Comarcas

ENTREVISTA

Cesar Trillo: “La mejor defensa contra el trasvase, es mostrar que necesitamos y usamos el agua”

El residente de la Federación de Regantes del Ebro ha recibido el Premio Aragón 2024 

Trillo, junto a Azcón, recibiendo el galardón.
Trillo, junto a Azcón, recibiendo el galardón.
Fabian Simon

César Trillo, actual presidente de la Federación de Regantes del Ebro (Ferebro) y expresidente de Riegos del Alto Aragón, recogió el Premio Aragón 2024, galardón que le entregó el presidente de Aragón, Jorge Azcón, el 23 de abril.

¿Cuál ha sido la mayor conquista de los últimos 20 años?

—La mejor que ha habido para Riegos del Alto Aragón ha sido la modernización de los regadíos. 40.000 hectáreas ya se transformaron de secano a regadío por riego presurizado y 100.000 que regaban de pie, por gravedad, en estos momentos prácticamente están transformadas para hacerlo por aspersión y goteo. Ha sido un éxito de gestión del agua, de ahorro, de aprovechamiento en situaciones de sequía... Esto por un lado, por el otro, también, el uso de las nuevas tecnologías y digitalización de las comunidades de regantes.

¿Qué faltaría por completar?

—Bueno, prácticamente estará modernizado casi todo en 2027, excepto un poco en la zona de Zuera y San Mateo donde la principal actividad ya no es la agraria. Pero lo que es la agricultura profesional, las 100.000 hectáreas, queda colmada.

¿Huesca necesita agua? ¿Cree que tenemos que demostrarlo para que se nos escuche?

—Claro que se necesita agua, la provincia de Huesca y Aragón entero, porque son unos secanos bastante áridos a excepción de la cota 400 o 350 para arriba; aunque ahora ya con el cambio climático, la sequía va subiendo. Si hablamos, por ejemplo, de Monegros II, tiene unas medias de lluvia que son una miseria. Con eso no se puede vivir. Aragón necesita agua, y Aragón tiene agua, pero no podemos disponer de ella porque no la sabemos almacenar, la vemos pasar. Y una vez que llega a Mequinenza, un embalse que está en Aragón y su presa también, ya tiene como destino Cataluña y los caudales ecológicos del Delta.

Le han dado el Premio Aragón. ¿Qué ha supuesto la creación de la Comunidades autónomas en el tema del agua?

—En el Estatuto de Aragón se ha peleado mucho por una reserva de 6.000 y pico hectómetros cúbicos. Pero ¿qué pasa? Que si no la podemos sujetar, la vemos pasar. No nos sirve de nada tenerlo en el Estatuto y tampoco que en Aragón el Ebro tenga unas aportaciones que permitirían un mayor desarrollo si no hay regulación. Tenemos mucho territorio y pocos habitantes, que además se concentran en Zaragoza, Huesca y otras cuatro ciudades grandes, pero el resto… Las zonas rurales de verdad no tienen medio de vida si no tienen agua. Y Aragón va a tener que decidir de una vez por todas qué quiere, decidir si quiere aprovechar el agua, que es el recurso más importante que tiene.

Los expertos hablan de que el cambio climático va a cambiar muchas cosas.

—Con el cambio climático si algo tenemos mayoritariamente en nuestra zona es que las sequías son más prolongadas y las lluvias, cuando vienen son torrenciales. Unas veces nos inundamos y otras no podemos regar porque no hay agua, y cuando la ha habido, se nos ha ido río abajo. Aragón tiene que plantearse si quiere utilizarla, si quiere seguir viendo las zonas inundadas y los regadíos con restricciones, si quiere ver el mundo rural vivo o lo quiere ver muerto ¿no? Y para eso, para verlo vivo, se necesita regular. Los últimos 25 años hemos estado tirando más de 6.000 hectómetros de media por año al mar. Y ahora el Ebro sigue trayendo agua, pero de diferente manera, y hay que poder almacenarla cuando viene para utilizarla cuando no llega. Si queremos tener alguna industria -la agroalimentaria es la que más demanda tiene en Aragón- y que funcione, tenemos que tenerla. Y también para los ríos, porque si hay agua embalsada, puede mantenerse vivo y no seco como pasa en época de estiaje.

Tenemos agua que usted asegura que no sabemos almacenar y que otros quieren...

