La Hoya

OJO AVÍZOR

Las trincheras de Tierz, un punto estratégico en el cerco de 611 días a Huesca

Durante la Guerra Civil por ellas pasaron John Cornford y George Orwell, y en la actualidad se han recuperado y puesto en valor

Entrada a la zona rehabilitada en la que se vislumbra la extensa planicie y un espectacular paisaje con las sierras de Gratal y Guara de fondo, el salto de Roldán y el Castillo de Montearagón.
Entrada a la zona rehabilitada en la que se vislumbra la extensa planicie y un espectacular paisaje con las sierras de Gratal y Guara de fondo, el salto de Roldán y el Castillo de Montearagón.
S.E.

Tras descansar unas horas en el interior de la cueva, Ángel daba el relevo a Sébastien, un joven francés que se ha convertido en su inseparable compañero, y se situaba en uno de los pozos de tirador a la espera de un movimiento en el frente nacional que lo empiece a cambiar todo y que nunca termina de llegar.

Desde las trincheras de Tierz, bajo la luna llena, e intentando olvidar la humedad del ambiente que le cala hasta los huesos y le tiene casi paralizado, ha dejado volar su imaginación por el entorno que le rodea y primero ha llevado sus pensamientos al Salto de Roldán, y ha recreado la leyenda que un oriundo de la zona le contó, ha visualizado con detalle como el portentoso soldado en su retiraba hacia Francia para liberarse de sus perseguidores ha espoleado a su caballo que de un salto, casi volando, ha alcanzado la peña de enfrente, sorteando el abismo.

Ha dejado atrás las sierras de Gratal y Guara y después, lentamente, ha posado sus ojos en el Castillo de Montearagón, como profesor de historia que era antes de coger las armas conoce que en el recinto fueron enterrados varios reyes aragoneses, ha imaginado cómo sería la existencia en un lugar así, y se ha dicho que seguro, pese a la dureza de la vida en siglos atrás y la falta de comodidades, era mucho mejor que la que él tiene ahora, o al menos no estaría tan sometido a las inclemencias del tiempo, pero le ha reconfortado saber que está luchando por sus principios e ideales.

Se ha refrescado la garganta en la fuente del Juncaral y por los Sasos se ha dirigido al Camino Real y ha pasado por delante de la cercana Caseta Redonda, en su origen un espacio empleado por los pastores y ahora usada por los milicianos, y por un momento ha revivido el paso de Doña Petronila, hija de Ramiro II de Aragón cuando cruzó el lugar de camino a Lérida para casarse con Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, y ha identificado algunas caras entre quienes observaban a la comitiva -las de sus ya amigos del pueblo- que no son otros que los vecinos de Tierz que están aplaudiendo el paso de la joven.

Ha hecho una pequeña parada en la localidad -en la que todos han sido bien acogidos- recordando las casi olvidadas fiestas de abril, que aunque modestas le sirvieron para evadirse durante algunas horas de esta lucha entre hermanos, y es que no olvida que el que fuera su amigo de niño, al que ha tenido más que vigilado en el puesto de Quicena -a las faldas del castillo- desapareció junto a sus compañeros una noche cerrada en la que se despistaron oportunamente...

De la capital poco sabe, tan solo los partes de guerra que siguen hablando de la resistencia de la ciudad, que ya va para más de un año.

Y cierra su recorrido mirando al punto más lejano, los Pirineos, un lugar que será decisivo en su futuro -pero todavía ha de pasar un tiempo para que eso ocurra-, quedan muchas cosas por vivir hasta que tome la decisión de abandonarlo todo, pasar a Francia y comenzar una nueva vida, sin odio, ni violencia y disfrutando de su libertad.

Sigue alerta, y sin dejar de mirar al horizonte observa todo el entorno que ya se sabe al detalle, no en vano desde hace meses no ha hecho otra cosa día tras día, podría describir cada árbol, cada casa, la vereda del río Flumen…, todo lo que se ve en ese vasto horizonte, en esa hondonada en la que se encuentra Huesca. Salió de Barcelona junto con otros muchos compañeros y al principio el avance fue rápido, fueron tomando todos los pueblos que encontraban a su paso pero cuando llegaron a la zona de Estrecho Quinto, como quien se topa con una pared invisible fue imposible avanzar, en este tiempo -demasiado para quienes mantienen vivo el anhelo de derrotar al enemigo- poco se ha podido hacer y los asediantes ya sienten el desgaste mientras la moral se mina.

