un proyecto de conservación con financiación del programa europeo Life pudieron evitar la extinción.

Dado que hay poco conocimiento de estos recursos, los autores piden la creación de una base de datos pública en línea de colecciones privadas que alberguen material biológico para el beneficio de estudios de biodiversidad. Las muestras de la última hembra viva de Ordesa que se recogieron para su clonación, siguen guardadas. 

Imagen de un bucardo vivo, del archivo de Diario del Alto Aragón.
Imagen de un bucardo vivo, del archivo de Diario del Alto Aragón.
D.A.