Jacetania

COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

De un terremoto que expulsó a los vecinos de Arrés a un pueblo que crece

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Joaquín Jiménez, con su hijo Joaquín Tomás, recogiendo espárragos.
Joaquín Jiménez, con su hijo Joaquín Tomás, recogiendo espárragos.
Rebeca Ruiz

SOLO LA RISA de niños que juegan, el rebuzno de la burra Adelita o el balido de una oveja pueden engrandecer el silencio que recibe al peregrino en Arrés, un signo de vida aderezado con el olor a asado del único restaurante y completado con el reposo que aguarda en el albergue. Cae el sol y empieza el espectáculo, con uno de los mejores atardeceres que regala el Camino de Santiago. Fin de la primera etapa: Arrés, núcleo de Bailo, Comarca de la Jacetania.

Unos temblores de tierra en el verano de 1965 que afectaron especialmente a trece viviendas, que quedaron “en estado de ruina”, fueron el detonante para que muchas familias tuvieran que abandonar el pueblo, al que se accedía “por un camino de herradura, el cual discurre por laderas y vericuetos de penoso tránsito”, según informó entonces el periódico ‘Nueva España’, predecesor en la provincia de ‘Diario del AltoAragón’.

Maite Playán con su burra Adelita, uno de los animales que cuida su familia numerosa de tres niños.
Maite Playán con su burra Adelita, uno de los animales que cuida su familia numerosa de tres niños.
S. E.

Pero las familias nunca dejaron sus casas ni de cultivar sus tierras y, a pesar de las condiciones precarias, de diversos planes fallidos y dificultades para la reconstrucción del núcleo, algunos nunca marcharon y otros apenas se ausentaron. Quedaron una docena y, hoy, son unos cuarenta habitantes de varias nacionalidades, entre los que hay niños, adolescentes y jóvenes que quieren vivir en Arrés.

Entre ellos, Joaquín Jiménez, de los pocos vecinos que nació allí y donde ha formado su familia con su mujer, que regenta la posada ‘El Granero del Conde’, de donde efluye el olor a asado. El más pequeño de sus hijos, Joaquín Tomás, que quiere quedarse con la ovejas y la agricultura como su padre, y sus otras dos hijas sueñan con volver. Jorge Baró y Maite Playán, con sus tres hijos Vento (12 años), Ibón (10) y Gael (5); además de sus caballos, la burra Adelita, gallinas, perros, gatos... también viven allí. Antes habían llegado los ingleses Jock y Angela Mackay, cuyo hijos, que ahora residen en Londres y Ámsterdam, han crecido en Arrés. Y uno de los últimos en llegar es el argentino Santiago Bíscaro, padre de tres hijos, que ya residía en la zona.

Vista de Arrés.
Vista de Arrés.
S. E.

“Es un caso muy peculiar porque se dio de baja en su día como pueblo en la década de los 70. Confluyeron muchas razones, como las secuelas de los temblores de tierra que generaron mucha alarma, era un pueblo elevado en el que no había servicios, ni carretera, cerraron la escuela...”, explica Joaquín Jiménez, uno de los vecinos que junto a sus padres marchó unos años a vivir a Jaca, aunque iban a diario a trabajar a Arrés.

Pero volvió de la mili, se presentó a las elecciones y, aunque recuerda que junto a Luis Acín le tocó pelear mucho, “la DGA -con Joaquín Maggioni como consejero- lo cogió con interés, como un proyecto de rehabilitación preferente. Empezamos a hacer un plan pero era una inversión muy grande para tan pocos vecinos: agua, carretera...”, recuerda. El propio Gobierno de Aragón les ofreció el enclave al Colectivo Colores

Vista del atardecer que se puede contemplar desde Arrés, donde hay un mirador del que disfrutan los peregrinos del Camino de Santiago.
Vista del atardecer que se puede contemplar desde Arrés, donde hay un mirador del que disfrutan los peregrinos del Camino de Santiago.
S. E.

-instalados finalmente en Sasé, en el valle de la Solana, despoblado por el proyecto fallido del embalse de Jánovas-, que lo rechazaron por la existencia de una línea de alta tensión.

Hoy, Arrés tiene una “energía especial, por el Camino de Santiago, el Santo Grial...”, así lo define Santiago Bíscaro. Y es que Arrés tiene mucha historia, vinculada a San Juan de la Peña ya que, según diversas fuentes, fue posesión de Sancho III el Mayor y la heredó Ramiro I, rey de Aragón, que la aportó como dote para su matrimonio (1036) y después fue señorío.

