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Gustavo Ortas: “No es necesario ir al otro lado del mundo, tenemos un pequeño paraíso en la puerta de casa”

Presidente de la Asociación Gállego Activo y socio de UR Pirineos, ha recorrido los ríos más bravos del mundo, pero siempre vuelve a Biscarrués

Gustavo Ortas.
Gustavo Ortas.
Laura Ayerbe

Gustavo Ortas Torralba (Biscarrués, 1976) ha encontrado en Turismo Activo y los deportes de aventuras su pasión. Con todo, su vida ha dado muchas vueltas. De padres agricultores, probó en el campo igual que su hermano mayor. Después le llamó la docencia. Su profesor de Educación Física, Fernando Nasarre, puso la primera piedra y acabó por estudiar Inef en Lérida, pero una formación en Murillo de Gállego le cambió por completo. Presidente de la Asociación Gállego Activo y socio de la empresa UR Pirineos, ha recorrido los ríos más bravos del mundo, pero siempre vuelve a Biscarrués con su mujer y sus hijos.

¿Cuál es la historia de su familia en el Alto Aragón?

-Pues parecido a eso que los vascos llaman el RH negativo, nosotros tenemos el de aquí. Además, mis apellidos Ortas y Torralba son de la Sierra.

¿Qué tiene de bueno crecer en un pueblo?

-Recuerdo una infancia amable y feliz, de jugar fuera en el monte, hacer casetas y con los problemas que puede haber en todas las familias. No recuerdo una limitación con respecto a la ciudad. Hay que quitar esa creencia peyorativa que atribuyen al medio rural.

¿Cuándo descubrió su pasión por los deportes de aventura?

-Terminando los estudios universitarios. Las empresas del sector realizaban una formación en Murillo de Gállego porque necesitaban personal cualificado para trabajar como guías de aguas bravas. Ahí nos metimos unos cuantos y de aquella remesa del 98, creo que soy el único que queda.

¿Cómo lo vivió?

-Era algo que me gustaba, estaba cómodo y disfrutaba con lo que hacía. Suficiente para seguir adelante. 

¿Qué ve en la gente cuando se expone a sus miedos y límites?

-Superación. Buscar una sensación que nos saque de la ciudad, el trabajo, el coche, la casa... Verlo en la gente me reconforta mucho. Lo imposible retrocede cuando avanzamos hacia ello y al pulir esos miedos, veo que somos capaces de todo. La naturaleza es un reencuentro contigo mismo, volver a sentir, oler y experimentar.

¿Alguna experiencia que le haya cambiado?

-Realizamos una actividad de rafting con una persona invidente. Había que remontar unos 20 o 30 metros a nado con obstáculos y él puso toda su confianza en mí. De seguido, nos tiramos a una corriente, todo ello sin ver. Acompañar a las personas en este descubrimiento es algo muy especial. 

¿Ve la naturaleza con otros ojos?

-Al principio era quizá más la sensación de adrenalina y el riesgo lo que me atraía, pero cada vez es más el punto de contemplación del paisaje. Los colores, olores, ambientes según la época del año, el sol, las nubes, el sonido de las rapaces... Es único.

¿Hay que redescubrir el territorio?

-No podemos estar quietos, hay sitios por explorar, pero aquí tenemos grandes maravillas: Gratal, Caballera, Guara, el Pirineo... No es necesario ir al otro lado del mundo, tenemos un pequeño paraíso en la puerta de casa.

¿En qué lugar del Alto Aragón pararía el tiempo?

-En el río Gállego, cuando estamos descendiendo siguiendo el curso del río en el que se ven por primera vez los Mallos de Riglos. Lo tengo completamente metido en la cabeza. Es una curva de izquierdas donde de repente aparecen las moles imponentes desde dentro del cauce. Además es la frontera entre el Pirineo y la depresión del Ebro. Atravesar esa puerta geológica surcando el agua es algo mágico, no me canso de verlo.

¿En qué situación se ha visto al límite?

-Me vienen tres flases. El Gállego, cuando viene con mayencos, cuando viene grande, es espectacular porque se forman unas olas gigantes. Hace tiempo que no lo veo así... Por otro lado, recuerdo bajar con mucho volumen de agua el Aragón Subordán, en el valle de Hecho y sentir el ruido de los cantos rodados debajo del kayak. Ese “clonk”, “clonk” de las piedras por la fuerza del cauce. Otro pensamiento fugaz es en Ecuador, en un río alpino en medio de la selva rodeado de mariposas gigantes.

¿Por qué eligió Biscarrués?

-Me da lo que necesito. Empecé allí, estuve cuatro años en Huesca, cinco en Lérida, hice un par de inviernos en Sudamérica, pasé dos años en Francia, entre Lyon y Lille. La madre de mis hijos es francesa, por tanto tengo un vínculo muy importante con el país. Aunque siempre me ha atraído Biscarrués, no sé donde terminaré.

¿Le gustaría que tus hijos viviesen en el Alto Aragón?

-Que hagan su camino. Allá donde estén, que lo disfruten.