Monegros

ENTREVISTA

Ignacio Martínez: "Lo peor ha sido la pandemia, acompañando a gente querida y en soledad”

El párroco de Sariñena deja Los Monegros tras 20 años y se traslada a Ayerbe

Ignacio Martínez, hasta ahora párroco de Sariñena.
Ignacio Martínez, hasta ahora párroco de Sariñena.
M.B.

Hay sacerdotes que permanecen en una parroquia años y años con un espíritu de entrega, sensatez e ilusión envidiables. Curas que han estado en parroquias durante mucho tiempo sin decaer en ningún momento y que saben conectar con su gente y ser queridos y respetados.

Cambiar de parroquia supone para un cura una nueva ilusión, un nuevo reto en su ministerio.

Es el caso de Ignacio Martínez, el párroco de Sariñena. Nacho para los vecinos, llegó hace nueve años, y como dicen sus feligreses: “ha sido un lujo tenerlo”. Pero ha llegado el momento de irse, y mientras prepara el traslado a Ayerbe, hace balance de estos años. “Lo peor ha sido el tiempo de pandemia, el tener que acompañar a mucha gente querida y el hacerlo en soledad”.

Pero Nacho es muy positivo y el recuerdo que se lleva de Sariñena no puede ser mejor. “El encuentro con la gente dentro y fuera de la iglesia, el apoyo que recibí cuando murió mi madre, la vivencia de montones de fiestas, celebraciones, el ir en procesión..., y al principio no conocer a nadie y enseguida saber sus nombres, ha sido una experiencia inolvidable”, señala, repitiendo como en su última homilía: “Se va el cura y se queda el amigo”.

Ha estado veinte años en Los Monegros. “He sido párroco en casi todas sus poblaciones. Soy monegrino, de Tardienta, y la verdad, me siento triste, pero no soy una persona que viva de recuerdos, los tengo, los valoro y los agradezco, si bien, me gusta mirar hacia adelante. Me llevo conmigo a las personas, vivencias, pero se abre otra puerta”, manifiesta el sacerdote que continuará como delegado diocesano de Peregrinaciones y Turismo Religioso, “y delegado de Patrimonio, desde el mes de octubre”, asevera.

Ignacio Martínez ha cruzado la línea que divide la religión con la amistad, se ha convertido en referencia para catequistas, jóvenes y mayores. Persona respetada, querida y, sobre todo, anfitrión de una casa, la del cura, siempre abierta para todos.

En su etapa en Sariñena ha estado nueve años fomentando la convivencia, organizando viajes, charlas..., una labor, junto a la pastoral, por la que es querido y respetado.