Es el amanecer de primeros de octubre (estamos en 1937), y ya empieza a clarear y el sol tímidamente asoma, y ahí sigue él, como otros cientos compañeros del Poum, uno más en el cerco de Huesca y esperando a que por fin se haga realidad la frase que dijo Orwell hace ya tiempo y que se ha convertido en una coletilla entre todos los compañeros, “mañana tomamos café en Huesca” y que, lamentablemente, no se llegará a cumplir. Ya que el último intento de tomar la capital se llevará a cabo el 24 de marzo de 1938, pero las cosas no saldrán como los milicianos esperan y al día siguiente se levantará el asedio. Las Divisiones 51, 62 y 63 del bando nacional partirán en dos el cerco, diezmarán a los republicanos y harán trizas el sitio. Y se cerrará un capítulo de la historia que duró 611 días.

Resta decir que el relato de nuestro protagonista en fruto de la imaginación de esta periodista, pero a buen seguro hubo muchos combatientes que se sintieron como Ángel y vivieron en primera persona el discurrir de la guerra desde este emplazamiento, el de las trincheras de Tierz, y dejaron volar su imaginación en sus largas horas de vigilancia.

Una parte de la historia local

Hace más de una década, el ayuntamiento de Tierz decidió poner en valor este entorno que tras la guerra quedó en el olvido, estaba cubierto por la vegetación, era intransitable y durante años se convirtió en zona de juegos y travesuras de los niños de la localidad.

La intervención, relata Jesús Alfaro, el alcalde de este municipio, se ha desarrollado en tres fases, “la primera fue hace unos quince años, se consolidó lo que había, sin añadir nada nuevo, se desbrozó la zona y se limpió todo para que fuera accesible, en la segunda se pusieron paneles, las mesas interpretativas con alguna explicación y en la tercera se recrearon las cuevas a 3D, mostrando cómo pudieron ser en su interior ya que se recomienda no acceder a ellas ante el riesgo de desprendimiento, y se colocaron sacos terreros”.

Respecto a la zona rehabilitada indica que se extiende “unos 300 metros, hay tres nidos de ametralladora, distintas cuevas con bunkers y varios pozos de tirador”. Gran conocedor del lugar, relata que uno de los pozos era conocido en el pueblo como el Pikum, “porque era el sonido que se oía en Tierz cada vez que hacía un disparo”.

En esta ubicación se rodó en 2010 Loma Saso, del cineasta oscense Ángel Orós, un cortometraje que narra unos días en la vida de cuatro milicianos combatientes en las trincheras de Tierz, durante el verano de 1936.

Pero además las trincheras son un lugar muy frecuentado por los vecinos de la zona que lo escogen para salir a pasear “se puede realizar un recorrido circular”, indica, y añade que además “hay mucha actividad deportiva”, otros lo recorren en bicicleta, a sus pies se sitúa el circuito de motocross, ofrece unos atardeceres espectaculares y muy buenas vistas. “Un habitual del lugar es Víctor Pardo que acude con visitantes y les explica cómo fue el cerco y además hace unos años vino un hijo de Orwell y en aquella ocasión el café nos lo tomamos en Tierz”, concluye Alfaro.  

La luna llena de John Cornford

El líder estudiantil y tataranieto de Charles Darwin, fue el primer británico que se alistó en el bando republicano, su primera intención fue convertirse en corresponsal de guerra, pero más adelante decidió marchar con las unidades del Partido Obrero de Unificación Marxista (Poum) que partieron de Barcelona en los meses de julio y agosto de 1936. Sus miembros fueron los primeros en luchar en Siétamo, llegaron a Bellestar y Tierz y después de flanquear Estrecho Quinto se posicionaron en los alrededores de la localidad. 

Entre los ilustres que pasaron por las trincheras de Tierz destacan dos personajes muy conocidos, el propio John Cornford y George Orwell. Su primera acción de guerra fue el intento de tomar Perdiguera y después fue enviado a Huesca, donde las tropas republicanas tenían la intención de entrar y acabar con la brutal represión, pero fracasaron y se quedó en Tierz un tiempo. De su estancia en la zona dan cuenta tres poemas de contenido épico y amoroso: Carta desde Aragón, Luna llena en Tierz: Antes del asalto a Huesca y A Margot Heinemann -ella era el amor de su vida-

El estribillo final del poema es el siguiente:

Y si la suerte acaba con mi vida

dentro de una fosa mal cavada,

acuérdate de toda nuestra dicha;

no olvides que yo te amaba.

Después luchó en Madrid y murió en la batalla de Lopera el día que cumplía 21 años.