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COSAS DE CASA

Nueva vida al Santuario de la Virgen de Magallón

Unas emprendedoras explican cómo han tomado las riendas de la revitalización del edificio

Interior del Santuario de Nuestra Señora de Magallón.
Interior del Santuario de Nuestra Señora de Magallón.
S. E.

UN GRUPO de mujeres emprendedoras nos explican cómo han tomado las riendas de la revitalización del Santuario de Nuestra Señora de Magallón.

“En el siglo XIII la Virgen de Magallón se aparece al pastor Marcén en el monte de Leciñena y le pide que baje al pueblo y que construya una capilla en su honor”, narra Ana Marcén, representando a este equipo femenino que ha desarrollado una propuesta de gestión integral del Santuario. “Escepticismo primero, devoción después, tanta que en unos años se convierte en un Santuario con tantas puertas y ventanas como tiene el año”.

Su función, acoger peregrinos, servir de lugar de encuentro, sanación y conexión. “Hemos vivido su recuperación desde que somos pequeñas. Hemos mamado de nuestras familias el amor y la devoción al edificio y a la Virgen. Sabemos lo que significa para el pueblo y para la comarca, también hemos visto a gente de todo el mundo enamorarse de él”, y con esta pasión han iniciado un proyecto social para este espacio que ofrece infinitas posibilidades.

Imagen del inmueble en 1991.
Imagen del inmueble en 1991.
S. E.

Queremos que las personas que lo visiten sientan lo mismo que sentimos, porque el Santuario te transforma la vida, está fuera del tiempo”, afirman sobre el edificio y su entorno, “siempre ha sido un lugar de encuentro, que ha acogido a personas de muchos sitios, que los ha ayudado a conectar consigo mismos y con sus posibilidades. Ha sido un lugar que ha promovido el arte, la cultura, el emprendimiento, la gastronomía, el desarrollo rural, la contribución social y la sostenibilidad”.

Volviendo a la historia, detallan como en 1987, a causa del tiempo, las guerras y la falta de recursos, hacen que lo construido con donaciones y voluntariado de Leciñena, Perdiguera o Robres se declare en ruina. “Juan José Marcén, desde una loma vio a las excavadoras y fue corriendo al pueblo gritando ¿vais a dejar que se convierta en polvo?, y de nuevo voluntarios y donantes, guiados por el corazón, la Virgen o la magia del lugar se unen para reconstruirlo”, señala Ana, puntualizando que, “había un patronato formado por el alcalde, un concejal y el cura, y desde hace 32 años lo apoya una asociación que llegó a tener 600 socios de los tres municipios y que durante años coordinaba dinero y trabajo hasta finalizar la restauración del edificio, si bien, se dejaron una parte importante, la hospedería”.

El edificio rehabilitado.
El edificio rehabilitado.
S. E.

En 2002 tres socios deciden dotar al Santuario de hospedaje y constituyen una sociedad limitada para crear un albergue en su interior y en 2005 inauguran el restaurante y el albergue. “Es en 2020 cuando, conocedora de toda la historia, amante del edificio y habiendo vivido de muy cerca su recuperación, me pregunté, ¿Cuál es mi misión?, la respuesta me impactó: gestionar esto…”, señala Ana que unida a sus compañeras lanzan el nuevo proyecto.

“Nuestra propuesta, para que este proyecto sea sostenible en el tiempo, es la de crear un equipo multidisciplinar, flexible, intergeneracional, creativo y comprometido con el proyecto social. Una comunidad que continúe lo que ya se ha hecho, y cree oportunidades para lo que viene, es decir, que aproveche los recursos y los lazos que se crearon en el pasado, con una mirada hacia el futuro, hacia lo que queremos que esto sea ahora y para las siguientes generaciones, como han hecho otros vecinos siglos atrás”, dice considerando que su intención es que, “una cooperativa social gestione el Santuario (albergue, gastronomía y experiencias), para que el edificio genere ingresos suficientes para su mantenimiento, con una comunidad local o internacional que lo apoye y lo sustente en casos excepcionales, y que ambos (equipo y comunidad) se beneficien de todo lo que ofrece este lugar, desarrollándose personalmente y contribuyendo al bien común. Es decir, que el propio equipo se transforme y ayude a transformarse a quien acuda allí, que creen su propio presente y futuro”.

La realidad es que este conjunto de mujeres tiene una cualificada experiencia en el emprendimiento, “hemos visto otros proyectos parecidos y nos asesora la Fundación Aragón Emprende, desde el proyecto EREA. Creemos que merece la pena dedicar nuestra energía en este proyecto porque sabemos el impacto que una comunidad así puede generar en el territorio, no solo a nivel social, sino también económico, cultural, educativo y medioambiental. Y creemos también que co-creando entre todos, esa entidad social, es la única forma de que sea sostenible en el tiempo”.

Son conscientes de que llevarlo a la práctica no es sencillo. “Que no nos han formado para crear y trabajar en comunidad, ni para emprender, y que todo eso exige un compromiso que no todos están dispuestos a llevar a cabo. Aun así, nuestra intención es hacerlo así porque creemos que es el futuro”, concluyen.