Ribagorza

Turismo

La presencia del Ratoncito Pérez en el núcleo de Cerler gana repercusión

Cada vez son más los niños que buscan su casa en el casco urbano de la población para llevarle regalos

Una de las entradas a la casa del Ratoncito Pérez en Cerler.
Una de las entradas a la casa del Ratoncito Pérez en Cerler.
E. F.

LA PRESENCIA del Ratoncito Pérez en Cerler está teniendo mucha repercusión y cada vez son más los niños que se acercan a la puerta de su casa para llevarle dientes, pero también notas, piedras pintadas y todo tipo de regalos agradeciéndole su constancia premiando el cambio de dentición. Sin embargo, y aunque aumentan las visitas e incluso se ha hecho eco de su presencia en Cerler la revista National Geographic, el Ratoncito Pérez es discreto y, para encontrar su casa, hay que buscarlo con esmero en pleno casco urbano de la población.

“Nuestra idea es que la gente pregunte y lo busque. Porque, más allá de la estación de esquí, en Cerler hay un pueblo y, con la excusa del ratón, muchas familias han paseado por nuestras calles y han disfrutado del pueblo. No queremos poner indicaciones y que se sitúe con el GPS. Queremos que los niños lo busquen a ras de suelo porque si van mirando el móvil se olvidan de mirar y así van descubriendo la ubicación y el pueblo”, explican las dos madres de Cerler que impulsaron esta iniciativa en el verano de 2018.

Otra de las entradas.
Otra de las entradas.
E. F.

“Fue una atracción más para nuestros hijos o los niños del valle. Fue decidirlo, hablarlo y comprar las cuatro cosas para empezar”, recuerdan remontándose a la primera ubicación escogida por el Ratoncito Pérez que se cambió por la alta afluencia. “Primero lo instalamos en una borda antigua del Ayuntamiento, pedimos permiso y nos lo concedieron, pero no era el sitio adecuado para tanto flujo de visitantes. Por eso se mudó al ‘Cabo Llugá’, cerca de la fuente”. En ambas ubicaciones se ha contado con autorización municipal, y la mudanza resultó incluso un aliciente para los pequeños seguidores del Ratoncito Pérez.

“Los niños comentaban que se había cambiado porque estaba más cerca de la fuente y era un sitio más amplio, que estaba más cómodo”, y siguen visitándolo tanto o más que antes de la mudanza. Es habitual verlos echados en el suelo disfrutando de los detalles de la vivienda, excavada en una roca en pleno centro histórico, donde está la puerta redonda de madera, el buzón para los dientes, un felpudo donde puede leerle “gatos no”, un letrero con su nombre y una pequeña valla. “Es sencillo, fue decidirlo, hablarlo y comparar las cuatro cosas para empezar. Eso sí, tenemos que hacer mantenimiento, sobre todo cuando hay turistas, y retirar lo que van dejando por la mañana. Además, en función del momento del año, se cambia la decoración. Para las Fiestas de Cerler, para San Lorenzo, para Navidad, o para Halloween, que dejamos un bote con chuches”, explican.

La casita del Ratoncito Pérez “ha tenido mucho éxito en Cerler”, reconocen, y “la gente pasea y ve el pueblo. Desde el silencio, dejamos que se corriera solo entre los niños y luego se ha extendido al turismo”, comentan guardando el anonimato con el que empezaron, en la línea de discreción del propio Ratoncito Pérez. “No queremos que se vaya porque está muy a gusto en Cerler, es el primer vecino del pueblo y tiene unas vistas privilegiadas”, aseguran sin descartar que pueda volver a cambiar de ubicación, eso sí, siempre en la población, donde se instaló porque “es el mejor pueblo del Pirineo”.