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LA ENTREVISTA

Antonio Gascón: “Nos dijo: mi pasaporte sigue siendo español, el corazón nunca cambia”

Este sariñenense cuenta su encuentro en 1964 con Picasso en Niza, cuando formaba parte como violinista de la Tuna Estudiantina

Antonio Gascón.
Antonio Gascón.
M. B.

Días atrás, Salvador Trallero Galicia presentaba en Sariñena a su buen amigo Antonio Gascón, médico jubilado, aragonés apasionado y amante de las Artes y la tauromaquia, sariñenense de nacimiento y muy vinculado a su pueblo.

La sala de Sariñena se llenó para escuchar las andaduras de un joven estudiante que con sus compañeros de la tuna tuvieron la ocasión de disfrutar, durante un par de horas, de la compañía y conversación del gran pintor, ceramista, diseñador o escultor, del gran genio que era Pablo Ruíz Picasso.

“Fui violinista de la Tuna Estudiantina. Para mí, fue una escuela de ciudadanía, amigos con los que todavía me veo, vi mundo y gane algunas pesetas”, explicó Gascón, que comenzó solfeo a los 8 años, “con un virtuoso sariñenense, José Guioni Levetti”, y gracias al instrumento de cuerda conoció a muchas celebridades, como a Pablo R. Picasso, “y siendo este año el cincuenta aniversario de su muerte, rememoro aquellas horas que con mis compañeros de la Tuna pasamos el 14 de julio de 1964 hablando con él”.

Cinco jóvenes tunos estaban tocando su repertorio en una terraza de Niza, cerca del Hotel Negresco, cuando se acercó el pintor, “¿Sois españoles?”, preguntó. “De pura cepa”, contestó Gascón, “somos estudiantes de Medicina, don Pablo. Entonces, un gran gentío se acercó a Picasso para pedirle autógrafos. El dueño de la terraza nos invitó a pasar dentro del hotel, donde estuvimos con el genio de la pintura durante más de dos horas”, señaló Gascón.

Picasso mostraba auténtica pasión hablando de su íntimo amigo Luis Miguel Dominguín. Aprovecharon para preguntarle cuando volvía a España, “y nos dijo:mi pasaporte sigue siendo español, pese a las muchas peticiones que me hacen aquí, el corazón nunca cambia”.

“También nos dibujó, sin dejar de fumar, en el reverso de la pandereta, un tema taurino, después de firmar en las cintas de la capa. Yo estaba sentado a su derecha y en tres minutos escasos surgió su condición; sin titubeos, cinceló un castoreño y la cabeza de un hombre fornido, la chaquetilla, los zahones y el cuerpo de un picador con la puya, el caballo y el toro. Volvió a realizar el mismo motivo que hiciera en su Málaga natal en 1889, a sus 8 años: el picador de la Malagueta. El único óleo del que jamás quiso desprenderse. Más tarde editaría Toros y toreros, buscadísimo libro para bibliófilos con textos de Dominguín y donde rinde una permanente identificación con el Minotauro”, describió.

Gascón narró cómo fue la despedida con el genio: “nos despedimos cantando todos de pie ‘Adiós con el corazón’, Picasso lloraba, sus ojos negros como el azabache y grandes como platos quedaron inundados. Jacqueline, hablando muy poco, decía ser amiga de Lucía Bosé, cubriendo su largo cuello con un pañuelo que le llegaba hasta la cintura, mientras, Paloma, de 16 años, insaciable, pedía, una y otra vez, que tocaran Cielito lindo, rememoró Antonio Gascón. l