Jacetania

COSAS DE CASA

La Virgen del Camino de Ena, una joya que recupera su fulgor

La talla del siglo XII fue restaurada por Inmaculada Piedrafita en las dependencias del Museo Diocesano de Jaca

Estucado de faltas y grietas de la Virgen del Camino de Ena.
Estucado de faltas y grietas de la Virgen del Camino de Ena.
Inmaculada Piedrafita / Museo Diocesano de Jaca.

Los habitantes del pequeño núcleo rural de Ena, perteneciente al municipio de Las Peñas de Riglos y situado en la comarca de la Hoya de Huesca, se encuentran de enhorabuena, dado que su querida virgen del Camino está de vuelta en casa, habiendo recuperado todo su esplendor tras el proceso de restauración al que fue sometida en el Museo Diocesano de Jaca.

Eliminación de la corona añadida.
Eliminación de la corona añadida.
Inmaculada Piedrafita / Museo Diocesano de Jaca.

En octubre del año 2023, la dirección general de Patrimonio del Gobierno de Aragón encargó a una restauradora de bienes culturales, la jaquesa Inmaculada Piedrafita, que interviniera esta talla románica del siglo XII, ante la importancia histórico-artística de la misma y el deficiente estado de conservación en el que se encontraba. El importe de los trabajos ascendió a 5.263,50 euros.

Inmaculada Piedrafita agradece la colaboración del Gobierno de Aragón en la restauración de las tallas de varios pueblos de la Diócesis de Jaca durante los últimos años y muestra su alegría ante el hecho de que “la talla regrese al pueblo, con sus vecinos”, después de los trabajos realizados en el museo jaqués, a cuya directora, Belén Luque, quiso agradecer la cesión de los espacios.

Virgen de LA Ena antes de la restauración.
Virgen de LA Ena antes de la restauración.
Inmaculada Piedrafita / Museo Diocesano de Jaca.

Asimismo, la restauradora de Jaca confesó que “fue una intervención muy agradecida”, pues la virgen del Camino de Ena “estaba muy apagada” y “ahora tiene una mayor luminosidad”, como pudieron apreciar las personas que contemplaron la talla en el Museo Diocesano, antes de regresar a su pueblo durante el pasado mes de marzo.

Proceso de restauración

Los trabajos efectuados por Inmaculada Piedrafita se pueden resumir en siete puntos. En primer lugar, se realizó el proceso de documentación gráfica y fotográfica, al que siguió una limpieza mecánica en seco con ayuda de brocha de cerdas blancas.

Seguidamente, se llevaron a cabo diferentes catas estratigráficas y pruebas para determinar la cantidad de policromada subyacente que podía quedar, evidenciando que “los restos que presenta son escasos, con lo que se decide mantener el repinte generalizado”. En cuarto lugar, se acometió la consolidación y el sentado de los levantamientos “más acusados” situados en los laterales de la cara.

VIrgen de Ena tras la restauración.
VIrgen de Ena tras la restauración.
Inmaculada Piedrafita / Museo Diocesano de Jaca.

La limpieza química gradual y selectiva, con la eliminación de un repunte en la zona del rostro dio paso en sexto lugar a la retirada de la corona de papel con policromada dañada añadida en la época del repinte (con ayuda de medios mecánicos y humedad). Para concluir, se efectuó la reintegración volumétrica y cromática.

Cabe señalar que la talla de Ena está realizada en madera de pino dorada y policromada, presentando una repolicromía muy básica a base de colores planos. En el inicio del tratamiento, el estado de conservación que presentaba era regular y mostraba las mayores alteraciones en los laterales del rostro de la Virgen, a causa de unos pendientes que se colocaron en una época indeterminada y “que terminaron por alterar gravemente dichas zonas”.

“Otros daños generalizados fueron la suciedad superficial, grietas y fisuras, ennegrecimientos y el amarilleamiento de la capa polícroma, así como pérdidas puntuales de soporte, preparación y policromía”, como explicó Inmaculada Piedrafita, puntualizando que “tanto la corona dorada de la Madre, como la repolicromía de ambas figuras pertenecen a una época posterior”.

Iconográficamente, la talla responde al modelo de Virgen-Trono sedente, hierática e inexpresiva, con el niño sentado en el centro de su regazo. Los brazos al frente enmarcan la imagen del Hijo, que aparece en una actitud mayestática con los habituales gestos de bendecir con la derecha y presentar el libro sagrado con la izquierda. La Madre, por su parte, abre la mano izquierda para ofrecer al Niño y sostiene en la diestra una pequeña esfera como signo mayestático de la soberanía de su propio Hijo sobre todo lo creado.

La talla del Niño es independiente y se mantiene sujeta por una espiga de madera. Según plantea el historiador Domingo Buesa, el hecho de que el Niño se pueda separar se debe a que se adoraba en algunas fiestas litúrgicas, en las cuales se escenificaban pasajes del Nuevo Testamento, en concreto los relativos al Nacimiento y la Adoración.