Ribagorza

SECTOR PRIMARIO

Bal d'Isabena se consolida dentro de la viticultura de montaña

Laguarres apuesta por "los vinos de finca" y "los especializados"

Campos de Bal d’Isábena.
Campos de Bal d’Isábena.
Lorenzo Ordas Pardo/ Estudio Nueve

La Bodega Bal d’Isábena cumple este año dos décadas consolidada como un referente en viticultura de montaña tras un crecimiento sostenido y equilibrado que le ha permitido pasar de 7.000 a 14.0000 botellas al año producidas en sus 21 hectáreas de viñedo, situadas por encima de los 700 metros de altitud y en fincas rodeadas de bosque ubicadas principalmente en Laguarres. Al límite de su crecimiento en cuanto a cantidad, el futuro de esta singular bodega ribagorzana pasa por la línea de “los vinos de finca” y por la experimentación de variedades autóctonas hacia “vinos más especializados”, apunta el propietario y enólogo Enrique Larruy.

“Somos la bodega y el viñedo más alto de la D.O. Somontano”, agrega Larruy, muy orgulloso de que la tierra de su familia, adonde regresó tras formarse en Denominaciones de Origen como Rioja o Penedés, convierta sus vinos en caldos exclusivos. “Trabajamos las variedades del Somontano, pero aquí se adaptan de otra manera. El vino es más fresco, más aromático”.

Larruy recuperó los viñedos que habían sido sustituidos por el cereal. “Son fincas donde hemos vuelto a plantar de viña y siempre a prueba al no tener vecinos con viñas”, confiesa, satisfecho con el camino.

“En estos 20 años hemos crecido poco a poco incorporando pequeñas parcelas y nuevas variedades de uva con las que experimentar y crear nuevos vinos. Las 21 hectáreas que trabajamos nos permiten cultivar 4 variedades blancas (Garnacha blanca, Chardonnay, Gewürztraminer y Riesling) y 6 tintas (Moristel, Garnacha tinta, Tempranillo, Syrah, Merlot y Cabernet Sauvignon)”, detalla.

Personalidad

La personalidad de las fincas y sus vinos está marcando el futuro de Bal d’Isábena. “La línea de los vinos de finca es lo que más nos diferencia. Lo hemos hecho ahora porque ya tienen una edad y cada parcela se vendimia por separado y el vino se hace también por separado”, detalla.

La Bodega Bal d’Isábena, de tipo familiar, realiza el ciclo completo del vino con una plantilla de cinco trabajadores y más de un 90 por ciento de uva propia. Su producción se destina en un 30 por ciento a la exportación (China, Alemania y Estados Unidos), mientras que el resto va sobre todo a Aragón y Cataluña.

De cara al futuro, Larruy piensa más en calidad que en cantidad. “Por la capacidad que tenemos, no creceremos más. De cara al futuro, incluiremos alguna variedad más autóctona que estamos probando, pero ya será poca cosa. El cambio será seleccionar más, ir a vinos más especializados”, avanza.

La especialización de esta bodega de Laguarres pasa por sus singularidades, muy valiosas en un momento de cambio climático. “La ventaja es que aquí la uva madura más tarde, hasta tres semanas después. Es verdad que las heladas se prolongan hasta mayo, pero los vinos son mejores. Además, al no tener viñedos alrededor, no tenemos enfermedades. Son fincas muy sanas”, explica.

Además de la altitud, el entorno natural aporta valor a los viñedos. “La finca más grande tiene 4 hectáreas, el resto tienen 2 o 3 hectáreas y casi todas están rodeadas de bosque, jabalíes y corzos que comen uva y a los que tenemos que ponerles eléctricos. Es más laborioso, pero convivimos todos y ofrecemos un producto mejor”, concluye.