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GUERRA EN UCRANIA

De Zaragoza a Polonia en busca de su hija de acogida

Recorren unos 5.000 kilómetros para traer a la joven ucraniana que viajó a Lanaja 9 años

Alina, junto a Fernando y Gregorio (sentado), su hijo y una de sus sobrinas, el miércoles en Polonia.
Alina, junto a Fernando y Gregorio (sentado), su hijo y una de sus sobrinas, el miércoles en Polonia.
S. E.

Alina Chornobay está en estos momentos camino de España, 11 años después de haber acabado (al cumplir los 18 años) los periodos de acogida con una familia en Lanaja de la mano de la Asociación Asistencia a la Infancia y obligada por unas terribles condiciones que nunca hubiera imaginado. Estuvo pasando los veranos en la localidad monegrina desde los 9 a los 18 años, además de muchas Navidades entre Lanaja y Zaragoza, donde vive la familia de acogida, que ahora le ha abierto las puertas de su casa para ofrecerle un futuro que en su país es más que incierto.

Desde entonces no había regresado a España, pero durante estos últimos 11 años ha seguido manteniendo un contacto fluido con la que fue su familia de acogida. Así lo explica Ainoa Polo, hija del matrimonio que durante 9 años acogió a Alina, con la que conserva una amistad y contacto fluido y con la que compartió juegos y diversión durante veranos y Navidades en Lanaja y Zaragoza cuando ambas eran niñas, ya que solo se llevan dos años de diferencia.

Alina tiene 29 años, un hijo de 7 y está casada. Hasta hace unos días vivía en la localidad ucraniana de Yahotin (a 80 kilómetros de la capital, Kiev), pero la semana pasada, ante la invasión de Rusia, decidió abandonar su país, junto a su marido, su hijo, su hermana gemela Vita (que también fue niña de acogida con una familia de Zaragoza) y el marido y los dos hijos de ésta.

“No queremos morir tan pronto. Mañana por la mañana cuando nos levantamos te llamo si sigo viva”. Con esta frase grabada en un audio, Alina trasladó a Ainoa los dramáticos momentos que se viven en Ucrania y su intención de dejar el país. Ante esta desesperación y su petición de ayuda, el padre y el tío de Ainoa, Gregorio Polo y Fernando Conte, no se lo pensaron dos veces. Junto a dos miembros de la familia de Zaragoza de acogida de Vita, salieron todos juntos el martes a las 6 horas dirección a Polonia.

Ainoa cuenta que “el viernes le llamamos y estaba muy nerviosa, habían tenido que ir a buscar a su hermana (junto a su marido y a sus dos hijos) que vivía en otra población porque estaban escuchando bombardeos cerca de su pueblo, para al día siguiente salir hacia la frontera con Polonia”.

Las dos hermanas con sus respectivos maridos e hijos iniciaron el sábado por la mañana el viaje hacia Polonia en dos coches. “Estábamos en contacto todo el rato con ellas; sabíamos por dónde iban y nos mandaban sus ubicación”, cuenta Ainoa.

Ante las larguísimas colas de vehículos de ucranianos queriendo salir de la guerra que provocaban que al día solo avanzaran dos o tres kilómetros, decidieron abandonar los coches en el camino y realizar andando los últimos 10 kilómetros que les separaba de Polonia.

Cuando parecía que iban a entrar en Polonia para dejar atrás el horror que vive su país, en la frontera les dijeron que los dos hombres no podían salir, que tenían que quedarse “para ir a la guerra”. Alina y Vita con sus hijos pudieron coger un autobús que les trasladó a la localidad polaca de Juszczyn, donde fueron acogidas como refugiadas. El miércoles, día 2, por la tarde, Gregorio y Fernando llegaron al hotel donde estaban Alina y su hermana y, pudieron por fin, abrazarse. Y ayer por la mañana, todos juntos, iniciaron el viaje hacia Zaragoza, donde tienen previsto llegar entre esta noche y mañana por la mañana. De esta manera, Gregorio y Fernando habrán recorrido unos 5.000 kilómetros, cargados de inquietud, afecto y solidaridad.