Aunque la historia de las últimas décadas ha sido más complicada. En 1966, se publicaba en la ‘Nueva España’ la decisión del Gobierno de construir “trece albergues” para las familias afectadas por los temblores. Pero los planes dieron muchas vueltas. En abril de 1986, se informaba, ya en el ‘Diario del AltoAragón’, de las dudas y la diferencia de opiniones de los vecinos de si trasladar el pueblo a la parte baja, ya que había muchas casas en ruina, invertir en calles, alumbrado, aguas... “Salió a concurso varias veces la reconstrucción del pueblo, pero quedó desierta. Incluso hablaron de hacer un pantano, pero todo se desestimó”, recuerda Joaquín Jiménez. Finalmente, se reconstruyó en su emplazamiento original, aunque la parte baja cuenta con los servicios y puede desarrollarse.

Santiago Bíscaro, uno de los últimos vecinos en llegar a vivir a este núcleo de la Jacetania.
Santiago Bíscaro, uno de los últimos vecinos en llegar a vivir a este núcleo de la Jacetania.
S. E.

En 1997, solo se habían ejecutado ocho millones de pesetas de un proyecto de 56 para la primera fase de construcción del depósito y la distribución del agua corriente. Entonces, en Arrés había 15 vecinos y desde el inicio de las obras se estaban comprando casas que pusieron a la venta algunos de los que tuvieron que marchar.

En Arrés se fijaron Jock y Angela Mackay, por un amigo suyo albañil, que tenía una casa en ruinas allí, y que fue quien comenzó en 2001 a reconstruir la suya. En 2002, con su hija de ocho meses y su hijo tres años mayor, se instalaron allí y dejaron su apartamento de Jaca, donde llevaban desde el año 2000 una academia de inglés, que cerraron el pasado mes de junio. Ahora, siguen dando clases ‘on line’. “Nosotros estamos muy contentos y vamos a seguir aquí. Teníamos que llevarlos al colegio todos los días a Jaca, pero salvo eso, ningún problema”, indica Jock, “Lo que más valoramos es la tranquilidad de estar en la naturaleza y el sentido de comunidad que tienen los vecinos”, comenta. “Cuando llegamos a vivir en 2002 había muy poca gente, en estos años ha crecido, se han instalado más personas y hay más niños”, resume, mientras recuerda que su hija jugaba en la plaza con Joaquín Tomás, de su misma edad.

Nuevas generaciones

Hoy, juegan los hermanos Vento, que nacieron literalmente en Arrés, donde no había habido un parto en 45 años, Ibón y Gael. “Realmente, vivimos como queríamos vivir, muy tranquilos, con los niños libres, en contacto con la naturaleza y aprendiendo del entorno”, comenta Maite Playán, de Cofita, que llegó a Arrés hace 15 años, el lugar que había elegido su pareja, Jorge Baró, un periodista que cambió la capital y el trabajo en una revista por la naturaleza y trabaja desde hace 23 años en Astún.

Maite, que trabaja en el ámbito sanitario, explica que vivir allí les implica más gastos en movilidad y menos servicios, por lo que considera que las administraciones deberían “intentar ayudar al asentamiento de población que llaman”. “En otros municipios las familias numerosas tienen rebaja en el IBI, pero nosotros pagamos de nuestra casa casi 900 euros”, detalla como ejemplo. Aunque no les nieve mucho, cuando lo hace es de las últimas carreteras en limpiarse y en ocasiones es Joaquín con su tractor el que abre paso. “Hacemos muchos viajes con mis hijos a Jaca o Santa Cilia por música, deporte, ajedrez... y estás siempre con el coche, pero hay más ventajas que inconvenientes”, indica. “El mayor ya va al instituto y los pequeños al colegio a Santa Cilia y estamos muy contentos con el CRA Río Aragón, porque tienen relación con los de Hecho, Ansó, Berdún... Este sistema nos gusta mucho. Mis hijos aquí viven muy felices, no están aislados, tienen sus amigos a mano, aunque haya que coger el coche”, apunta.

En este centro educativo es donde coincidieron como padres con Santiago, que al buscar casa no dudó en preguntarle a Maite por Arrés. “Soy peregrino del Camino de Santiago, hace años dormí aquí, había pasado muchas veces y siempre me gustó”, comenta. Santiago, que realiza terapias naturales, trabaja casi siempre fuera y puede hacerlo ‘on line’, pero para él Arrés es su “lugar de residencia, de descanso”, del que también disfrutan sus hijos. Igual que Joaquín, Jock y Maite, resume su elección en la palabra tranquilidad. “Tenemos unos atardeceres desde una finca... que no nos hace falta ir al mirador”, concluye Maite.