La Hoya

COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

La vidriera Yolanda Badía y la libertad de crear y correr en el medio rural

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Yolanda Badía prepara una vidriera en su taller de Banastás.
Yolanda Badía prepara una vidriera en su taller de Banastás.
Álvaro Calvo

La lámpara del teatro Olimpia, las vidrieras de la catedral de Huesca, las claraboyas del Casino, el hotel San Ramón de Barbastro o el farol de San Guzmán del rosario de Cristal de Zaragoza han pasado por las manos de Yolanda Badía, la maestra del vidrio que trabaja desde su taller (Vitrales Huesca) en Banastás. Es una de las artesanas que forma parte de la iniciativa de Mujeres Artistas Rurales (MAR) que un día dejó Barcelona para seguir la senda que inició su padre de retorno a sus orígenes. Allí ha cumplido el sueño de abrir su propio taller de un oficio que se pierde aunque, paradójicamente, haya trabajo. Ahora, se está montando otro taller en Francia.

“La iniciativa MAR está muy bien, porque es una puesta en valor de la mujer del medio rural. No lo tenemos tan fácil, porque siempre es como que el marido trabaja y la mujer se entretiene haciendo macramé. Y si vas a ferias, poco menos que eres un perro-flauta. En Francia es todo lo contrario, porque buscan lo hecho a mano y que valga su precio, porque si es barato es que no está hecho por ti”, apunta. Con todo, cree que en España “cada vez hay más gente que aprecia lo artesano y la vida en el medio rural”. Y para ella: “lo que te da un pueblo, no lo tienes en una ciudad”.

“Para mí el medio rural es libertad, escuchar los pajaritos y no tener horario, lo que me ha permitido trabajar en horarios diferentes y criar a mis dos hijos”, indica Badía, ahora que tienen ya 17 y 20 años. “Además, puedo salir a correr, que es otra de mis pasiones, y ha sido un cambio. Cuando estás trabajando y te bloqueas, sales, ves Gratal, te inspiras y vuelves”, ha apuntado Badía, muy conocida como atleta veterana.

De la construcción de vidrieras al soplete para ofrecer pequeñas piezas de joyería, hay un sinfín de técnicas en las que se ha especializado y que ella ahora también enseña. De hecho, forma parte de la Red Nacional de Maestros de la Construcción Tradicional. Estudió Bellas Artes en Barcelona y trabajaba aspectos relacionados con la arquitectura y la delineación, mientras comenzó a hacer cursos de vidrio, donde encontró su verdadera pasión.

Espectacular imagen de un detalle de su trabajo con el soplete.
Espectacular imagen de un detalle de su trabajo con el soplete.
Álvaro Calvo

Fue en 1999 cuando abrió un establecimiento en Huesca, en la avenida de Los Danzantes, y poco después apostó por Banastás. “Mi primer trabajo hacia el exterior fue el convento de los Hermanos Desamparados y a partir de allí ya hice de todo”, ha indicado. De hecho, ahora lleva el mantenimiento de muchas vidrieras de iglesias de Aragón que ha restaurado.

Su padre era el hijo del panadero de Banastás pero al fallecer los progenitores, los familiares se lo llevaron a él y a sus hermanos a Barcelona. Allí conoció a la madre de Yolanda, se casaron y crearon su familia. Pero, “la tierra tiraba”, ha apuntado Yolanda, de forma que el padre compró una parcela y construyó la casa que inicialmente iba a ser para las vacaciones y que se convirtió en la residencia definitiva. Sus orígenes familiares llevaron a Yolanda a ubicarse en Banastás, porque al principio ella pensaba en un pueblo con granjas o almacenes en el que pudiera tener su taller, más que en un pueblo donde predominan las unifamiliares.

“Para mí era más importante el taller que la casa. Compré una parcela con una casa muy antigua, que es lo que empleé de taller y, después, me hice la casa al lado”, ha detallado. “Realmente estoy en Banastás por mis orígenes, pero yo quería un pueblo típico de granja y ahora estoy montando un taller en un pueblo cerca de Bagnères de Luchon, ya que mi hijo está estudiando allí”. De ahí ha valorado el interés de la ciudadanía por conocer el trabajo artesano y la curiosidad por los talleres, que echa en falta aquí.

Pero no es porque necesite nuevos mercados realmente. “Tengo mucho trabajo, la suerte es que la gente espera porque no es de primera necesidad. A veces me ayudan mis hijos o alguna persona de forma puntual porque un artesano no puede mantener una nómina”, ha indicado. “Tengo detalles muy bonitos, porque cuando trabajas la artesanía y compartes el proceso, porque les mando fotos, vídeos... al final hay mucha cercanía. Me encargaron una pieza muy bonita para Zaidín y el hombre, que trabaja la madera y valora la artesanía, me ha hecho una bombonera de carrasca, porque sabe que aquí tenemos muchas. Cada día está más en auge la artesanía y lo que se hace con las manos”, ha destacado.

Además, “si alguien viene porque quiere una vidriera, siempre llegamos a un acuerdo para que yo no pierda, pero que se vaya con la vidriera. Las vidrieras no son para ricos, porque siempre se puede encontrar algo más sencillo, menos costoso y que sea bonito”, indica. No obstante, son muchos los clientes que piden elementos especiales para sus casas o simplemente para las puertas de cocina o comedor. “El final no es una pieza sin más, una parte de mí va en ellas”, ha comentado.

Con todo, lanza un SOS: “Es un oficio que si no nos ponemos las pilas va a desaparecer”.