Jacetania

OJO AVIZOR

El subsuelo de Jaca arroja nuevas respuestas

La reciente investigación del arqueólogo Julián Ramos en el número 8 de la plaza Biscós permite identificar el final de la necrópolis medieval

El fascinante pasado de una ciudad milenaria como Jaca es capaz de atraer a historiadores y arqueólogos, que en los últimos años han puesto su conocimiento al servicio de la sociedad, mediante una serie de proyectos de investigación que han permitido dar respuestas a algunas de las incógnitas que existen sobre el modo de vida de los antiguos jaqueses.

La más reciente iniciativa de este tipo se desarrolló del 3 de octubre al 2 de diciembre de 2022 y consistió en la excavación arqueológica del número 8 de la plaza Biscós. El proyecto corrió a cargo del arqueólogo jaqués Julián Ramos. El impulsor de esta actuación fue la empresa JJ. Martija S. L., que cuenta con sede en Zarautz (Guipúzcoa), siendo la entidad responsable de la construcción de un nuevo edificio en el solar.

Tras la realización de los correspondientes sondeos arqueológicos, en el último trimestre del año pasado se empezó a acometer dicha intervención, comprobando que en este lugar continúa el cementerio mayor de la ciudad medieval. Cabe recordar que esta área de Jaca fue ocupada entre los siglos XI y XV por una importante necrópolis, que ya fue motivo de investigación en numerosas intervenciones previas.

Más en concreto, fueron motivo de excavación los números 5, 9 y 2 de plaza Biscós, así como su interior y el número 4 de la contigua plaza Ripa. Además, son varios los seguimientos arqueológicos realizados en la zona, localizados en la plaza Ripa, la plaza de la Catedral y el entorno de la plaza de San Pedro. De este modo, se ha podido establecer una crono-tipología de las tumbas.

“En base a estos estudios previos, se puede considerar que las primeras tumbas, correspondientes a mediados del siglo XI, se ubicaron en primer término junto a la Catedral y, progresivamente, fueron extendiéndose por el área que ocupa la actual plaza Biscós y los edificios que la delimitan”, explicó Julián Ramos, autor de este interesante estudio arqueológico, sobre el que elaboró una exhaustiva memoria compuesta por 231 páginas.

“De igual modo, se considera que el momento final del cementerio mayor estaría relacionado con la reinstauración de la sede episcopal y los cambios consecuentes en el entorno de la Catedral”, continuó el arqueólogo, cuyo trabajo arroja luz sobre el casco histórico de Jaca, donde se levantaba la parcela objeto de estudio, que estaba ocupada hasta fechas recientes por un edificio de 315 metros cuadrados, datado en el siglo XX.

Metodología

Siguiendo los criterios marcados por la dirección general de Patrimonio del Gobierno de Aragón, tras la realización de sondeos en el solar por parte de la arqueóloga jaquesa Julia Justes, la excavación del solar se realizó en dos fases. Por un lado, el vaciado controlado del solar mediante pala excavadora hasta alcanzar el estrato de la necrópolis y, por otro lado, la excavación manual de la necrópolis.

Debido a cuestiones de seguridad, fue necesario dejar anchos testigos en los laterales del solar. Igualmente, en el extremo oeste del solar, existe una bodega del anterior edificio, por lo que se colocó en esta zona la rampa de acceso. Por cuestiones prácticas relacionadas con el acceso, la logística y la propia seguridad, estas zonas no fueron excavadas.

En la excavación se establecieron Unidades Estratigráficas (UE), de acuerdo a los principios establecidos por Harris. En el caso de las tumbas se les aplicó un tratamiento diferente, al distinguirse cada estructura funeraria como Tumba (T) y asignarse números correlativos (T1, T2, T3…). Para identificar casos de múltiples enterramientos en una tumba se consideró necesario diferenciarlos numéricamente (T1.1, T1.2, T2.1, T2.2, etc.).

“Durante el proceso de excavación se sufrió un prolongado periodo de lluvias otoñales, lo cual, junto con el terreno arcilloso, dificultó el proceso de registro arqueológico. Asimismo, en este solar destaca la gran humedad presente, sin duda por encontrarse próximo el nivel freático, lo cual ha perjudicado la conservación de los restos óseos”, afirmó Julián Ramos.

“La alta condición de humedad y el terreno arcilloso han dificultado la diferenciación de las fosas. Lo irregular de las inhumaciones no ha permitido establecer con total seguridad los límites de las tumbas, siendo posible que algunas se correspondan como una única estructura funeraria”, expuso el arqueólogo, agregando que “durante el proceso se tomaron cotas regularmente, teniendo como referencia el nivel de suelo actual de la plaza Biscós”. Durante estos trabajos, el especialista pudo contar con la ayuda de dos peones aportados por el promotor.

