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La truficultura sigue creciendo bajo el soporte de la investigación

La actual campaña, que se cerrará el 15 de marzo, ha sido “desigual” por la sequía, pero concluirá con una subida de la producción del 20 % 

Un perro durante la búsqueda de trufa en hectáreas de cultivo.
Un perro durante la búsqueda de trufa en hectáreas de cultivo.
S.E.

La truficultura crece “de forma sostenida” en la provincia y como complemento a otros cultivos. El relevo generacional apenas compensa las bajas en un cultivo complejo y de ciclos largos, fundamental tanto para asentar población en zonas rurales de escasa densidad demográfica como para fomentar la reforestación. 

El sector avanza en el Alto Aragón de la mano del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (Cita) y el Centro de Investigación y Experimentación en Truficultura (Ciet) que la Diputación de Huesca (DPH) tiene en Graus, ya que la investigación es crucial en un cultivo rentable, pero joven.

“El cereal lleva 5.000 años cultivándose y, con la trufa llevamos 50 años, es un cultivo en pañales”, comenta el presidente de la Asociación de Recolectores y Cultivadores de Trufa de Aragón, David Royo. El cambio climático -evidenciado en esta temporada calurosa y de esas lluvias que está resultando “mejor que la anterior, pero desigual”- dificulta el manejo de las plantaciones, en cuanto a riego, plagas o micorrizas, las principales inquietudes de los truficultores, cuya producción ha aumentado un 20 por ciento esta campaña.

El sector aglutina a 250 profesionales, 226 de ellos pertenecientes a la Asociación de Recolectores y Cultivadores de Trufa de Aragón, mientras que el número de hectáreas suma 2.500 en toda la provincia, de las cuales en Ribagorza habría un 70 por ciento; Sobrarbe tendría en torno al 20 por ciento, y el resto se repartirían entre Alto Gállego, Jacetania, y Hoya de Huesca, en la zona sur de Guara. “La superficie crece a ritmo sostenido, pero se ha frenado”, detalla Royo, quien cifra en unas 100, las hectáreas incorporadas esta temporada. “El reto con la DPH es hacer cursos fomentando el cultivo de la trufa porque, bien gestionado, es un cultivo rentable, no solo económicamente”.

Asentamiento de la población

La truficultura permite que la gente permanezca en el territorio, pero “es un cultivo a largo plazo y esa es la razón por la que es tan importante las ayudas que da la Diputación, sobre todo para hacer soportable esos años hasta que es rentable el cultivo.

Se está subvencionando las nuevas plantaciones, pero se está dando prioridad a la puesta en regadío para lograr que las explotaciones sean lo más rentables posibles, dado cómo está afectando el cambio climático”.

A diferencia de Teruel, donde muchos agricultores se dedican “en exclusiva” a la trufa, en el Alto Aragón “es una forma de diversificar”. Además de ser un cultivo complejo, “porque es un hongo de ciclo largo que nace en primavera y se recoge en invierno”, Royo destaca la afección de la sequía y las altas temperaturas, que han hecho que la trufa se haya dado en plantaciones de regadío y en zonas donde puntualmente hubo tormentas. “Aún así, no ha sido una campaña mala como la pasada y la producción ha aumentado respecto a la anterior situándose entre la 7 y las 9 toneladas”, precisó.

Los nuevos proyectos de investigación del Cita y el Ciet tienen en cuenta a los socios del colectivo que, por medio de encuestas, han trasladado sus inquietudes, sobre todo, la investigación en gestión de riegos, las plagas -de escarabajo, de noviembre a enero, y de mosca de la trufa, en febrero y marzo-, y la evolución de las micorrizas.

La gran rémora sigue siendo la falta de una legislación sobre la trufa en España en cuanto a especies como la “tuber indicum” y los aromatizantes impide que se consolide la comercialización en España y hace que la mayor parte de la producción se destine a la exportación en un 90 %.