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COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

Desde Canet de Mar hasta La Hoya para disfrutar del medio rural

Laura Cabrera regenta una tienda en el pueblo en el que nació y vivió 9 años su suegra

Laura y Xabier, con sus hijos Joel y Gorka, en su tienda.
Laura y Xabier, con sus hijos Joel y Gorka, en su tienda.
S. E.

La elección de Almudévar, casi a ciegas, para asentarse hace siete años ha resultado ser un acierto para Laura Cabrera, que regenta un supermercado de alimentación en la localidad, junta a su marido Xavier Mumbrú, y sus dos hijos, Joel y Gorka. Vivían en Canet de Mar, localidad a la que llegaron desde Barcelona, y por cuestiones laborales Xavier fue destinado a Huesca. Sin embargo, no querían vivir en una ciudad. “Ya veníamos de un pueblo y nos gusta tener tranquilidad”, señala Laura. La única referencia que tenían de la provincia era Almudévar, ya que la suegra de Laura nació allí, en concreto en la casilla del Canal, y se fue a los 9 años a Barcelona con su familia y nunca más volvió al pueblo.

Así que Laura y Xavier, trabajador del sector de ambulancias, pensaron que Almudévar podría ser un buen lugar para vivir y criar a sus dos hijos. Dicho y hecho.

Llegaron a Almudévar, desde donde Xavier, que “tenía un vago recuerdo de lo que era el pueblo”, apunta Laura, se desplaza a trabajar a la capital oscense. Laura empezó trabajando en la gasolinera que hay en la salida de Almudévar hacia la autovía A-23, luego estuvo en la recepción de la residencia de Tardienta y desde hace tres años lleva el súper de BonArea de la localidad.

“Ahora en julio hará tres años que llevamos la tienda. Hemos tenido una gran acogida por parte de la gente del pueblo y de todos los colonos de alrededor y más allá”, comenta Laura, que asegura que están “muy contentos” de vivir en Almudévar. Y es que -añade- la localidad tiene cubiertos todos los servicios públicos básicos, tiene una “situación estratégica para poder moverte” y “un transporte público que me acerca a una ciudad, a Huesca, si yo quiero” y en poco tiempo.

Destaca, además, la tranquilidad, el trato cercano con los vecinos o el que sus hijos hayan podido jugar en la calle. “Ese poder comunicarte con la gente, estar en la calle y encontrarte con uno y otro... Si eres un poco abierto de carácter, esto lo encuentras fácilmente en un pueblo; algo que en una ciudad es hola y adiós con un vecino, y si sabes que es tu vecino”, concluye.