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  • Domingo Buesa Conde (Presidente de la Real Academia de Bellas Artes)

¿Tendremos que volver a llamar a San Jorge?

Domingo Buesa Conde
Domingo Buesa Conde
S.E.

LA FIGURA de san Jorge irrumpió en el mundo cristiano a finales del siglo IV, cuando el papa Gelasio señaló el 23 de abril como el día de recordar que el año 303 había sido degollado un oficial del ejército imperial, tras declararse cristiano en un mundo basado en la guerra y la esclavitud. Desde entonces, la figura del valiente y bondadoso militar -asumiendo una serie de valores que pasaban por la crítica de la persecución, la defensa del indefenso o la lucha contra cualquier tiranía- se convirtió en una leyenda que buscaron todos los que marcharon a Tierra Santa en aras del sueño de ver las tierras en que vivió Jesús de Nazaret.

Su imagen no sólo cautivó a los cruzados, las gentes que poblaron Occidente también quisieron sentirse cercanos a un soldado que luchaba contra el mal. En Huesca, capital del Reino de Aragón, su figura alcanzó el protagonismo de contribuir a su liberación el 15 de noviembre de 1096, luchando junto a las tropas de Pedro I cuando hacía 793 años que había muerto. Leyendas aparte, lo importante es que sintieron su presencia y además supieron que esa devoción venía para quedarse durante los siglos venideros, por eso san Jorge en las llanuras del Alcoraz avaló con su presencia la bondad de esa nueva época que se inauguraba para un reino que lo convirtió en su patrón. En sus calles, los juglares cantaron a este guerrero de Capadocia que tan pronto luchaba contra dragones, en defensa de mujeres dejadas a su suerte, como junto a los que recuperaban sus tierras perdidas.

Las gentes lo incorporan a su mundo interior, donde se guardan las llaves secretas con las que abrir la puerta de la esperanza cuando llega la tormenta y el paisaje se ennegrece. Tanto aquí en Huesca, donde nuestros reyes se convirtieron en grandes devotos de él, como en Inglaterra, donde Eduardo III lo nombró patrón en 1348. San Jorge se introduce en la vía diaria del mundo medieval y aporta ese sentido reivindicativo que la cultura catalana captó de la festividad, luciendo la bandera en sus balcones. Pero, al paso del tiempo se perdió ese viejo protagonismo tanto con la decisión de la Unesco, de convertirlo en el Día mundial del Libro en 1993, como con su reducción a simple fiesta de devoción en la reforma del santoral de 1778.

Sin embargo, no pudieron acabar con el valor representativo del santo para tantas gentes: desde Argentina, donde nace el papa que lleva su nombre, hasta Huesca donde sigue siendo el patrón de la Corona de Aragón. Su imagen con la bandera blanca de la paz y la Cruz roja de la esperanza, sigue siendo un buen testimonio de lo que ha significado san Jorge como fuerza de superación y lucha contra la injusticia, el maltrato y la persecución. Por eso, a veces pienso que los aragoneses tendremos que volver a levantar esa bandera para reivindicar que no vamos a permitir que nos quiten nuestra identidad histórica, ni nuestra cultura, ni la memoria de todos los que desde esta tierra han contribuido al progreso del mundo.