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EMOCIÓN Y AVENTURA A PIE DE VÍA

Deporte, música y gastronomía, una combinación que triunfa entre los fans del esquí

Con pistas para todos los niveles, Aragón se postula como un destino ideal para deslizarse con las tablas

El valle de Izas, en Formigal.
El valle de Izas, en Formigal.
Aramón

De sol a sol. Así se disfrutan las pistas de esquí del Pirineo aragonés, desde que amanece hasta que ‘Lorenzo’ se esconde tras las montañas; deslizándose por las blancas laderas, pero también viviendo intensamente otras actividades que, con la nieve como nexo de unión, proponen al esquiador gozar de una experiencia única. Son 360 kilómetros los que suman Astún, Candanchú, Cerler y Formigal-Panticosa, más 32 de Javalambre y Valdelinares en Teruel, cientos de pistas para todos los niveles, buena gastronomía, música para bailar y celebrar los éxitos de la jornada, y actividades top para quienes buscan adrenalina o deslizarse bajo las estrellas.

Candanchú, la más veterana, dispone de una zona ideal para principiantes, Pista Grande, pero también míticos descensos como el Tobazo o fuera de pistas espectaculares como el Tubo de la Zapatilla. A pocos kilómetros y unida por autobús, Astún, con quien forma el dominio 100K, ya que entre ambas suman 100 kilómetros y el pase es conjunto. Por su orientación, es uno de los valles que goza de mejores condiciones de nieve, un manto blanco trabajado con mimo que tanto valoran sus fans.

Zona de principiantes en Candanchú.
Zona de principiantes en Candanchú.
D.A./PABLO SEGURA

Dentro del grupo Aramón, que apuesta por una propuesta ligada a la diversión, una oferta en la que esquí y ocio se dan la mano, Formigal-Panticosa es la más grande con 180 kilómetros distribuidos de forma que el principiante puede viajar por toda la estación, por sus seis valles, deslizándose por pistas azules. Pero también con vertiginosas laderas como los tubos de Tres Hombres en Formigal o la Bandera en Panticosa. Y todo ello con un plus: su après-ski, para danzar hasta que cae la noche con los mejores DJ en Marchica, disfrutar de la gastronomía en cualquiera de sus más de 30 paradas, descender con un antiguo trineo de madera y al caer la noche por 2,5 kilómetros de pista iluminada o utilizar el ski ratrack para viajar a un valle virgen.

Cerler ofrece un paisaje más salvaje, es la más alpina de todas. Su techo, Gallinero, con 2.630 metros, es el punto de salida para poner las piernas y descender 9 kilómetros y 1.200 metros de desnivel. En su programa, actividades cono el Skyline o las cenas en el Bosque, para vivir también el esquí bajo las estrellas.

Las otras dos estaciones aragonesas están en la sierra turolense: Javalambre y Valdelinares. Pequeñas, pero con el encanto de un paisaje rodeado de pino negro y de disfrutar de unas vistas espectaculares.