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Alberto Lasheras: “Sueño con que se mantenga la vida y la actividad en nuestros pueblos”

Monegrino de Alcubierre, trabajador autónomo, los fines de semana y festivos se transforma en guía de La Cartuja de Nuestra Señora de Las Fuentes

Alberto Lasheras
Alberto Lasheras
Marga Bretos

Alberto Lasheras es un monegrino de Alcubierre, trabajador autónomo junto a su hermano Fernando, de Chimeneas Alcubierre, y en las mañanas de los fines de semana y festivos se transforma en el ‘contador de historias’ y guía de La Cartuja de Nuestra Señora de Las Fuentes. Además, colabora en el equipo de la redacción de la revista Montenegros y es un apasionado de Los Monegros, de sus paisajes, de su historia, cultura y patrimonio, factores por los que no deja de investigar y trasmitir numerosas tradiciones y curiosidades de Alcubierre y de toda la comarca.

- ¿Cuáles son sus sueños?

Que se mantenga la vida y la actividad en nuestros pueblos, que no se pierda el patrimonio artístico-cultural y medioambiental del mundo rural, que vivamos en paz y en armonía.

¿Qué fue lo primero por lo que se sintió atrapado, por la historia, el arte o emprender?

-Desde niño me gustaba la Historia, pero fue en 1º de Bachillerato, cuando me encontraba con tres amigos de Alcubierre estudiando en la Universidad Laboral de Cheste, donde más se me acentuó esta inquietud. El profesor de Historia nos encargó un trabajo sobre la historia de nuestro pueblo. Cuando llegamos al Ayuntamiento buscando información, nos dijeron que los archivos habían sido destruidos en la pasada Guerra Civil y que no quedaba nada… Se nos cayó el alma a los pies. Ahí se despertó mi curiosidad por ir buscando referencias, relacionando hechos y personajes. Al cabo de los años resultó que sí podíamos recuperar una buena parte de nuestra historia y encontrar la base de nuestras tradiciones.

¿Desde qué momento descubrió que disfrutaba contando e investigando la historia de La Cartuja de las Fuentes?

-En la romería del año 1980, de la mano de mi novia, y me quedé impresionado. Cuando se creó la Plataforma Salvemos La Cartuja, formé parte de ella y fue una gran experiencia que culminó con la adquisición del monasterio por parte de la Diputación Provincial de Huesca el día 2 de junio del 2015, con lo que comenzó su recuperación y salvación.

Toda esa actividad, el interés, el estudio y el amor al enclave, hicieron que de una forma natural, surgiera el relato de su devenir histórico, de los personajes relacionados, de su arquitectura y su pintura. Además, continuamente se van produciendo avances en la restauración, nuevos hallazgos, actividades culturales como los conciertos y visitas que van enriqueciendo todo lo que se puede comentar.

¿Cómo inculcar a los monegrinos más jóvenes las maravillas que tenemos en Los Monegros?

-Es un reto y una magnífica tarea. Creo que se debe empezar por la escuela y, de hecho, he sido testigo de alguna de estas visitas en las que han venido colegios con niños, con un plan muy bien elaborado. También vienen familias con niños y te puedes sorprender de la impresión de su visita, de sus preguntas y de los detalles en los que se fijan. Los conciertos y los vídeos musicales que se han grabado en el monasterio también atraen a gente joven que luego vienen a conocerlo mejor. Es fundamental que desde la escuela se les introduzca en el conocimiento e importancia de toda esta riqueza que, algún día, serán ellos quienes la tengan que gestionar y proteger, como una parte muy importante de su identidad.

¿La Cartuja o el Monasterio de Sijena?

-El patrimonio es un todo, debe ser tratado por igual y merece nuestro apoyo y esfuerzo ¿Puede un padre o madre elegir entre uno u otro de sus hijos? Es un orgullo tener estos dos monasterios tan cerca, que explican momentos históricos diferentes y forman parte, junto a otros enclaves, de un importante eje turístico y cultural dentro de Los Monegros.

Si tuviera que quedarse con una cosa buena y otra mala de la historia de La Cartuja, ¿Con cuál se quedaría?

-La mejor es la adquisición por parte de la DPH y la fantástica labor que se está haciendo. Lo malo ha sido el paso de las guerras, la destrucción del magnífico retablo mayor de la iglesia, de Carlos Salas Viraseca en 1936 y, en 1940 la del magnífico suelo de cerámica de Muel, que fue literalmente triturado por las llantas de hierro de los carros que entraron a descargar el cereal, cuando el gobierno de Franco la requisó, para utilizarla como silo.