—Si queremos defender el agua contra un posible trasvase, la mejor manera es demostrar que la necesitamos y que la utilizamos para nosotros, que la vamos a almacenar para el desarrollo de Aragón. Hay que tener en cuenta que el dominio público hidráulico es de todos. Oponerse a un trasvase cuando están llegando 6.000 hectómetros cúbicos anuales al mar de más por encima del caudal ecológico, es el no por el no, no nos justifica. Hay que demostrar que se necesita y se quiere.

Ahora bien, si la regulación del agua solamente lo pedimos los regantes, no se conseguirá nunca. Si la pedimos los regantes con los sucesivos gobiernos de Aragón, pues es fácil que la podamos conseguir un poco mejor, pero mal también. Tiene que convencerse la sociedad aragonesa de que el agua es uno de los principales recursos que tiene Aragón, fundamental para el progreso. Si no los convencemos de eso, no hay nada que hacer.

Usted ha defendido a ultranza el Pacto del Agua. ¿Qué obras son necesarias?

—De cara a las necesidades anuales, de un año medio, no tenemos suficiente regulación. Riegos del Alto Aragón puede salir una campaña con todos los embalses llenos y, si no hay nieve en las montañas que aporten agua hasta mitad de junio, no acaba. Y efectivamente lo que hay que hacer es terminar unas obras del Pacto del Agua, mayoritariamente en la margen derecha, para que la gente tenga agua para un mínimo desarrollo.

En Riegos del Alto Aragón se han desestimado muchos embalses y en otros sistemas igual. Más o menos son 30. ¿Qué es lo que pasa? Pues que tampoco hace falta hacerlas todas. Como ya se ha llegado tarde, hay muchas en las que no hay esa demanda que se propuso en el Pacto del Agua.

¿Cuáles son las necesarias?

—Hacen falta obras que regulen las puntas de avenida que tienen los ríos. El otro día en Ardisa, en el río Gállego, pasaron más de 600 metros cúbicos por segundo y si nos hubiera pillado con La Sotonera vacía y Almudévar vacío, pues podríamos haber desviado 75 hacia los embalses interiores. Pero no más. Hace falta una pieza de regulación en este río, pues si no se hace, esa agua la perderemos. De los 600, resta 75, y el resto a Mequinenza. Y una vez allí, Aragón la ha perdido. Y esto hay que planteárselo. Hay que regularla en sitios determinados, con consenso y que la sociedad se convenza y apoye. Si quien vive en Zaragoza, colocado en un puesto, se da por satisfecho y se olvida de los intereses de Aragón en general, no haremos nada.

Estamos en un estado de autonomías y una comunidad que no sepa aprovechar sus recursos naturales cada vez es más pobre y la que sabe aprovecharlos, más rica. Y cada vez será más rica, y la pobre, más pobre.

¿Y qué cree que puede posicionarnos en esa carrera?

—Aragón es el 10 % del territorio español y por lo tanto, tenemos muchísimo para energías limpias, renovables… Tenemos la posibilidad de aprovechar el agua, de almacenarla, de regularla y de producir energía. Y la más barata y más limpia de todas, la más rentable, es a través del almacenamiento de agua. Y eso hay que hacer, utilizar la producción, utilizar el agua y utilizar el territorio y el sol. No tenemos playa, pero sí el Pirineo, turísticamente hablando, adonde con el tema de la subida de las temperaturas la gente se desplaza mucho más. Y el agua. Si tienes la llave del agua, tienes todo. Si solo la ves pasar, nada.

Usted ha hablado del Gállego en concreto. No ha mencionado Biscarrués, aunque sí que políticamente estos días vuelve a estar sobre la mesa.

Yo digo y defiendo que el Gállego se tiene que regular, entre La Peña y Ardisa. En cabecera, para recoger el agua de la nieve en los deshielos, ya está Búbal. Pero el agua de las lluvias torrenciales entra por los ríos laterales que tiene desde Sallent hasta Ardisa. ¿El punto en el que se haga? Se han estudiado muchos. Desde el recrecimiento del embalse de La Peña pasando por Biscarrués de 400, después de 192 hectómetros, después de 35 y, al final, se han ido desechando todos. Biscarrués se puede hacer perfectamente o se puede hacer cualquiera de los otros. No se pudo aquel anteproyecto... Pero no ha habido ningún juzgado que haya dicho que en el Gállego no se pueda hacer una presa de regulación.