Resultados

En la primera fase de excavación de los niveles superiores a la necrópolis se comprobó una estratigrafía sencilla, en donde el nivel superficial (UE 16), compuesto por materiales constructivos del derrumbe del edificio previo, cubría un estrato heterogéneo, medio compacto, arcilloso, de color oscuro de época moderna con restos óseos de fauna y cerámica de transición de finales del siglo XV y comienzos del XVI (UE 10). Bajo éste se localizó el nivel de la necrópolis, heterogéneo, arcilloso, de tono rojizo.

Al fondo del solar, en su extremo este, se identificó una mayor complejidad estratigráfica. Bajo la solera conservada (UE 1) se identificó un nivel de relleno y nivelación contemporáneo (UE 2), que cubría a su vez a una solera anterior de mortero de cal (UE 3), construida tras el arrasamiento de una estructura (UE 4, 5, 6, 7, 8 y 9) y su colmatación (UE 8).

“En la excavación de la propia necrópolis se identificaron un total de 64 estructuras funerarias o tumbas de diferente tipología y cronología. La mayoría de ellas, 35, se trataron de fosas simples cubiertas de losas, habiendo en varias de ellas más de un enterramiento. Sin embargo, también se documentaron fosas simples (15), fosas reforzadas con losetas laterales y cubierta de losas (12), cajas de losas (1) y un osario”, detalló Julián Ramos.

A su jucio, “posiblemente, la tumba más significativa se trate de la T 22, enterramiento de fosa simple con cubierta de losas atribuido a un peregrino, debido a las dos conchas ubicadas en su costado derecho”. Además, “siendo parte del relleno de esta tumba, también se recuperó una pieza de hierro de aspecto punzante con espiga, interpretada como una posible punta de lanza o regatón bajomedieval”.

Como explicó Julián Ramos, “en algunos casos se pudo identificar enterramientos en fosa simple a cota superior que el conjunto y, por tanto, atribuibles a la última fase de enterramientos en esta zona, al menos, de la necrópolis”. De las 64 tumbas identificadas se han podido diferenciar un total de 21 correspondientes a enterramientos infantiles, siendo juveniles la gran mayoría de ellos, “lo cual indica la gran mortalidad de la época”.

“Si bien la completa extensión de la necrópolis resultaba desconocida hasta el momento, la mayor dispersión de las tumbas hacia el este del solar, la tendencia en buzamiento y la pérdida de potencia del estrato (UE 11), sugieren que el límite de la necrópolis se encuentra al este del solar”, afirmó el arqueólogo jaqués.

En la zona donde se considera el fin de la necrópolis se han identificado “elementos disonantes” con el resto del conjunto del solar, “intrusiones” en la estratigrafía realizadas previamente al momento de sellado de la necrópolis. Así, “existen dos fosas en el extremo este, de las cuales se han podido recuperar materiales datables entre finales del siglo XV y principios del XVI, interpretados como basureros (UE 13 y 15)”. De igual modo, “en época moderna se realizó la construcción de un pozo (UE 17), cortado por el edificio limitante del lateral sur, que sin duda tuvo que realizarse para aprovechar el accesible nivel freático en el extremo este del solar”.

Conclusiones

Para Julián Ramos, “la estratigrafía documentada durante esta excavación confirma que previamente al momento de construcción del edificio que ocupaba el solar, a mediados del siglo XIX, no existían estructuras en el lugar”. “Según los materiales recuperados, se puede defender que la necrópolis fue sellada por un nuevo estrato a principios del siglo XVI, conformándose ese nuevo espacio lúdico y de reunión de los habitantes de Jaca que fue el Campo de la Estrella o del Toro”.

El nivel de la necrópolis se ha podido comprobar que tiene un cierto buzamiento hacia el este y una tendencia a la perdida de potencia, pasando de los 40 cm. en el lado oeste a apenas 10 cm. en el extremo opuesto”. “Esta cuestión, junto a algunas estructuras identificadas en el fondo del solar, sirve para justificar el fin de la necrópolis en este lugar”.

Gracias a su trabajo, se han podido identificar un total de 64 tumbas o estructuras funerarias, de las cuales, la mayoría, 35, corresponden a fosas simples con cubierta de losas. “Este tipo de tumbas, excavadas en terreno geológico y, algunas de ellas con orejeras, pueden adscribirse según la tipología a los comienzos de la necrópolis, en este caso, el siglo XII”, explica.

Sin embargo, existen 12 tumbas que “corresponden a fosas reforzadas con losetas laterales, un modelo de enterramiento posterior, identificable entre los siglos XII y XV”. Aparte, enumeró 15 enterramientos de fosa simple, “realizados sobre enterramientos previos y, sin duda, correspondientes a los últimos momentos de actividad del cementerio”.

“Estos datos sirven para plantear una hipótesis de funcionamiento de la necrópolis en dos fases, diferenciando en la primera de ellas un proceso extensivo, en el cual entre finales del siglo XI y el siglo XII se realizan inhumaciones en todo el espacio dispuesto para el cementerio. En la segunda fase, una vez ocupado todo el espacio de manera extensiva, se tendería a la concentración de las inhumaciones en la zona central, quedando las áreas periféricas con una baja densidad de ocupación”, concluyó.