Monegros

ECOS/ ¿qUIÉN SOY?

Flor Ardanuy, una mujer adelantada a su tiempo

Se recuerda de pequeña escuchaba Radio Pirenaica hasta que llegaba la Guardia Civil, se identifica con el paisaje de Los Monegros 

Flor Ardanuy en una imagen de niña y en la actualidad.
Flor Ardanuy en una imagen de niña y en la actualidad.
S.E.

Afortunadamente, existen mujeres adelantadas a su tiempo que tienen que lidiar con la mentalidad retrógrada y que, a través de una mirada contemporánea, se pueden resituar como figuras fundamentales y modelos en la lucha reivindicativa de los derechos de la mujer tanto del pasado, del presente como del futuro.

Flor Ardanuy es una de ellas. Nació accidentalmente en Huesca, “en Sena no había médico y mi madre había tenido una mala experiencia en el parto de mi hermana mayor, así que, siendo anticlerical, nací rodeada de monjas”, cuenta y añade, “soy muy de pueblo, el ser mujer y monegrina con el perfil que eso conlleva, somos austeras, pero generosas, conciliadoras, salimos adelante con todo”.

Se identifica con el paisaje de Los Monegros, “el color del barro, nuestros naranjas amarronados. Los ríos que tenemos me atraen de forma especial. Una es de donde crece y se hace, y son esas raíces las que sustentan y marcan la vida”.

De casa del ‘Medio’, por parte paterna y de casa ‘El Chel’, por la materna, dice que la persona más importante de su vida ha sido su padre, “él me enseñó a amar Sena por encima de todo y hasta los 15 años viví en la casa del maestro”, recordando que en la calle Herrerías tenía vida propia. “Hacía mi vida en ella, de buena mañana las vecinas escobaban la calle, algunas pasaban con la canasta en la cabeza a lavar al lavador o la acequia, el señor Vicente afilaba la dalla…”

Había otros espacios que le fascinaban: “La tienda del Guarni, el taller de mi tío Manolo o la taberna del Carpo, ver cómo echaban el hierro candente para errar las caballerías y por las tardes, la calle se animaba solo de hombres”, rememora, emocionándose cuando para su cumpleaños deseaba un burro con su carro. “Lo miraba día tras día, pero mi madre era de regalarme cazuelitas y fue mi abuela, que escondido debajo sus sayas me lo regaló, eso sí, en la tienda dijo que era para su nieto. Mi abuela me comprendía, cuando de adolescente me ponía minifaldas, me decía que me pusiera pantalones, que también estaba muy bien y guardará las minifaldas para cuando no estuviera en Sena”, y confiesa, “era muy mala estudiante cuando debía serlo, me gustaba jugar en la plaza, cuando estaba prohibido, no comprendía porque tenía que ir con calcetines a misa, ya que te castigaban sin cine, y en una ocasión se lo dije al cura”.

Flor era ‘la rara’, los cuentos no le convencían, para ella el lobo, “no era tan malo y en el belén siempre ponía al negro en primer lugar, mis canciones preferidas eran Ay Carmela, escuchaba Radio Pirenaica hasta que llegaba la Guardia Civil y mi padre la cambiaba por Radio Andorra, siempre capté el miedo y el orgullo por el que apoyábamos a los republicanos”.

Poco después emprendería su vida en pro del feminismo, a través de concejalias, cooperativismo, el Senado, “las mujeres de mi generación hemos sido protagonista de grandes cambios sociales, ya fueron nuestras abuelas y madres quienes nos abrieron el camino, ahora toca a las jóvenes defender y disfrutar de esos derechos para no tener que retroceder ni un solo paso atrás”, concluye.