Hemos hablado antes de la sequía reciente. Dos años continuados que este año, al menos en el inicio de la campaña, parecen olvidados. Y después, lluvias torrenciales. ¿El cambio climático como les afecta?

—El Ebro sigue estando casi con 15.000 hectómetros cúbicos al año de aportación y no baja tan rápido como dicen los técnicos. No niego que haya cambio climático, pero se está exagerando mucho porque va muy bien si no quieres hacer embalses, regadíos u otras cosas. Para ellos, lo mejor es decir que no va a llover y que no los vamos a llenar. Y mira, que casualidad, que cuando viene una riada en el Cinca, como en marzo y abril, hubiéramos llenado otros dos como los que hay.

No sabemos nadie qué pasará en el año 2100. Cambios siempre ha habido. Pero insisto en que, en el caso del Ebro, el cambio climático le afecta porque llueve de distinta manera. Llega de golpe y porrazo, y también de golpe y porrazo está seis meses sin caer una gota. Los agricultores tenemos una cosa muy clara, principalmente los de secano lo tienen clarísimo, que no todos los años son buenos. Y, por lo tanto, cuando tienes buenas cosechas porque ha llovido porque no les ha hecho falta agua, todo el mundo ahorra, porque sabe que el siguiente, tal vez no coseche. Por lo tanto, eso de guardar cuando hay para cuando falta está inventado hace muchos años.

Sería aplicar esa filosofía.

—Lo que tenemos que hacer es luchar contra el cambio climático. ¿Tenemos que adaptarnos? No. Que llueve y hace daño, pues a almacenar. Todavía no se ha inventado nada para controlar las inundaciones y las sequías tan eficaz como los embalses, la regulación. Pues hay que luchar. Si el cambio climático sube, por necesidad, la opinión pública cambiará.

Me ha mencionado el Gállego, pero otro de los proyectos de los que se está hablando estos días también es en el Ésera. ¿También este río o el Cinca necesitan más regulación?

—En el Ésera, la propia Comunidad de Riegos Canal de Aragón y Cataluña optó por irse a San Salvador. Y en la cuenca del Cinca, se desechó Jánovas (río Ara), después Susía… pero más o menos está regulado. El Gállego, no. Tenemos dos embalses laterales con un canal de 75 metros cúbicos por segundo, pero necesitamos una presa que pare esos 600 metros cúbicos por segundo del otro día para después pasarla poco a poco por esos canales.

Se ha hablado mucho del sector primario estos últimos meses. ¿Qué hace falta para atraer a los jóvenes?

—El principal problema para el relevo generacional, a mi manera de entender, es que los jóvenes quieren plegar el viernes a mediodía, y si puede ser el jueves por la noche mejor, y olvidarse de todo hasta el lunes. Y en la agricultura… es difícil. Hoy en día es cómodo y te puedes ir a la playa una semana. Con un móvil puedes manejar el riego y funciona. Pero cuando hay que cosechar o sembrar, hay que estar.

¿Falta vocación?

—Para mí el problema principal es la vocación. La gente tenemos la mala costumbre de comer por lo menos tres veces al día y algunos, hasta cuatro, y de hacerlo bien. Nosotros hemos aprendido a producir con calidad y con seguridad alimentaria, cumpliendo las exigencias que nos piden para producir, que son muy fuertes. Y después entran productos… Lo estamos viendo con Marruecos incluso con Estados Unidos y las almendras.

Pero si tenemos unos regadíos modernizados y rentables, no se quedará una hectárea sin trabajar. Están la industria agroalimentaria, las conserveras, las deshidratadoras, grupos de inversión que están queriendo entrar, y lo que sí va a haber es un cambio significativo. Una conservera no va a cerrar porque no haya jóvenes en el campo. Cuando ellos necesitan mil hectáreas para brócoli, otras mil para espinacas y otras mil para tomates, si no tienen, las compran o alquilan. Ellos mismos explotan y se hacen su propia mercancía. Lo vemos ya con las deshidratadoras o con los frutos secos. Se va a producir de otra manera. Vendrán inmigrantes y vendrán los que sean que contraten esas empresas para sacarlo adelante. Y el agricultor que quiera podrá seguir haciéndolo y con las hectáreas que quiera.