Bajo Cinca

BAJO CINCA - PUEBLOS LLENOS DE VIDA

Mequinenza: reinventarse del pico y la barrena a la canoa y la caña

El embalse que ahogó parte del pueblo dio paso a las oportunidades

Mequinenza: reinventarse del pico y la barrena a la canoa y la caña
Mequinenza: reinventarse del pico y la barrena a la canoa y la caña
J.C.

HUESCA.- A Mequinenza se llega por la carretera N-211, a 20 kilómetros de Fraga y camino de Caspe. El casco urbano aparece bajo la figura majestuosa del Castillo. La vista desde arriba impresiona y es recomendable para ver el pueblo "marinero" del Bajo Cinca y adentrarse en el paraíso que inspiró al escritor Jesús Moncada, autor del Camí de Sirga. De pasado minero se tuvo que reinventar hace medio siglo cuando el embalse de Mequinenza anegó calles y se construyó un pueblo totalmente nuevo a orillas el Segre. Los mequinenzanos lo hicieron entonces y ahora lo vuelven a hacer, después de que se cerrara la última de sus minas, durante décadas principal actividad económica que forjó un carácter de pueblo que no se rinde nunca.

De desastre a oportunidad, el embalse que ahogó el pasado (que no los recuerdos del "poble Vell", donde el Ebro siempre estuvo presente con sus llauts que recorrían el río hasta Tortosa), se convirtió en generador de vida con deportes acuáticos como la pesca, el remo y el piragüismo. Llegó el siluro, introducido por alguno de los muchos pescadores europeos que llegaron a disfrutar de su rica pesca. Y el siluro se convirtió en símbolo de una actividad que atrae turistas y que crea empresas y empleo.

Las instalaciones deportivas del campo de regatas también acogen hoy competiciones deportivas y el embalse es zona de entrenamiento y concentración para equipos de remo. Además, se ha puesto de moda la práctica del descenso del Cinca en canoa o piragua y son muchos los que se atreven con este nuevo tipo de turismo de aventura. El Descenso Internacional del Cinca, entre Fraga y Mequinenza, reúne a más de mil participantes.

El agua ha generado también un turismo natural alrededor del Aiguabarreig, el humedal que conforman las aguas del Cinca y el Segre, cuando se juntan antes de desembocar en el Ebro. El agua toma color verde, y hay senderos para adentrarse y disfrutar de las aves que anidan en este paraíso natural, territorio del martín pescador, la garza, el cormorán, el cisne y otras doscientas especies de aves, que lo convierten en destino común de muchos ornitólogos que vienen desde toda Europa, sobre todo Inglaterra.

Mequinenza se ha enganchado también a la agricultura, sector muy secundario hasta hace diez años y que, hoy en día, gracias a los proyectos de regadío con bombeos desde el río Ebro, se ha convertido en una alternativa económica muy seria, con la transformación de más de tres mil hectáreas, y con cultivos muy prósperos como la cereza, la fruta o el más tradicional olivo. En Mequinenza hay ya un sector agroindustria, de exportación de una cereza de gran calidad y de un aceite muy estimado.

Y Mequinenza apuesta también por la cultura y el turismo cultural. Cuenta con el MIFF, el Mequinenza International Film Festival, que recibe más de mil cortometrajes de todo el mundo, o los premios de investigación Jesús Moncada. La historia se puede paladear en el Museo de la Memoria que cuenta con espacios dedicados a los yacimientos íberos de la zona, a la figura de Moncada y al pasado del río y también el Museo de la Mina, con una galería artificial excavada en la ladera del Castillo.

En septiembre se celebran las fiestas de Santa Agatoclia (La Santa) y en febrero, San Blas y Santa Águeda, con sus concursos de disfraces, Fiestas de Interés Turístico de Aragón.